solución

/solución

Menos consejos y más coaching

La pasada semana, como cada tres años, renové mi certificación de coach con la International Coach Federation, y entre otros requisitos, los coaches estamos obligados a pasar un breve curso sobre ética profesional, y luego pasar con éxito un breve examen sobre los contenidos del curso. A mí me parece fantástico que al menos cada tres años se nos obligue a parar y reflexionar sobre los temas éticos de nuestra profesión de coaches, porque sin duda tenemos una gran responsabilidad en nuestro trabajo. Podemos hacer daño y perjudicar seriamente a las personas si no cumplimos unos estándares y principios éticos.

Uno de los aspectos éticos del coaching, aunque parezca chocante, es nuestro compromiso de evitar dar consejos a nuestros clientes. Para ello somos entrenados cuando nos formamos y certificamos, y desde luego si damos consejos no conseguimos pasar los exámenes que nos proporcionan la certificación.

Pero es sin duda uno de los retos más difíciles a los que nos enfrentamos, porque la educación que recibimos desde niños está basada en el consejo directo de nuestros padres, hermanos, profesores, amigos y mentores. Estamos programados para recibir consejos y los pedimos activamente en nuestra vida de adultos, y por supuesto también estamos programados para dar consejos y recomendaciones a nuestros hijos, hermanos, amigos y conocidos. Porque eso es lo que hemos entendido que era lo correcto para ayudar a alguien en una situación complicada. Nada más lejos de la realidad.

Como parte del curso sobre ética, leí el interesante artículo From the toolbox. Do you give advice to your clients? que revelaba el resultado de una investigación neurocientífica sobre qué nos sucede a las personas cuando alguien nos da un consejo directo de lo que deberíamos hacer. La investigación revelaba que cuando recibimos un consejo, sólo la parte racional de nuestro cerebro reacciona y se involucra, pero no nuestra parte emocional. Esto implica que, como somos seres emocionales y nos movemos fundamentalmente por emociones, no nos sentimos realmente comprometidos con los consejos que nos dan los demás. Y sin la parte emocional implicada, existen más probabilidades de que no hagamos nada, o que la decisión que tomemos sea inadecuada o incluso dañina para nosotros.

Estoy convencido de que los consejos satisfacen más al ego de quien los da que a los intereses de la persona que los recibe. La persona que da el consejo se siente orgullosa creyendo haberle solucionado la vida a la otra persona, y probablemente se auto-pavonee de lo inteligente que es, y de lo valiosa que es su experiencia. Pero en realidad no ha ayudado en absoluto a la persona a la que ha dado el consejo.

Es decir, cuando nos dan un consejo sobre una decisión difícil, nos están arrebatando la necesaria autonomía para tomar nuestra decisión. Y también abdicamos de nuestra responsabilidad sobre dicha decisión. Si seguimos el consejo, siempre podremos culpar a la otra persona si no salió bien. Y si por el contrario, seguimos el consejo y fue un éxito, ¿Quién fue el responsable del éxito de la decisión tomada? La persona que nos dio el consejo, claro. Así que tanto si la decisión derivada del consejo nos lleva al resultado deseado como si no, no asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones. Esto tiene consecuencias bastante importantes. Por ejemplo, no desarrollamos nuestra autoconfianza, nuestra autonomía ni nuestra capacidad para tomar decisiones difíciles. Nos hacemos dependientes de los demás y de alguna manera no maduramos porque siempre delegamos nuestra responsabilidad en las personas a las que pedimos consejo.

Además, si la persona que nos da el consejo tiene una relación de poder sobre nosotros (nuestro jefe, nuestro padre o madre, un profesor) nos sentimos presionados a seguir su consejo, porque sabemos que nos van a preguntar posteriormente si seguimos su consejo. Y en caso de no haberles hecho caso, sabemos que se van a sentir heridos o enfadados y eso hace que tendamos a hacer lo que nos han dicho, a pesar de no estar convencidos de que sea lo que realmente queremos. Este es un camino directo a vivir con arreglo a las expectativas y presiones de los demás y no por lo que realmente nos motiva en la vida.

Sin embargo, el coaching propone cambiar la tendencia que tenemos todos de depender de los demás para tomar las decisiones difíciles de nuestra vida, ya que en lugar de dar consejos hacemos preguntas abiertas para que la persona reflexione sobre las implicaciones de la decisión o dilema que quiere resolver, y sobre todo para que conecte con su sabiduría interior y finalmente tome una decisión que sea propia, no prestada de otra persona. Ahí nuestro cerebro límbico, responsable de las emociones, sí se involucra y se produce un compromiso real y total dentro del cerebro, aparte de la importantísima asunción de responsabilidad.

