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5 claves para la desconexión digital

Vaya por delante que soy un ferviente defensor de la digitalización de nuestras vidas, de las redes sociales y de la tecnología en general. Estoy convencido de que tienen unas posibilidades enormes para enriquecer nuestra vida y para ayudarnos también en nuestras carreras profesionales. El móvil, Internet y las millones de aplicaciones que existen nos facilitan la vida y nos ayudan en nuestros trabajos, además de posibilitarnos hacer gestiones en tan sólo minutos que hace una década nos habría supuesto días.

De hecho, esta semana he tenido que cancelar un viaje de placer que había organizado a Egipto y al mismo tiempo he tenido que organizar de urgencia un viaje a Barcelona por un problema familiar. Todas las gestiones las hice en menos de una hora. Cancelé el viaje programado a Egipto con la agencia, comuniqué la incidencia al seguro que había contratado a través de su página web adjuntando toda la documentación, y reservé hotel y billete de tren a Barcelona para el día siguiente. Fui consciente de cuánto nos ayuda la tecnología en momentos difíciles.

Sin embargo, pasamos demasiado tiempo frente a nuestros dispositivos digitales. Nuestros smartphones son juguetes demasiado tentadores donde tenemos absolutamente todo: correo electrónico, WhatsApp, las aplicaciones para hacer cualquier gestión que necesitemos, y por supuesto, las redes sociales. Cualquiera puede darse cuenta de la enorme dependencia y adicción a nuestros teléfonos móviles mirando a la gente en un café, en el metro o incluso en la calle. Todos vamos mirando el teléfono, absortos, y ausentes de la vida real analógica que se despliega a nuestro alrededor. Sabemos por estudios realizados, véase el excelente documental «The social dilema», que los algoritmos de las redes sociales están conscientemente programados para mantenernos enganchados el mayor tiempo posible. Y vaya si lo consiguen, convirtiéndonos en miserables marionetas de la tecnología y vulnerables a la manipulación subliminal de una ideología concreta o con el objetivo de que compremos más y gastemos más dinero. Hemos perdido gran parte de nuestra libertad como seres humanos.

Pero ¿Cómo hemos llegado hasta esta situación? No cabe duda que una de las razones es que nadie nos ha enseñado a utilizar el juguete llamado «smartphone». Se ha introducido bruscamente en nuestras vidas proporcionándonos diversión, entretenimiento, agilidad y rapidez. Pero la verdadera razón de nuestra adicción y falta de desconexión digital es nuestra debilidad emocional y mental. No soportamos el aburrimiento ni la ansiedad, y tenemos nuestro teléfono móvil disponible las 24 horas del día para sacarnos de dichas emociones incómodas. Abrimos Instagram y de pronto vemos fotos idílicas de paisajes, videos de influencers diciéndonos lo divertida e interesante que es su vida, recetas de cocina y miles de opciones más. Es como si abriéramos una enorme ventana a un mundo lleno de opciones.

Un buen día, sin apenas darnos cuenta, pasamos horas mirando Instagram, Twitter o Facebook, conectados de forma permanente a nuestro correo electrónico, o enganchados a nuestros grupos de WhatsApp, leyendo interminables mensajes o chistes estúpidos y banales que son simplemente basura para nuestra mente. Y entonces perdemos contacto con la realidad, nuestra capacidad crítica se reduce drásticamente, se incrementa la posibilidad de que nos manipulen y engañen, y aumenta nuestra ansiedad y estrés al observar que los demás parece que viven una vida de película y siempre son felices mientras nos parece que nuestra vida es mediocre y miserable. También perdemos contacto y conexión con los demás deteriorando nuestras relaciones personales, perdemos también contacto con nosotros y con la vida. Necesitamos un plan para la desconexión digital.

A continuación, te sugiero 5 claves para la desconexión digital, con el fin de recuperar tu libertad y tu equilibrio mental y emocional, y fomentar una saludable relación con la tecnología:

  1. Consulta tus redes sociales de forma programada y limitada. En lugar de mirarlas constantemente y sin limitaciones de tiempo, imponte la disciplina de mirarlas sólo una vez al día. Márcate un límite de 5 minutos por cada red social. Por ejemplo, 5 minutos a Instagram, 5 minutos a LinkedIn, etc.
  2. No mires ni respondas inmediatamente a tus whatsapps. No seas esclavo de tu WhatsApp. Igual que con las redes, no interrumpas conversaciones importantes, eventos especiales con la familia o amigos ni momentos de ocio individuales por responder un mensaje. Los mensajes seguirán a la vuelta y no se habrá hundido el mundo. Por cierto, sal de los grupos de WhatsApp que no te aporten nada positivo o te generen más estrés. Olvídate de querer agradar a todo el mundo.
  3. Camina todos los días un mínimo de media hora. Actividades puramente analógicas como el ejercicio suave nos ayudan a mantener el contacto con la vida real más allá de la vida digital. Obligarte a caminar además te ayuda a estar en forma, a disfrutar del día, a observar el color de los árboles o el cielo, a sentir la sensación del sol y el aire en tu piel, a observar a la gente con la que te cruzas. En definitiva, para reconectar con la vida.
  4. Acepta y gestiona tu aburrimiento y ansiedad. Cada vez que sientas aburrimiento (en la sala de espera del médico, cuando vayas en transporte público o en un atasco de tráfico) o ansiedad (un problema que no te deja descansar la mente) es esencial que lo aceptes como emociones normales. Es una base fundamental de la inteligencia emocional, no huir de las emociones incómodas. En lugar de consultar tu móvil tratando de eliminar y escapar de esas emociones, acepta tu emoción, observa qué pensamientos provocan el aburrimiento o la ansiedad. Recuerda que acudir a lo digital quizá alivie a corto plazo tu estrés y ansiedad pero lo aumentarán en el medio largo plazo.
  5. Observa con curiosidad lo que sucede a tu alrededor. Hay un mundo maravilloso y lleno de belleza en el aquí y ahora, esperando siempre a ser descubierto por nosotros. Si nos ponemos las orejeras de burro mirando sólo nuestro smartphone nos perderemos todo lo que sucede en nuestro día a día, y la vida se nos pasará sin apenas habernos dado cuenta de nada. Si queremos vivir una vida plena y emocionalmente estimulante, necesitamos mantenernos despiertos, atentos y curiosos. La vida tiene mucho que ofrecernos si le damos la oportunidad, pero si le cerramos la puerta reduciendo todo nuestro foco a la pantalla de nuestro teléfono móvil, nos meteremos en un oscuro túnel adictivo y seremos muy infelices.

Hay mundo y vida más allá de lo digital. Si no gestionamos el uso consciente e inteligente de nuestros dispositivos digitales, seremos marionetas y esclavos de la tecnología, perderemos nuestra libertad y seremos mucho más débiles mental y emocionalmente, más dependientes de los likes, más ansiosos al creer (erróneamente) que los demás siempre son más felices o se divierten más que nosotros, y más vulnerables a la manipulación de los algoritmos y a los medios de comunicación.

