¿Cuál es la acción que tiene más impacto en nuestro bienestar y en el de los demás? Para responder esta pregunta, debemos cuestionar nuestro concepto de acción. ¿Qué consideramos acción? En Occidente se considera acción a hacer algo, una decisión o comportamiento concreto. Por ejemplo, dar las gracias o felicitar a alguien se puede considerar una acción, en este caso verbal. Otra acción es sonreír a otra persona en una conversación, o todo lo contrario: realizar un gesto de enfado o desagrado ante una conducta. Esta sería una acción corporal o no verbal. También sería tomar una decisión, como ir al gimnasio para entrenar nuestro cuerpo. O dar un abrazo a una persona (o un puñetazo) que sería una acción física.
Hasta ahora he hablado de dos tipos de acciones, en esencia: las acciones verbales, que sería decir algo ya sea positivo o negativo a alguien, y las acciones físicas o corporales, que sería el contacto físico con otra persona o comunicar algo a nivel de lenguaje no verbal o corporal. Sin embargo, hay un tercer tipo de acción según la tradición budista. La acción mental, es decir, nuestros pensamientos.
El pasado mes de abril participé en un exigente retiro de meditación vipassana de 10 días diseñado por el reconocido maestro birmano Goenka. En el retiro Goenka nos habló de los tres tipos de acciones, y la importancia de cada una de ellas. Se trata de las acciones mentales, la acciones verbales y las acciones físicas.
Según él, la acción verbal es importante. Podemos decir palabras amables y positivas a una persona, y eso contribuye a su bienestar. O por el contrario, podemos decir palabras de odio y resentimiento a la misma persona, lo que genera emociones negativas. Esta es una acción verbal. Por supuesto, unido a la acción verbal está nuestro lenguaje corporal, que siempre acompaña a nuestras palabras para potenciar el impacto. Si estamos hablando de manera cruel nuestros gestos faciales y corporales serán de tensión y rigidez.
Pero si nuestras emociones negativas son muy intensas, es posible que traspasemos el límite de lo verbal y no verbal, para entrar en el terreno de la acción física. Es decir, agredir a esa persona, entrando en la violencia física y aumentando la gravedad de nuestra acción. Esta es una acción física, que también es importante.
Pero ¿Cual es la raíz, la causa principal de nuestras acciones físicas y verbales? El origen son las acciones mentales, o como lo denominamos en Occidente, nuestros pensamientos. Todo comienza con un pensamiento. Por ejemplo, empezamos a pensar que un compañero de trabajo está tratando de perjudicarnos y de culparnos de errores que no hemos cometido. Este pensamiento, que puede estar basado en hechos reales o puede que sea objeto de nuestra imaginación, genera automáticamente unas emociones desagradables, digamos miedo, rabia, resentimiento e incluso odio. Dicho pensamiento acompañado de sus emociones correspondientes desemboca en muchas ocasiones en una acción verbal.
Acusamos a este compañero de estar perjudicándonos conscientemente y de cometer actos tóxicos y destructivos, puede que incluso le insultemos y ofendamos con nuestras palabras. Seguramente dicho compañero se revuelva, se enfade con nosotros y nos ataque insultándonos, nos acuse de injustos, e incluso de estúpidos e inseguros. Es entonces cuando quizá, si nuestras emociones alcanzan una gran intensidad, agredamos físicamente a esta persona. ¿Y dónde surgieron todas estas acciones desencadenantes? De un pensamiento, de una acción mental. Por tanto, según decía Goenka, la acción más importante de todas, y sobre la que debemos ejercer el máximo control, es la acción mental.
En Occidente quitamos importancia al impacto de nuestros pensamientos. Nos quejamos internamente de los demás, criticamos y juzgamos con nuestros filtros y formas de ver el mundo. Y nos decimos: «No estoy haciendo nada malo, porque no le he dicho nada negativo a mi padre o a mi pareja. Y por supuesto no la he agredido físicamente. Controlo mis juicios y pensamientos negativos hacia los demás para no expresarlos. No lo exteriorizo, así que mi conducta es intachable.» Sin embargo, esta conclusión demuestra la nula consciencia que tenemos sobre el impacto de cómo pensamos. Ahí radica todo. Porque el pensamiento es la raíz de lo que tarde o temprano decimos, hacemos y decidimos.
Para evitar contaminar nuestra vida y relaciones de manera irremediable con nuestros juicios y prejuicios mentales, la principal herramienta no es evitar decir o hacer cosas tóxicas o dañinas hacia los demás, es evitar pensarlas. Es un trabajo de limpieza mental que se logra mediante la conciencia de cómo pensamos y su impacto en el día a día. No es algo que se logre fácilmente en un día. Hace falta trabajar mucho en uno mismo a nivel interno.
Como sabes, soy un gran defensor de la meditación, porque a través de la práctica regular de la meditación Vipassana o también del mindfulness (su versión occidentalizada) elevamos nuestra conciencia de nuestros patrones mentales y nuestros juegos emocionales tóxicos (victimismo, exceso de control, chantaje emocional, etc). A través de la práctica de la meditación trabajamos el equilibrio emocional, rebajamos la intensidad de nuestras emociones negativas y cuestionamos la verdad de nuestros pensamientos. Todo ello hace que nuestra forma de pensar sea mucho más ecuánime, clara, objetiva, serena y amable con nosotros y con los demás. Es el camino más efectivo para incrementar nuestro bienestar y paz interior, y mejorar drásticamente nuestras relaciones personales. Es la solución a evitar el tremendo impacto que tienen en nuestra vida y trabajo las acciones mentales o pensamientos.
Por tanto, te sugiero que empieces a darle la importancia que merecen a tus pensamientos, críticas, quejas, juicios y prejuicios hacia los demás, y también hacia ti mismo. Es crucial que empieces a observarlo con atención para ir limpiando tu mente de veneno. Porque el veneno mental se traslada tarde o temprano a tus palabras, y luego a tus acciones y decisiones. Quien es capaz de dominar su mente y sus pensamientos es capaz de dominar su vida y su destino.
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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.
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