El gran psicoterapeuta Marshall Rosenberg dijo que antes de dar un consejo, deberíamos pensarlo hasta tres veces. He comprobado por comentarios de personas conocidas cómo muchos psicoterapeutas dan consejos directos a sus pacientes frecuentemente, y creo que todo terapeuta debería formarse en coaching, para darse cuenta del perjuicio que están ocasionando a sus pacientes aconsejándoles qué deben hacer en sus desafíos vitales y profesionales.

Cuando un psicoterapeuta da un consejo directo a su paciente, está limitando su capacidad de crear sus propias soluciones y de conectar con su sabiduría innata, está limitando su libertad y autonomía para decidir acorde con sus valores, está impidiendo su madurez emocional, que emerge cuando asumimos la responsabilidad sobre nuestras decisiones.

Quiero aclarar que no estoy generalizando respecto a que todos los psicoterapeutas dan consejos y recomendaciones a sus pacientes. Pero me preocupa escuchar frecuentemente testimonios directos de personas muy cercanas revelando que su psicólogo le ha dicho que tiene que hacer esto o lo otro.

La International Coach Federation admite varias alternativas al consejo. La principal es hacer preguntas abiertas y no condicionadas (es decir, evitando consejos disfrazados de preguntas) para que la persona desarrolle su propia solución y conecte con sus recursos internos. También podemos compartir ejemplos en términos generales sobre personas que han afrontado una situación similar de esta u otra manera, y luego preguntar al cliente qué piensa de esos ejemplos, cómo le resuenan con sus valores y su forma de ver el mundo. También es válido explicarles una herramienta práctica que puede servirles y preguntarles si la ven útil y valiosa para su situación concreta. Estas alternativas están devolviendo la responsabilidad a la persona, habilitando a la persona para diseñar su vida y tomar sus propias decisiones.

Como conclusión, si alguien te pide un consejo, sea un amigo, familiar o colega del trabajo, piénsatelo tres veces antes de darlo. Valora el perjuicio que estás causando a esta persona y las implicaciones que tiene. Y en vez de eso, puedes hablarle de un libro o de un curso que ha sido valioso para muchas personas en situaciones similares, ponerle ejemplos de lo que hicieron otras personas en su misma situación, o hacerle preguntas abiertas y no condicionadas. Quizá tu ego no engorde, pero sabrás que estarás apoyando de forma mucho más sana y sostenible a la persona que necesita tu ayuda o apoyo.

¿Aún no has leído mi nuevo libro «Reconecta contigo»? Ahora puedes leer el primer capítulo del libro, en este link: Primer capítulo Reconecta contigo Y si quieres comprarlo, en este link: Libro «Reconecta contigo»

 

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

¿Por qué todos necesitamos un coach?

No tengo ninguna duda que todos necesitamos un coach, en uno o varios momentos de nuestra vida. Me refiero, por supuesto, a trabajar con un coach profesional, ya sea para lograr objetivos personales o profesionales. Yo mismo he tenido mi propio coach.

¿Por qué lo necesitamos todos? Resumiendo, puede haber muchos más motivos, pero creo que toda persona necesita un coach, aunque no lo reconozca o no lo sepa, por 3 motivos fundamentales:

  1. Para conocerte mejor, ayudarte a cuestionarte a ti mismo/a,  y definir tus auténticas metas.
  2. Para que asumas la responsabilidad de tu vida, de tus decisiones, actitudes y conductas. 
  3. Para movilizarte a actuar, tomar las decisiones y generar los hábitos necesarios para conseguir tus objetivos, venciendo el miedo, la pereza y las excusas.

Método Coaching de Javier Carril

Es muy habitual que no tengamos claridad sobre nuestra vida, sobre quienes somos, sobre cuales son nuestros valores y cuales son nuestros sesgos mentales. Ni siquiera tenemos claros cuales son nuestros objetivos.

El gran problema es no ser consciente de esta falta de claridad. El verdadero ignorante no es el que no sabe, sino el que cree que ya lo sabe todo. Y es bastante probable que hayamos caído en una especie de auto complacencia inconsciente en la cual no nos estemos dando cuenta de nuestras limitaciones, carencias y obstáculos internos. Y en este caso, sin duda no estaremos logrando todo lo que podríamos lograr si tuviéramos claridad, si aumentáramos nuestro nivel de conciencia sobre todo lo mencionado antes. En definitiva, creemos que nos conocemos y que lo tenemos todo muy claro, pero no es cierto. 