¿Estás listo para empezar con tu plan de desconexión digital? Tu salud mental y emocional te lo agradecerán.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.


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Menos consejos y más coaching

La pasada semana, como cada tres años, renové mi certificación de coach con la International Coach Federation, y entre otros requisitos, los coaches estamos obligados a pasar un breve curso sobre ética profesional, y luego pasar con éxito un breve examen sobre los contenidos del curso. A mí me parece fantástico que al menos cada tres años se nos obligue a parar y reflexionar sobre los temas éticos de nuestra profesión de coaches, porque sin duda tenemos una gran responsabilidad en nuestro trabajo. Podemos hacer daño y perjudicar seriamente a las personas si no cumplimos unos estándares y principios éticos.

Uno de los aspectos éticos del coaching, aunque parezca chocante, es nuestro compromiso de evitar dar consejos a nuestros clientes. Para ello somos entrenados cuando nos formamos y certificamos, y desde luego si damos consejos no conseguimos pasar los exámenes que nos proporcionan la certificación.

Pero es sin duda uno de los retos más difíciles a los que nos enfrentamos, porque la educación que recibimos desde niños está basada en el consejo directo de nuestros padres, hermanos, profesores, amigos y mentores. Estamos programados para recibir consejos y los pedimos activamente en nuestra vida de adultos, y por supuesto también estamos programados para dar consejos y recomendaciones a nuestros hijos, hermanos, amigos y conocidos. Porque eso es lo que hemos entendido que era lo correcto para ayudar a alguien en una situación complicada. Nada más lejos de la realidad.

Como parte del curso sobre ética, leí el interesante artículo From the toolbox. Do you give advice to your clients? que revelaba el resultado de una investigación neurocientífica sobre qué nos sucede a las personas cuando alguien nos da un consejo directo de lo que deberíamos hacer. La investigación revelaba que cuando recibimos un consejo, sólo la parte racional de nuestro cerebro reacciona y se involucra, pero no nuestra parte emocional. Esto implica que, como somos seres emocionales y nos movemos fundamentalmente por emociones, no nos sentimos realmente comprometidos con los consejos que nos dan los demás. Y sin la parte emocional implicada, existen más probabilidades de que no hagamos nada, o que la decisión que tomemos sea inadecuada o incluso dañina para nosotros.

Estoy convencido de que los consejos satisfacen más al ego de quien los da que a los intereses de la persona que los recibe. La persona que da el consejo se siente orgullosa creyendo haberle solucionado la vida a la otra persona, y probablemente se auto-pavonee de lo inteligente que es, y de lo valiosa que es su experiencia. Pero en realidad no ha ayudado en absoluto a la persona a la que ha dado el consejo.

Es decir, cuando nos dan un consejo sobre una decisión difícil, nos están arrebatando la necesaria autonomía para tomar nuestra decisión. Y también abdicamos de nuestra responsabilidad sobre dicha decisión. Si seguimos el consejo, siempre podremos culpar a la otra persona si no salió bien. Y si por el contrario, seguimos el consejo y fue un éxito, ¿Quién fue el responsable del éxito de la decisión tomada? La persona que nos dio el consejo, claro. Así que tanto si la decisión derivada del consejo nos lleva al resultado deseado como si no, no asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones. Esto tiene consecuencias bastante importantes. Por ejemplo, no desarrollamos nuestra autoconfianza, nuestra autonomía ni nuestra capacidad para tomar decisiones difíciles. Nos hacemos dependientes de los demás y de alguna manera no maduramos porque siempre delegamos nuestra responsabilidad en las personas a las que pedimos consejo.

Además, si la persona que nos da el consejo tiene una relación de poder sobre nosotros (nuestro jefe, nuestro padre o madre, un profesor) nos sentimos presionados a seguir su consejo, porque sabemos que nos van a preguntar posteriormente si seguimos su consejo. Y en caso de no haberles hecho caso, sabemos que se van a sentir heridos o enfadados y eso hace que tendamos a hacer lo que nos han dicho, a pesar de no estar convencidos de que sea lo que realmente queremos. Este es un camino directo a vivir con arreglo a las expectativas y presiones de los demás y no por lo que realmente nos motiva en la vida.

Sin embargo, el coaching propone cambiar la tendencia que tenemos todos de depender de los demás para tomar las decisiones difíciles de nuestra vida, ya que en lugar de dar consejos hacemos preguntas abiertas para que la persona reflexione sobre las implicaciones de la decisión o dilema que quiere resolver, y sobre todo para que conecte con su sabiduría interior y finalmente tome una decisión que sea propia, no prestada de otra persona. Ahí nuestro cerebro límbico, responsable de las emociones, sí se involucra y se produce un compromiso real y total dentro del cerebro, aparte de la importantísima asunción de responsabilidad.

El gran psicoterapeuta Marshall Rosenberg dijo que antes de dar un consejo, deberíamos pensarlo hasta tres veces. He comprobado por comentarios de personas conocidas cómo muchos psicoterapeutas dan consejos directos a sus pacientes frecuentemente, y creo que todo terapeuta debería formarse en coaching, para darse cuenta del perjuicio que están ocasionando a sus pacientes aconsejándoles qué deben hacer en sus desafíos vitales y profesionales.

Cuando un psicoterapeuta da un consejo directo a su paciente, está limitando su capacidad de crear sus propias soluciones y de conectar con su sabiduría innata, está limitando su libertad y autonomía para decidir acorde con sus valores, está impidiendo su madurez emocional, que emerge cuando asumimos la responsabilidad sobre nuestras decisiones.

Quiero aclarar que no estoy generalizando respecto a que todos los psicoterapeutas dan consejos y recomendaciones a sus pacientes. Pero me preocupa escuchar frecuentemente testimonios directos de personas muy cercanas revelando que su psicólogo le ha dicho que tiene que hacer esto o lo otro.

La International Coach Federation admite varias alternativas al consejo. La principal es hacer preguntas abiertas y no condicionadas (es decir, evitando consejos disfrazados de preguntas) para que la persona desarrolle su propia solución y conecte con sus recursos internos. También podemos compartir ejemplos en términos generales sobre personas que han afrontado una situación similar de esta u otra manera, y luego preguntar al cliente qué piensa de esos ejemplos, cómo le resuenan con sus valores y su forma de ver el mundo. También es válido explicarles una herramienta práctica que puede servirles y preguntarles si la ven útil y valiosa para su situación concreta. Estas alternativas están devolviendo la responsabilidad a la persona, habilitando a la persona para diseñar su vida y tomar sus propias decisiones.