El coach te obliga a pararte, a reflexionar con espíritu crítico sobre tus decisiones, acciones y actitudes, así como sobre tus ideas preconcebidas y convicciones. Gerry Spence dijo: «Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad en lugar de que se cierre movida por la convicción». ¡Qué común es que nuestra mente se vaya cerrando más y más movida por nuestras convicciones! Esas convicciones que nos ofrecen tanta seguridad, pero una vida mediocre e infeliz. Por eso, uno de los aspectos que un coach va a hacer es que examines tus convicciones e ideas preconcebidas, con el fin de que seas consciente de cómo esas convicciones están limitando tu potencial.

Además, el coach va a explorar contigo tus valores y motivaciones profundas, tu misión en la vida, tu visión personal. A todo esto me gusta llamarle nuestras raíces. Si fuéramos un árbol, lo anterior conforman las raíces, la base de todo. Si las raíces de un árbol están podridas o mal cuidadas, será imposible que ese árbol crezca sano y dé frutos sabrosos. Una persona es igual, debe examinar sus raíces y limpiar las que estén en mal estado, las que no le ayuden a crecer y evolucionar como ser humano. A partir de limpiar las raíces, podemos empezar a cambiar nuestras conductas, actitudes, decisiones y estrategias para alcanzar la mejor versión de nosotros y alcanzar logros inimaginables ahora mismo.

Uno de los obstáculos que veo en las personas que no se quieren plantear esta introspección es el miedo. Creemos que vamos a encontrar cosas muy oscuras si miramos dentro de nosotros. Sin embargo, un buen coach te ayudará a realizar esa introspección de manera amable y saludable, incluso apasionante. Y te aseguro que vas a encontrar más luz que oscuridad en tus raíces, más elementos sorprendentemente poderosos que limitantes. Así que merece la pena ahondar y ver bajo la superficie de tu vida y de tu ego, para conectar con tu ser más profundo.

¿Más razones para que todo el mundo necesite un coach? Desde luego, porque no sólo todos necesitamos aumentar nuestro nivel de consciencia y autoconocimiento hasta el infinito, sino también necesitamos que nos movilicen hacia las acciones y decisiones que nos van a llevar a alcanzar todos los objetivos y sueños que tengamos. Y una vez más, aparece como fuerza terrible el miedo: el miedo al cambio, el miedo a sufrir, el miedo a que nos hagan daño, el miedo al fracaso.

Para ello, el coaching es una metodología que ayuda a establecer etapas, pequeñas metas, pequeños logros y avances, con el fin de superar nuestros miedos. La clave para cambiar nuestras ideas y convicciones limitantes está en la acción. Sólo actuando y tomando decisiones vamos a aprender todo lo que necesitamos aprender de cual es el obstáculo que nos está impidiendo alcanzar lo que deseamos, ya sea en la vida personal como en la carrera profesional. Por ello, un coach va a movilizarte para que experimentes, pruebes, actúes y tomes decisiones en tu vida real, como si fuera un laboratorio donde irás avanzando a través de aciertos y errores. Y sobre todo, la clave será ir generando unos hábitos duraderos relacionados con esas acciones y conductas, para que el cambio sea sostenible y permanente. Puedes echar un vistazo a este otro post que escribí sobre 5 estrategias para lograr nuestros objetivos.

Por último, aunque suene chocante, una de las razones más poderosas de la necesidad de tener un coach es el hecho de que no te va a dar soluciones o consejos, ya que este es el elemento esencial de la metodología del coaching, de ahí que un coach te va a hacer muchas preguntas y va a evitar resolverte la vida. Porque es crítico que empecemos a asumir la responsabilidad de nuestra vida puesto que nosotros sabemos mejor que nadie lo que necesitamos y queremos. Cuando un profesional nos recomienda ir por un camino o por otro, nos está limitando gravemente, porque nos impide pensar por nosotros mismos y decidir por nosotros mismos, que es la esencia del autoliderazgo y del crecimiento personal. Es como si estuvieran castrando todo nuestro enorme poder personal, porque cuando un profesional nos da una recomendación asume que nosotros solos no podemos conseguirlo y además nos impide pensar, lo cual es mucho más cómodo.

El coach no va a actuar de esta manera, porque confía plenamente que tú tienes las soluciones y las respuestas en tu interior, sólo necesitas despejar la niebla que te impide ver con claridad. En eso consiste la labor del coach, en ayudarte a despejar esa niebla para que poco a poco vayas aumentando esa claridad y vayas tomando las decisiones importantes que necesitas tomar para elevarte a un nivel superior en tu vida y en tu trabajo.