Como conclusión, si alguien te pide un consejo, sea un amigo, familiar o colega del trabajo, piénsatelo tres veces antes de darlo. Valora el perjuicio que estás causando a esta persona y las implicaciones que tiene. Y en vez de eso, puedes hablarle de un libro o de un curso que ha sido valioso para muchas personas en situaciones similares, ponerle ejemplos de lo que hicieron otras personas en su misma situación, o hacerle preguntas abiertas y no condicionadas. Quizá tu ego no engorde, pero sabrás que estarás apoyando de forma mucho más sana y sostenible a la persona que necesita tu ayuda o apoyo.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

Minimalismo: menos es más

En la película “Up in the air”, el personaje protagonista encarnado por George Clooney suele impartir una conferencia motivacional en hoteles de todo el mundo, y siempre lleva una mochila que usa como metáfora. Así es como empieza la conferencia:

“¿Sus vidas cuanto pesan? Imaginen por un segundo que llevan una mochila. Quiero que noten las correas sobre los hombros. ¿Las notan? Ahora quiero que la llenen con todas las cosas que tienen en su vida. Empiecen por las que hay en los estantes, en los cajones, las tonterías que coleccionan. Noten cómo se acumula el peso…Ahora cosas más grandes. Ropa, pequeños electrodomésticos, lámparas, toallas, la tele. La mochila ya pesa….Ahora cosas más grandes. El sofá, la cama, alguna mesa, métanlo todo dentro. El coche, añádanlo. La casa, un estudio o un apartamento de dos dormitorios. Quiero que introduzcan todo eso dentro de la mochila. Ahora intenten caminar. ¿Es difícil, no? Pues esto es lo que hacemos con nuestra vida diaria. Nos vamos sobrecargando hasta que no podemos ni movernos. Y no se equivoquen, moverse es vivir.”

“Ahora voy a prender fuego a esa mochila. ¿Qué quieren sacar? ¿Las fotos? Las fotos son para la gente que no puede recordar. Tomen Ginseng y quémenlas. Es más, dejen que se queme todo y imagínense despertando mañana, sin nada. Resulta estimulante, ¿No es así?”

La secuencia transmite un mensaje poderoso: nuestra vida está llena, demasiado llena y cargada de cosas. Y su peso nos impide crecer y transformarnos, es como un lastre que necesitamos ir aligerando poco a poco. En los últimos años ha emergido con fuerza la filosofía minimalista aplicada al estilo de vida, como una especie de ascetismo en el que voluntariamente los individuos minimalistas deciden reducir sus pertenencias y posesiones materiales al mínimo con el fin de purificar el espíritu y conectar con su esencia más trascendental.

Joshua Fields y Ryan Nicodemus, dos amigos norteamericanos, abandonaron sus carreras profesionales a los treinta años renunciando a sus sueldos estratosféricos, se deshicieron de la mayor parte de sus posesiones materiales y comenzaron a seguir un estilo de vida minimalista. Publicaron el libro “Minimalismo para una vida con sentido” y también protagonizaron un interesante documental sobre su experiencia. En ambos Joshua y Ryan hablan de su pasado, contaminado por el “sueño americano”, por el cual dedicaban interminables horas a su trabajo y una vida de placeres materiales que los llevó a la depresión. En lugar de intentar descubrir sus pasiones y vivir con sentido, se anestesiaban con caprichos efímeros, lo que solo les generó más deudas, estrés e infelicidad.

Descubrieron el minimalismo y decidieron transformar sus vidas. Eliminaron drásticamente los excesos materiales de su vida (en el documental vemos cómo viajan con tan sólo un pequeño trolley donde llevan todo lo que necesitan para su vida) y de esa forma pudieron centrarse en lo realmente importante: la salud, las relaciones personales, las pasiones, el crecimiento personal y la mejora de la sociedad.

Para transformar nuestra vida y seguir el camino del minimalismo, necesitamos aligerar nuestra mochila. Cuando comemos demasiado, nos sentimos pesados, sobrecargados, con dolor de estómago. Y a veces incluso el cuerpo necesita echar fuera la comida sobrante para volver a retomar el equilibrio. Nuestra mente funciona igual que nuestro cuerpo. Si la alimentamos con un exceso de experiencias, estímulos, información, compromisos sociales u objetos materiales, también se sentirá agotada, sobrecargada, estresada y confusa. La solución para disfrutar de una mente plena y un cuerpo en forma en este mundo lleno de excesos es parar, depurar y descansar frecuentemente.

Vamos a ver cómo aplicar el minimalismo en varios ámbitos que nos saturan, nos estresan, nos confunden y nos impiden centrarnos en lo realmente importante. Y esto lo hacemos a través de 4 dietas en nuestra forma de vida.

  1. La dieta informativa. Necesitamos reducir nuestra exposición a los medios de comunicación si no queremos volvernos locos o terminar con estrés crónico. La cantidad de noticias exageradas y redundantes que recibe nuestra mente es brutal. La mente está saturada, y más aún en el último año por la sobreinformación acerca de la pandemia. Adicionalmente, dicha sobreinformación es nefasta, pesimista y aterradora en un porcentaje abrumador. Y luego están las fake news, que han irrumpido con enorme fuerza provocando una gran confusión y ansiedad en las personas, que ya no saben qué es verdad y qué es mentira.
  2. La dieta tecnológica. Otro de los aspectos de nuestra era que nos genera un embotamiento mental es la tecnología. Igual que la información, la necesitamos. Pero igual que la información, es urgente que reduzcamos nuestra exposición a ella. Los psicólogos afirman que tenemos una auténtica adicción y relación patológica con nuestro teléfono móvil. Pasamos una cantidad de horas impresionante ante la pantalla de nuestro teléfono móvil o nuestro portátil perdiendo nuestro tiempo y energía en un montón de basura: memes estúpidos, videos sin gracia, comentarios superficiales en los grupos de WhatsApp o fotos de influencers en las redes sociales vendiéndonos una vida ideal de cartón piedra.
  3. La dieta alimenticia. En el mundo ya mueren más personas por comer mal o comer en exceso que por hambre. Esta increíble paradoja nos debe hacer reflexionar sobre qué comemos, cuanto comemos y cómo comemos. Necesitamos aplicar el minimalismo para comer sólo lo que necesita nuestro cuerpo en cada momento, para comer de manera más consciente y saborear realmente los alimentos y para reducir los alimentos ultraprocesados y las grasas insanas. Y es urgente que dejemos de usar la comida para suplir nuestras carencias emocionales.
  4. La dieta consumista y material. Cuando nos sentimos perdidos y confusos, buscamos eliminar estos incómodos sentimientos comprando cosas sin control. Compramos todo tipo de objetos, ropa o accesorios que realmente no necesitamos. Si nos paráramos a pensar dos veces sobre si realmente necesitamos algo que estamos a punto de comprar, probablemente compraríamos la mitad o menos de las cosas que compramos. El crecimiento infinito de nuestra demanda materialista (nunca estamos satisfechos y acumulamos un montón de posesiones en nuestras abarrotadas casas) está causando estragos en nuestro planeta, siendo uno de las causantes del cambio climático, y cada vez es más urgente reaccionar porque al ser humano le queda poco tiempo antes de destruir el planeta donde vive, y por ende, el futuro de su propia especie. Necesitamos ser responsables y reducir nuestro consumo radicalmente.

Todos podemos aplicar el minimalismo en nuestras vidas. Nuestra mente y nuestro cuerpo nos lo van a agradecer. Vamos a sentirnos más ligeros de equipaje, más libres, con más claridad mental y más equilibrados emocionalmente. Como dice George Clooney en la película, nuestras mochilas sobrecargadas nos impiden movernos, y moverse es vivir.

Simplifica tu vida y no sólo ganarás un mayor bienestar, sino también contribuirás con tu granito de arena a salvar nuestro planeta y a las futuras generaciones. Menos es más.

 

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

Los 4 juegos emocionales tóxicos

En este post te invito a repasarlos uno por uno para asegurarte de que no estás jugando a ninguno de estos juegos emocionales tóxicos. Y si de pronto reconoces o intuyes que sí estás cayendo en alguno de ellos, tienes la oportunidad de empezar a cerrar las heridas pendientes y dejar de jugar a dichos juegos:

1. El Victimismo. ¿Te sueles hacer la víctima en alguna situación actual de tu vida? ¿Quién suele sufrir tu victimismo? Si es así, puedes elegir ahora mismo dejar de practicar el victimismo. Deja de culpar a los demás o a elementos externos por tus problemas, abandona ese vicio de intentar dar pena a los demás diciendo que nadie te quiere o nadie te entiende. y asume la responsabilidad de tu vida y de tus emociones. O quizá necesitas hacer una petición clara y asertiva a alguien, para cubrir tus necesidades emocionales. Para ello, te puede resultar interesante este otro post que escribí sobre cómo comunicarse en un conflicto de manera constructiva.

2. El Resentimiento. ¿Sientes resentimiento hacia alguien en estos momentos? ¿Sientes resentimiento hacia la vida por alguna desgracia que haya sucedido en el pasado o por la situación difícil que estás viviendo? Te animo a que te respondas con total honestidad. El resentimiento viene normalmente de una historia falsa que te contaste sobre alguien o sobre algo (quizá por generar unas expectativas demasiado elevadas) y es un veneno que te estás tomando cada día. Si quieres liberarte, puedes elegir perdonar a la persona que te hirió. O tal vez quieres perdonar a la vida o al universo, para estar en paz. Recuerda que perdonar es algo que haces por ti y por tu bienestar, no lo haces por nadie más.

3. El Verdugo. ¿Sueles castigar a alguien en tu vida? ¿Sueles actuar como un verdugo con esa persona o personas? Quizá estás herido/a y no has cerrado tu herida, y descargas ese resentimiento gritando, juzgando, criticando, marginando, haciendo silencios castigadores o haciendo chantaje emocional a la persona por la que sientes resentimiento. O incluso algo peor, utilizando la violencia física. Recuerda que puedes elegir ahora mismo liberarte de esta carga emocional, perdonando y aceptando a la persona o personas a las que castigas. O quizá necesitas hacer una petición clara y asertiva a esas personas, para cubrir tus necesidades emocionales.

4. La Culpabilidad. ¿Te sientes culpable por algo que hayas hecho o dicho? Quizá tienes un patrón de excesiva autoexigencia, lo que te lleva a juzgarte muy severamente y generar unas expectativas demasiado elevadas sobre ti como persona. Recuerda que eres un ser humano, y como tal, no eres perfecto/a. Por tanto, es hora de perdonarte, de hacer las paces contigo. No eres culpable de nada. Tal vez no has tomado siempre las mejores decisiones, o has cometido errores en tu vida, pero eso no te convierte en culpable. Ha llegado la hora de aceptarte incondicionalmente, y de perdonarte.

Puedes elegir hoy mismo cerrar y cicatrizar todas tus heridas, para que dejen de condicionarte y limitarte en tu vida, y para que dejen de generarte un sufrimiento innecesario. Puedes elegir hoy mismo estar en paz con todas las personas que conoces, estar en paz con la vida, y estar en paz contigo mismo/a.

Y si quieres profundizar y desarrollar tus competencias emocionales para potenciar tu nivel de desarrollo emocional y no jugar nunca más a estos juegos emocionales tóxicos, puedes inscribirte a mi primer programa MBSR de Mindfulness, que voy a impartir totalmente on line a partir de septiembre, pinchando en el siguiente link: Más información e inscripción

 

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

¿Gestionar o liderar el cambio?

No hace falta que te diga que vivimos en un mundo en vertiginoso y constante cambio porque todos lo estamos viviendo (o sufriendo) en nuestras propias carnes. El cambio constante a nivel social, económico y también en nuestro entorno profesional, genera una gran incertidumbre, por el hecho de no saber qué va a suceder con nuestra vida no ya dentro de unos años, sino dentro de 3 meses o incluso menos. Tenemos la combinación perfecta (cambios e incertidumbre constante) para que sintamos ansiedad y estrés crónicos, y para que vayamos como pollos sin cabeza por nuestra vida, sin un foco ni rumbo claros.

La pregunta es ¿Cómo gestionar nuestras emociones en este entorno? ¿Qué hacer para tomar las mejores decisiones y aprovechar las oportunidades que nos ofrece este mundo tan cambiante e incierto? Porque lejos de estabilizarse, la tendencia es que se aceleren cada vez más los cambios y se intensifique la sensación de incertidumbre, así que no tenemos más remedio que aprender a manejarnos en este mundo tan complejo.

Hay dos habilidades, desde mi experiencia, en las que debemos entrenarnos. Una es la gestión o manejo de los cambios que nos sobrevienen inevitablemente, que es un entrenamiento muy concreto. La otra habilidad es la de liderar los cambios que nosotros queremos ver en nuestra vida. Ambas son fundamentales si queremos vivir la vida que queremos, si queremos ser líderes de nuestra organización y referentes en el sector donde desarrollemos nuestra carrera profesional. Ambas son críticas si queremos tener un auténtico y sostenible bienestar mental y físico, y si queremos hacer algo valioso por este mundo. Voy a analizar cada una de estas habilidades, y te recomendaré qué disciplinas o estrategias te pueden ayudar a desarrollar ambas habilidades.