Si quieres comprar mi nuevo libro «7 hábitos de mindfulness para el éxito», pincha en el siguiente link: Comprar el libro

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

La ley del espejo

El precioso cuento japonés La ley del espejo, de Yoshinori Noguchi, nos pone frente a una verdad fundamental para la calidad de nuestra vida. Que todas nuestras acciones, decisiones y actitudes tienen consecuencias positivas o negativas, y que tarde o temprano sus efectos vuelven a nosotros como un boomerang. En eso consiste la ley del espejo. Aquello que das, lo recibirás exactamente igual. Si das confianza, empatía, sinceridad o amor, eso recibirás. Pero si das rencor, soberbia, egocentrismo o falta de sinceridad, también recibirás eso.

En la famosa obra de Oscar Wilde «El retrato de Dorian Gray» el protagonista es retratado por un pintor, y en ese momento desea mantenerse eternamente joven, como su imagen del cuadro. Su deseo se cumple, pero el retrato sí va cambiando y reflejando la degradación de su alma como ser humano, al desviarse con una serie de acciones y conductas lujuriosas y egoístas. El retrato le recuerda en todo momento lo podrido que está por dentro.

Como escribí en mi anterior post «Tu intención no importa, sólo los resultados que produces», las buenas intenciones son el primer paso, pero no suficiente. Una buena intención o deseo no conduce, necesariamente, a una correcta acción o decisión. Porque por el camino se cruzan en nuestro interior miedos, inseguridades, resentimientos y desconfianzas que sabotean nuestras intenciones y deseos, para contaminarlos, pervertirlos y desviarnos del camino inicialmente elegido.

Por mi experiencia al trabajar con cientos de personas en procesos de coaching, el mayor problema que tiene el ser humano no son sus malas decisiones, conductas o actitudes. El peor problema es su inconsciencia e ignorancia. Es decir, la mayoría de las personas no son en absoluto conscientes del impacto de la ley del espejo, de las consecuencias que sus actitudes y conductas están provocando en los demás (y en sí mismos). La inconsciencia es el peor mal del ser humano y la fuente principal de su sufrimiento. Si a ello le unimos la ignorancia, es decir la falta de curiosidad y humildad para aprender y cuestionarse a uno mismo, la mezcla es explosivamente destructiva para la calidad de nuestra vida.

Quiero que te detengas un momento en la frase siguiente: «Nosotros creamos, provocamos y permitimos todo lo que nos ocurre en nuestra vida». Muchos se niegan a creer esta verdad, conectada profundamente con la ley del espejo. Argumentan que la culpa de sus problemas es siempre de los demás (la lista es larga: el jefe, la compañera de trabajo, la madre, el hermano, el cuñado, la pareja, el hijo…) y por tanto, no asumen ninguna responsabilidad en el hecho de que alguna de estas personas los trate bruscamente de forma recurrente o no los escuche con atención, o no empatice con ellos. En cualquiera de estas situaciones, si hemos interiorizado profundamente la creencia de la frase mencionada, en lugar de culpar al otro, miraremos dentro de nosotros y nos preguntaremos:

  1. ¿Qué he podido yo hacer o permitir para que esta persona me trate de esta manera?
  2. ¿Qué podría hacer para que esta persona empatice conmigo, o me escuche, o deje de gritarme?

En estas dos preguntas está la clave y la solución en un porcentaje altísimo de todas las posibles situaciones o circunstancias difíciles de nuestra vida. Seguramente estaremos permitiendo o generando en gran parte el comportamiento de la otra persona hacia nosotros, y eso significa que tenemos poder para cambiar la situación. ¿Cómo?

En primer lugar, es esencial recordar la ley del espejo o lo que es lo mismo, la creencia de que, aunque no seamos conscientes, en realidad generamos o permitimos todo lo que nos sucede. Si no nos creemos esta «verdad» será difícil que tomemos las decisiones o elecciones responsables y efectivas que necesitamos.

En segundo lugar, tendremos que analizar de qué manera nuestra conducta o actitud está influyendo en el comportamiento o actitud de las otras personas, con la primera pregunta que proponía líneas atrás. Es decir, se trata de hacer un autoanálisis honesto y crítico sobre nosotros mismos. De lo contrario, estaremos estrellándonos contra el mismo muro una y otra vez, sin entender nada y sin posibilidad de cambiar las cosas.