1. GESTIONAR LOS CAMBIOS. Como he dicho, hay un montón de cambios y situaciones inciertas que nos llegan y nos afectan a todos, y no podemos hacer nada para evitarlo, forma parte del mundo en el que vivimos. Una reorganización en la empresa en la que trabajas y que termina afectando a tu trabajo, una regulación o ley nueva que implica costes o perjuicios para tu economía familiar, una nueva herramienta tecnológica que tu empresa implanta y que tienes que dominar de forma obligatoria, o un cambio de jefe con una forma de trabajar totalmente diferente a la que estabas acostumbrado/a. Estas son situaciones cambiantes típicas que remueven los cimientos de tu estabilidad y generan tensión, preocupación, miedo y estrés. La clave con este tipo de situaciones no es tratar de evitarlas, sino estar preparado/a para cuando lleguen. Porque van a llegar sí o sí. Y van a poner a prueba tu capacidad de adaptación y flexibilidad así como tu manejo de las emociones.

¿Qué estrategias podemos usar para aumentar nuestra capacidad de adaptación y la gestión emocional? Sin duda, aprender la técnica del mindfulness (atención plena). Es la mejor herramienta que conozco para gestionar los cambios y la incertidumbre. El mindfulness es un entrenamiento mental para estar presente, focalizado/a en el aquí y ahora, aceptando la experiencia que estés teniendo aunque sea desagradable. El mindfulness te entrena, por tanto, en la aceptación de las cosas tal y como son cuando no puedes cambiarlas. No se trata de rendirte ni de resignarte, sino de ser inteligente y no pegarte cabezazos frente a un muro cuando no puedes derribar dicho muro.

Aunque gestionar el cambio no deja de ser una actitud reactiva, porque reaccionamos ante algo que se nos pone enfrente, es clave aprender y entrenarse para responder de forma adecuada y positiva. La aportación del famoso psiquiatra Viktor Frankl puede servirnos de gran inspiración, ya que su trágica experiencia le enseñó que el ser humano tiene la capacidad de elegir su actitud ante cualquier circunstancia, aunque sea tremendamente dramática o crítica. En esa capacidad de elegir, decía Frankl, reside nuestra libertad, y en esa libertad la plenitud de nuestra vida. Por lo tanto, todos tenemos la capacidad para establecer un espacio entre el estímulo y nuestra respuesta, en lugar de reaccionar automáticamente desesperándonos, enfadándonos con el mundo o haciéndonos la víctima. Y el mindfulness nos enseña a no responder de forma impulsiva, sino a parar y a elegir nuestra respuesta, que será la más productiva y positiva.

2. LIDERAR LOS CAMBIOS. A diferencia de la reactividad de gestionar el cambio, liderar el cambio tiene un carácter proactivo. Significa que tratamos de diseñar nuestro futuro, que nos marcamos unas metas a largo plazo, y luego establecemos un plan de acción para lograr los objetivos. Con esta habilidad estamos liderando los cambios que queremos implementar en nuestra carrera profesional o en nuestra vida personal. Esta habilidad es clave porque si sólo gestionamos los cambios que nos llegan, probablemente nunca llegaremos a vivir la vida que queremos, siempre estaremos en modo «apagafuegos», lo cual no es suficiente. Si queremos ser líderes en nuestro entorno y alcanzar el éxito en cualquier ámbito, no nos queda más remedio que empezar a impulsar los cambios, lo que implica reflexionar sobre qué es lo que queremos, una cuestión altamente complicada para la mayoría de las personas, que no saben realmente lo que quieren.

El cambio al que me refiero aquí incluye cambiarse a uno mismo/a, que es uno de los desafíos más difíciles para un ser humano. Cambiarse a uno mismo/a para mejorar como persona y como profesional, para desarrollar nuestro potencial, para dar lo mejor de nosotros con el fin de mejorar este mundo.

¿Qué estrategias o apoyos podemos utilizar para entrenarnos en la habilidad de ser líderes de nuestro propio cambio? Obviamente, un proceso de coaching con un coach profesional es algo fundamental porque a través de tu proceso vas a aprender y a practicar con las herramientas clave para liderar tu vida y tu carrera, porque el coaching te va a obligar a asumir la responsabilidad evitando las excusas y los victimismos, algo necesario para ser proactivo/a y empezar a impulsar los cambios que quieres lograr en tu vida. Una de las herramientas del coaching es la creación de tu visión personal a 10 años, que yo personalmente utilizo en todos los procesos de coaching con mis clientes. La visión a 10 años te ayuda a identificar qué es lo que realmente quieres para tu vida, te proporciona foco para no perderte en la maraña de cambios constantes, urgencias permanentes y presiones de los demás.

Además de la visión y otras herramientas, en un proceso de coaching te voy a hacer muchas preguntas, preguntas a las que no estás acostumbrado/a, porque nadie nos hace, ni siquiera nosotros. Son preguntas que te harán darte cuenta de obstáculos y barreras internas que están impidiéndote avanzar hacia tus objetivos, y también de fortalezas que tienes que ni te imaginas. Las preguntas de un coach te impulsan también a tomar las riendas de tu vida, y liderar el cambio que quieres ver en tu entorno, con un plan de acción claro y por etapas, que es otra de las herramientas esenciales de la habilidad de liderar el cambio.

Resumiendo, la habilidad de gestionar el cambio es absolutamente crítica hoy en día porque hay muchísimos cambios que vamos a tener que digerir y asimilar a lo largo de los años de vida que nos quedan, y cuanto antes lo hagamos mejor que mejor, menos energía derrocharemos innecesariamente. Por otro lado, la habilidad para liderar el cambio es igualmente importante, ya que nos permite adelantarnos, y no dejarnos llevar por la marea de los cambios, sino establecer una hoja de ruta con un mapa bien definido que, con flexibilidad y constancia, nos llevará a descubrir la grandeza que tenemos dentro, y nos aportará los máximos niveles de motivación y rendimiento posibles.

Así que a la pregunta de ¿Qué es más importante, gestionar o liderar el cambio? mi respuesta es que ambas. Lo bueno es que tenemos a nuestro alcance herramientas y estrategias efectivas para lograr desarrollar ambas habilidades, que van a ser cada vez más importantes en el futuro, no ya para el éxito personal y profesional, sino incluso para la pura supervivencia en un mundo altamente complejo e hipercompetitivo. Puedes empezar ahora mismo, ya sea contratando un proceso de coaching, o bien apuntándote a un curso de mindfulness (en breve comunicaré la fecha de mi próximo curso de mindfulness, si te interesa formarte en mindfulness o información sobre un proceso de coaching conmigo, escríbeme a través del formulario de la web).

Y si quieres ir abriendo boca, puedes comprar mi último libro «7 hábitos de mindfulness para el éxito», pinchando en el siguiente link: Comprar el libro

O también puedes leer mi primer libro, «Zen Coaching», pinchando en el link: Comprar libro

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

Los 3 hábitos tóxicos de la mente

Una mente no entrenada se convertirá casi con seguridad en nuestro peor enemigo. Sin embargo, una mente bien entrenada se convertirá en el mejor de nuestros amigos. Uno de mis grandes objetivos es enseñar a los demás lo que yo mismo he aprendido sobre el funcionamiento de la mente. Porque es una máquina impresionante si la sabemos utilizar y manejar. Y la única forma de dominar a la mente es conociéndola y entendiéndola.

Uno de los aspectos esenciales para conocer la mente son los comportamientos repetitivos o patrones, que hemos aprendido desde que nacemos y que sin embargo, nos generan un enorme sufrimiento sin ser conscientes. Es decir, los hábitos mentales tóxicos. Yo destacaría ahora mismo tres fundamentales:

  1. Juicios o prejuicios. Somos máquinas de emitir juicios y prejuicios de forma permanente. De alguna forma emitir juicios no es siempre malo, y de hecho, son necesarios para guiarnos en la vida, y no cometer errores del pasado. Sin embargo, ¿Cuantos errores cometemos también por dejarnos llevar por dichos juicios o prejuicios? ¿Cuantas oportunidades o experiencias nos estamos perdiendo en la vida o el trabajo por dejarnos condicionar por esos juicios? Los juicios contaminan la experiencia tal como es, y seremos muy ingenuos si pensamos que estamos realmente viendo y experimentando la realidad tal como es. En realidad filtramos con las gafas del juicio toda experiencia, hasta el punto que nos alejamos de la verdadera vida si no nos damos cuenta de esto.Un ejemplo de cómo los juicios nos perjudican es cuando alguien nos está contando algo, y nosotros nos creamos inmediatamente nuestra idea preconcebida de lo que nos cuenta, y en ese instante ya hemos dejado de escuchar a la persona. Los juicios, además, generan mucho más estrés en nosotros de lo que imaginamos. En el momento en que decimos «Es una situación horrible» o «Mi compañero es un hipócrita» estamos generando una tensión innecesaria, además de estar filtrando la realidad de modo totalmente subjetivo. Los juicios y prejuicios cierran nuestra mente progresivamente hasta convertirnos en personas rígidas y sin empatía.
  2. Las expectativas. También estamos fabricando expectativas de manera constante sobre absolutamente todo. «Seguro que me va a salir muy bien el examen porque me he esforzado mucho», «Espero disfrutar mucho y relajarme en las vacaciones», «Seguro que en esta fiesta voy a disfrutar muchísimo», «Espero que me aumenten el sueldo este año» son expectativas. ¿Qué nos provocan normalmente estas expectativas? ….Frustración y decepción. Porque un altísimo porcentaje de las situaciones de la vida no son como lo habíamos imaginado, no son tal y como esperábamos que fueran. Por tanto, una persona que no domine esta generación automática y constante de expectativas está garantizándose sufrimiento y frustración para toda la vida. ¿Merece la pena? ¡Ojo! Digo lo mismo que con los juicios: no es que sea malo, en esencia, generar expectativas. Lo negativo y tóxico es no ser consciente de este hábito mental y por tanto, estar esclavizado por él. Y eso es lo que le ocurre a la mayoría de las personas, que no son conscientes de cómo las expectativas están generando una y otra vez frustración, enfado, desengaño, y destrucción de su autoestima.
  3. Los deseos. La sabiduría ancestral budista se centra en este hábito mental de forma muy especial, hasta el punto de definirlo como la principal fuente del sufrimiento humano. Estaremos de acuerdo en que también emitimos deseos constantes sobre todo, tanto positivos como negativos. Es decir, «deseo tener un nuevo móvil», «deseo que no me despidan», «deseo no sentir dolor de cabeza», «deseo que nos concedan el proyecto», «deseo que mis hijos me escuchen», «deseo que mi pareja haga lo que yo quiero», etc. Somos adictos a desear experiencias, vivencias y sensaciones agradables, y a no desear (o a sentir aversión por) experiencias y sensaciones desagradables. Y la adicción nos resta libertad. El deseo tiene una implicación tóxica: el querer que la realidad sea de una determinada manera, es decir, supone un intento por nuestra parte de manipulación de la vida, algo imposible y condenado al fracaso inevitablemente. Y ese fracaso implica infelicidad, contracción y estrés.Por supuesto, hay deseos tremendamente positivos y necesarios, como cuando queremos mejorar como personas, cuando queremos desarrollar alguna habilidad nueva, o potenciar nuestra carrera profesional, o mejorar cualquier aspecto de nuestra vida. Estos deseos nos ayudan a crecer y a salir de nuestra zona de confort. Sin embargo, si nos apegamos demasiado a dichos deseos, si hipotecamos nuestra felicidad a la consecución de dichos objetivos, estaremos siendo esclavos de nuestros deseos y objetivos. Y esto tiene que ver con dejar de ser libres.

Como conclusión a este repaso, es imposible dejar de emitir juicios, deseos y expectativas. Porque es algo que nuestra mente ha aprendido e interiorizado de forma inconsciente, y además los 3 hábitos a veces nos ayudan y benefician. Sin embargo, debemos permanecer muy atentos y despiertos a las consecuencias de dejarnos arrastrar constantemente por ellos, porque de lo contrario viviremos una vida sin libertad, presos de dichos hábitos que en muchísimos momentos son tremendamente tóxicos, nos alejan de la auténtica vida, cierran nuestra mente, eliminan nuestra flexibilidad y devastan nuestra felicidad y equilibrio emocional.

La mejor herramienta que tenemos está, cómo no, dentro de nosotros, y es la conciencia. Ser conscientes de que estamos emitiendo un prejuicio sobre una persona y cómo eso nos puede condicionar, darnos cuenta de que estamos deseando que una situación no suceda o no haya sucedido (y de la consecuencia negativa de resistirse ante la vida) o ser conscientes de que estamos generando una expectativa y cómo eso cierra nuestra mente y la convierte en rígida, es crucial, y de hecho, es la clave para desactivar el enorme poder que tienen sobre nosotros y sobre nuestra felicidad estos 3 hábitos tóxicos mentales.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

El estímulo y la respuesta

En las conferencias y cursos que imparto sobre Mindfulness hay un aspecto que siempre destaco: el estímulo y la respuesta.

En nuestra vida recibimos millones de estímulos a diario, a una velocidad vertiginosa. Estímulos externos o internos. Ejemplos de estímulos externos son un whatsapp, un correo electrónico, un atasco de tráfico repentino, un grito de un compañero o jefe en el trabajo, una crítica o elogio de alguien en una reunión. En cuanto a estímulos internos, me refiero a pensamientos (se dice que llegamos a producir unos 70.000 pensamientos al día), emociones y sensaciones físicas.

Así que junta todo eso y sale un cóctel difícil de digerir para nuestro cerebro. El comportamiento habitual del cerebro es reaccionar automáticamente ante estos estímulos, y en principio esta reacción no está mal. Es más, es un modo de supervivencia y ahorro de energía de nuestro cerebro.