Y en tercer lugar, debemos enfocarnos en el presente/futuro, con la segunda pregunta que propongo, realizando el cambio dentro de nosotros (y evitando la tentación fácil de querer que la otra persona cambie). El cambio puede ser un cambio de actitud, de comportamiento o de pensamiento. Quizá la persona que no empatiza con nosotros en una relación difícil es debido a que nosotros tampoco empatizamos con sus necesidades. Tal vez estamos pidiendo a nuestro hijo que nos escuche cada vez que le damos nuestra opinión pero sin embargo cuando nos quiere dar su opinión le interrumpimos constantemente y no le dejamos hablar. La ley del espejo. No podemos esperar de los demás lo que nosotros mismos no estamos dando. 

Para integrar la creencia de la ley del espejo hay que ser muy valiente, y asumir una actitud ante la vida de responsabilidad y madurez emocional, pero es el camino para vivir una vida con mayúsculas, una vida plena y feliz a pesar de las dificultades y obstáculos. Integrar esta poderosa creencia implica despertar de la anestesia confortable y al mismo tiempo tóxica en la que vive la mayoría de las personas, cuyo efecto más visible es una actitud victimista e irresponsable, de echar balones fuera permanentemente y de analfabetismo emocional. Se puede ser un analfabeto emocional aunque se tengan 50 o 60 años. Tener más experiencia o edad no necesariamente implica tener más sabiduría ni madurez.

Para terminar, te dejo con tres preguntas para tu reflexión:

  1. ¿Qué estás creando o generando en tu vida?
  2. ¿Qué estás provocando, por acción o por omisión, en tu vida y en tu entorno profesional?
  3. ¿Qué estás permitiendo en tu vida, en tus relaciones y en tu entorno profesional?

Bienvenido/a a la ley del espejo.

Si quieres comprar mi nuevo libro «7 hábitos de mindfulness para el éxito», pincha en el siguiente link: Comprar el libro

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

La solución es ir, no huir.

En nuestra vida, muchas veces, queremos desaparecer. Queremos huir de todo, de nuestros problemas, de nuestra vida, incluso de nuestros amigos y familiares. Y también queremos huir de nosotros mismos.

A veces nos marchamos, nos vamos a otro lugar, a otro país, a otro continente, cuanto más lejos de todo, mejor. Ponemos espacio de por medio entre nosotros y nuestra vida, con el fin de tomar distancia emocional y poder tomar mejores decisiones. Todo ello puede ser muy positivo, incluso a veces decisivo. Creo que debemos permitirnos esta pausa de vez en cuando, como si se parase el tiempo a nuestro alrededor.

Pero no podemos estar toda la vida huyendo. No podemos estar toda nuestra vida poniendo espacio y tierra con la excusa de que “lo necesitamos”. Porque quizá lo que de verdad necesitamos es otra cosa. Quizá lo que necesitamos es, sencillamente, valor. Valor para enfrentarnos a nosotros mismos, valor para abordar con responsabilidad y determinación nuestros desafíos. Valor para decir “lo siento” o “gracias” o “te quiero” o “te dejo”. Y ese valor lo tenemos todos en nuestro interior, de eso estoy seguro.

Lo que tenemos que tener muy claro es que, por muy lejos que nos vayamos, no podemos desprendernos de nosotros mismos. En ningún lugar del planeta, por muy lejano que sea, podrás liberarte de ti mismo o de ti misma. En ningún lugar podrás hacer desaparecer tus pensamientos. En ningún lugar podrás eliminar esa vocecita que te tortura insistentemente. 

Puede que lo consigas durante cinco minutos, dos horas o veinte días, a miles de kilómetros de tu casa, con océanos y montañas de por medio. Pero tarde o temprano, tendrás que afrontar tu vida, tendrás que mirarla de frente. Tendrás que aceptarla y afrontarla con valentía. Huir hacia delante o hacia atrás no es la solución. La solución es ir.

Antes de que sea demasiado tarde, di lo que necesites decir, expresa tus emociones. Aunque el resto del mundo no reaccione, o siga actuando como hasta ahora, tú debes hacer tu tarea. Y tu tarea es tomar las decisiones que consideres que debes tomar, tu tarea es asumir la responsabilidad de tu vida y dejar de ir de víctima o de verdugo. Tu tarea es, en definitiva, vivir de verdad, asumiendo que la vida es dolor y placer, sufrimiento y felicidad a partes iguales.

JAVIER CARRIL. Coach, conferenciante y escritor. Visita mi web: http://www.zencoaching.es/
Autor de los libros DesESTRÉSate, Ed. Alienta, 2010…y Zen Coaching, un nuevo método para potenciar tu vida profesional y personal, ed. Díaz de Santos, 2008.

By |noviembre 19th, 2012|coaching, decisión, felicidad, responsabilidad, solución, valor, vida|4 Comments