Sin embargo, muchas veces esta reacción automática, sin pensar la respuesta, nos causa enormes problemas personales, estrés, ansiedad y sufrimiento innecesarios. También nos lleva a convertirnos en marionetas de la tecnología, como avisan numerosos expertos en comportamiento humano, ya que reaccionamos a los tentadores estímulos de nuestros dispositivos móviles sin ser conscientes, de forma compulsiva, y muchas veces en situaciones en las que no es apropiado. Por ejemplo, cuando estamos en una reunión de trabajo o en una comida con nuestra familia y recibimos un whatsapp o e-mail. Muchas veces lo leemos e incluso respondemos sin darnos cuenta de que estamos manifestando una falta de interés o de respeto hacia las personas con las que estamos compartiendo ese momento.

En estas situaciones, entre el estímulo y nuestra respuesta no hay un espacio para pensar dicha respuesta. Simplemente, nos dejamos llevar por nuestro inconsciente para responder de forma automática. Y la mayoría de las veces, dicha respuesta automática no es la mejor que podemos dar.

Cuando alguien nos critica o dice algo que nos duele, muchas veces nuestra respuesta automática es atacar y defendernos, generando más conflicto y por supuesto más estrés en nuestra vida. En lugar de parar unos segundos a procesar la crítica o el ataque y pensar la respuesta, nos dejamos llevar por nuestro instinto agresivo.

El piloto automático también nos domina cuando aparecen cambios negativos en nuestro trabajo o vida personal. Aquí aparecen nuestras resistencias y miedos inconscientes, lo que genera una mala gestión de dicho cambio, ya que la mejor forma de manejar una situación de cambio o incertidumbre es abrirse a lo que pueda aportarnos dicha situación, en lugar de rechazarlo o resistirnos a él.

¿Cual es la alternativa? Aprender a generar una pausa o espacio entre los estímulos y mi respuesta, con el fin de pensar antes de actuar, con el objetivo de dar una respuesta más adecuada o positiva frente a ese estímulo. Cuando somos conscientes, somos mejores personas, más responsables, más inteligentes y empáticas. Por lo tanto, cuando generamos ese espacio de consciencia, respondemos desplegando todas nuestras capacidades y habilidades.

Viktor Frankl, famoso neurólogo y psiquiatra, fundador de la logoterapia, sobrevivió durante 3 años a los campos de concentración nazis Auschwitz y Dachau. Después de esta experiencia terrible, escribió numerosos libros en los que reflexionaba sobre el ser humano y el sentido de la vida. Su obra más conocida es «El hombre en busca de sentido», y en la cual escribe su famosísima reflexión: «Entre el estímulo y la respuesta siempre hay un espacio. En este espacio reside nuestra libertad y nuestra capacidad para elegir la respuesta. Y en esta respuesta reside nuestro crecimiento personal y nuestra felicidad. Siempre podemos elegir nuestra respuesta y nuestra actitud ante las situaciones de nuestra vida, da igual lo críticas o dolorosas que sean.»

Viktor Frankl

Nuestra vida sería mucho más plena y feliz si entrenáramos nuestra capacidad para generar ese espacio entre los estímulos y nuestra respuesta. También tomaríamos mejores decisiones, viviríamos con mucho menos estrés, y proyectaríamos hacia el exterior una imagen de autocontrol y equilibrio emocional. Mantendríamos una actitud más abierta ante los cambios y dificultades de la vida, y evitaríamos la actitud de ataque y defensa automáticos que tantos problemas y sufrimiento nos ocasiona. Y todo ello nos llevaría a una drástica mejora de nuestra autoestima y autoconfianza. Porque simplemente estaríamos dando lo mejor de nosotros, como personas y profesionales.

El mindfulness es una disciplina de entrenamiento mental para generar y aumentar el espacio entre el estímulo y la respuesta. Una forma práctica de lograrlo es con lo que yo llamo la pausa mindfulness. Por ejemplo, imagina que estás concentrado en una tarea importante en tu trabajo y notas cómo el móvil está recibiendo varios e-mails y whatsapps. La pausa mindfulness nos ayudaría a no dejarnos llevar por la tentación de interrumpirnos y consultar dichos mensajes, con el fin de continuar y terminar con la tarea importante.

Otro ejemplo de pausa mindfulness es hacer una parada de un minuto en la mitad de la mañana. Durante ese minuto primero ponemos consciencia en nuestra respiración, observándola, conectando conscientemente con ella. A continuación, ponemos el foco en cómo llevamos los objetivos del día, por si debemos reenfocar nuestra agenda y evitar dedicar nuestro valioso tiempo a las urgencias o temas poco importantes. O también podemos chequear si la tarea que estamos realizando es la más importante en ese instante.

Esta pausa mindfulness nos va a permitir ser más conscientes de la calidad de nuestro trabajo, con el fin de que poco a poco vayamos focalizándonos en lo verdaderamente importante.

Recuerda. En el espacio entre el estímulo y nuestra respuesta está la clave de nuestra libertad y nuestra felicidad. Y todos podemos aprender a generar dicho espacio en nuestra vida y en nuestro trabajo, mediante entrenamiento, compromiso y constancia.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Lista de cosas para dejar de hacer

Vivimos en un mundo de hacedores humanos. Nos pasamos el día haciendo mil cosas a toda velocidad, sin pararnos un momento a descansar, a tomar conciencia de qué estamos haciendo, de cómo lo estoy haciendo, o para qué. Como no nos da tiempo, caemos frecuentemente en la multitarea, que genera improductividad y una degradación de nuestra atención y concentración, y por tanto, un deterioro de la calidad de nuestro trabajo o ejecución de tareas. Además, esa actitud nos estresa y genera ansiedad, además de destruir lentamente nuestra autoestima y autoconfianza.

Es como una carrera sin fin, una huida hacia adelante de nuestro ser. Porque como dice la maestra Zen Ginny Whitelaw, autora del libro «El líder Zen», cuanto más estamos en el «hacer», menos estamos en el «ser».

¿Realmente son tan importantes las tareas y actividades a las que dedicamos nuestro valiosísimo tiempo diario? Desde luego que no. Al contrario, la mayoría de ellas son bastante superfluas, por no decir estúpidas. Derrochamos el tiempo con actividades que no nos aportan nada positivo. Y convenzámonos de una vez por todas: no hay tiempo para hacer todas las cosas que queremos. El tiempo es limitado, sólo tenemos 1440 minutos cada día, y no son recuperables.

Jim Collins, autor del excelente libro «Empresas que sobresalen», propone una idea genial: confeccionar una lista de cosas para dejar de hacer. La idea surgió porque uno de sus asesores le hizo la siguiente pregunta:

«Imagina que te han diagnosticado una enfermedad rara e incurable, y que sólo te quedan 10 años de vida. ¿Qué harías de otra manera? Y concretamente. ¿Qué dejarías de hacer?»

A Jim le pareció una idea asombrosa y poderosa, y desde entonces, todos los años redacta una lista de cosas para dejar de hacer. ¿No es genial? Todos necesitamos realizar este ejercicio de reflexión, porque la sociedad y nuestra educación nos llevan, sin darnos cuenta, a una vida basada en el hacer y el resultado final,  y no en el ser ni en el proceso. Por eso, es tan habitual que no nos permitamos ni cinco minutos de «no hacer nada», lo cual es tremendamente reparador y mentalmente muy sano.

Te sugiero, por tanto, que en primer lugar te imagines que vas a morir dentro de 10 años. Dijo Steve Jobs que «la muerte es el mejor invento de la vida», en su famoso discurso de Stanford. Y es verdad. Porque nos quita toda la tontería que llevamos encima, y nos proporciona la adecuada perspectiva darnos cuenta de la poca importancia que tienen las cientos de actividades y tareas que realizamos en el día. Nos da la perspectiva para vivir la vida con mayúsculas, aprovechando cada minuto con plenitud.

Con esa perspectiva de que tu tiempo es limitado (que es totalmente cierto), empezarás a discriminar, y a eliminar tareas poco importantes. Pero hay que atreverse. Porque los demás están acostumbrados a vernos en el modo multitarea, sin parar, sin descansar. Y de pronto van a desconfiar de un cambio tan profundo. Pero es cuestión de tiempo, de reeducar a los demás, incluso diría de influenciarles mediante el ejemplo personal. Algunas tareas clásicas de este listado de cosas para dejar de hacer podrían ser:

– Ir a reuniones de trabajo o compromisos sociales que no te aportan nada.
– Ver la TV por inercia, simplemente para no tener que pensar.
– Leer los 150 e-mails que recibes cada día. ¿Es realmente necesario? Un 80% de ellos no son importantes, recuérdalo.
– Hacer un montón de tareas que podrías delegar o simplemente, no hacer y no pasaría nada.
– Trabajar 10 o 12 horas diarias. ¿Para qué?
– Ir a hacer deporte a toda prisa, con estrés, para volver corriendo a la oficina.
– Comer un sandwich de máquina en 10 minutos para seguir trabajando y terminar todo lo pendiente.
– Y en casa, si quisiéramos, podríamos estar haciendo cosas las 24 horas: limpiar, ordenar, arreglar, recolocar, etc.

Si nos comprometemos con el listado de cosas para dejar de hacer, y vamos tachando tareas y cosas de la lista, nos daremos cuenta de que «no pasa nada», y nos reíremos cariñosamente de nosotros mismos, de nuestra ingenuidad (creer que todo era tan importante y crítico, qué estupidez!). Y sentiremos una claridad mental y una libertad hasta entonces desconocidas. Lo digo por experiencia propia.

Empieza a escribir tu listado personal. También lo puedes llamar el listado de tus escapes de energía, es decir, todo lo que haces y te quita energía en el día a día, tanto en tu trabajo como en tu vida personal. Jim Collins dice en su libro que desde que empezó a hacerlo, lo ha repetido cada año. Porque cada año cambian mucho las cosas, surgen nuevos desafíos y problemas, y debemos revisar y actualizar el listado. Siempre con el objetivo de asegurarnos de que estamos dedicando nuestro tiempo y energía a lo que realmente merece la pena, a lo que nos aporta algo valioso, a lo que contribuye a que vivamos una vida más plena y feliz. Y sobre todo, para conectar con nuestro Ser, del que nos hemos ido alejando desde hace muchos, muchos años. Y por eso hemos perdido nuestra motivación, nuestra energía y nuestra ilusión de antaño. La buena noticia es que tu Ser sigue ahí, esperándote a que dejes de empantanarte con miles de tareas inútiles que te alejan de ti mismo y de tu potencial.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Hoy tienes todo el tiempo del mundo

Hace un par de semanas me entrevistaron en el programa  de RNE “Viaje al centro de la noche” sobre la importancia de “perder el tiempo”. Si quieres escuchar mi intervención, pincha en Entrevista radio.Empieza en el minuto 29.40.

Un par de días después, mientras escuchaba el programa completo, me gustó descubrir una canción antigua de Manolo Otero que pusieron y que nunca había oído (mismo link, minuto 26.46) Empieza así:

“Hoy tengo tiempo. Tengo todo el tiempo del mundo…para pensar en nosotros, para pensar en ti y en mí…y en todas las pequeñas cosas que nos rodeaban y que entonces no comprendí….”

Quizá parezca una tontería, pero escuchando esta canción sentí una sensación de abundancia, de plenitud, y sobre todo de alivio. Sí, de alivio. Porque el mensaje que recibo permanentemente en la sociedad de hoy es: “No tengo tiempo”. Nadie tiene tiempo para nada, nadie te escucha de verdad, todo el mundo va corriendo de aquí para allá, sin rumbo, sin dirección, sin foco. Es algo que experimento a diario, a través del contacto que tengo con cientos de directivos por mi trabajo como coach y conferenciante. Y la sensación es asfixiante, estresante y desesperanzadora.

Por eso, esta canción me devolvió de forma experiencial a la auténtica realidad: que efectivamente tenemos mucho tiempo, si queremos. Tenemos todo el tiempo del mundo para lo realmente importante de nuestra vida, si lo elegimos así. Eisenhower decía que hay muy pocas cosas importantes, y tenía toda la razón. Por eso, si consiguiéramos abstraernos de tanto ruido y pudiéramos tener una total claridad mental, nos daríamos cuenta de cuanta verdad hay en la frase: “Tenemos todo el tiempo del mundo”.

Piensa un momento en qué harías si de verdad estuvieras convencido de que hoy tienes todo el tiempo del mundo. ¿Qué pasaría en tu vida? ¿Cómo actuarías? ¿Cómo te sentirías?

Tal vez te darías la oportunidad de escuchar con tus cinco sentidos a tu hija, o de hablar sin prisas con tu pareja (apagando el televisor), o tal vez te sentirías mucho menos tenso y con mejor humor de lo habitual. Probablemente te permitirías bromear y reir, o disfrutar de tu música favorita. En definitiva, se abre un enorme abanico de posibilidades nuevas y maravillosas. Así que ¿Por qué no recordarnos a cada instante la frase: tengo todo el tiempo del mundo?

Haz la prueba. Decide hoy que, pase lo que pase, tienes todo el tiempo del mundo. Tómate las cosas con más calma, con más atención, haz todo con más cuidado, con más mimo. Y siente la libertad que da elegir tu tempo, tu ritmo, y no el que te imponen los demás.

JAVIER CARRIL. Coach, conferenciante y escritor. Visita mi web: http://www.zencoaching.es/
Autor de los libros Cuentos para adultos que quieren ser felices (Descárgatelos aquí) DesESTRÉSate, Ed. Alienta, 2010…y Zen Coaching, un método para potenciar tu vida profesional y personal, ed. Díaz de Santos, 2008.