Acabo de leer una entrevista con el divulgador de filosofía Eduardo Infante, y me ha resultado inspiradora al mismo tiempo que muy sensata. Lo que dice es muy necesario en un mundo donde falta, precisamente, sensatez y claridad. La gente está muy confusa, y tiene una auténtica obsesión por encontrar la felicidad. El problema es que la busca en lugares equivocados o de formas poco eficaces que, por el contrario, generan más infelicidad y frustración.
Especialmente impactante me ha parecido esto que dice Infante: «Hoy, la pregunta omnipresente es ¿cómo ser feliz? La gente está obsesionada con encontrar la felicidad, pero la considera como un objeto de consumo. Si no es una dieta, es una experiencia, o una casa o un coche, o lo que fuere. Yo creo que la pregunta no es cómo ser feliz, sino cómo hacerse digno de la felicidad. La felicidad, por tanto, es algo que llega, por así decirlo, de segundas. No es el fin. El fin son otras cosas, que asociamos a la dignidad como el bien, la justicia, la verdadera amistad. El amor, también… Y, persiguiendo esos fines se puede encontrar uno con la felicidad.»
¡Qué pregunta tan importante! ¿Cómo podemos hacernos dignos de la felicidad? Es decir, qué actitudes, comportamientos o acciones debemos realizar para que seamos dignos de que llegue la felicidad a nosotros. Estoy totalmente de acuerdo con su planteamiento, que trae la idea implícita de que la felicidad no es gratis, que debemos trabajar para lograrla, y que el trabajo que debemos realizar lo debemos enfocar con sabiduría, no de forma ignorante buscando experiencias y estímulos de manera obsesiva, ni tampoco buscando el placer y la diversión a toda costa, que es justo lo que hace la mayoría de las personas.
O dicho de otra manera. Buscamos la felicidad en el exterior, y raramente en el interior, que es donde verdaderamente la encontraremos. Esto puede sonar muy abstracto, pero es sencillo de explicar. Enfocarnos en nuestro interior significa conocernos en profundidad, que es una labor que debe durar toda la vida, porque siempre existen cosas que desconocemos de nosotros. Puede parecer contraintuitivo, ya que dentro de nosotros habitan miedos, pensamientos oscuros, conflictos no superados, inseguridades y debilidades. Sin embargo, hasta que no los miremos de frente seguirán condicionando nuestra vida y nuestra felicidad de manera inconsciente. Pero además, mirando con responsabilidad y valentía dentro de nosotros descubriremos también fortalezas y cualidades increíbles que desconocíamos de nosotros, así como nobles valores y una fuerza impresionante esperando a ser despertada. Ese es nuestro potencial, que tiene mucho que ver con nuestra plenitud.
Partiendo de la pregunta que nos realiza Eduardo Infante sobre si merecemos la felicidad, y las reflexiones que me ha inspirado, me he atrevido a proponer un decálogo de ideas para ganarnos el derecho a saborear la verdadera felicidad. Vamos a por ello:
- Dejar de criticar a los demás y tratar de comprenderlos. Este es un síntoma muy fácil de detectar en nuestro día a día. Si desgastamos mucha energía en juzgar y criticar a los demás, nos alejamos de la alegría. Debemos desarrollar la empatía y la compasión.
- Dejar de hacerse la víctima y quejarse de todo. Sin duda es un veneno que nos tomamos y que nos amarga la vida. El victimismo es una actitud tóxica, que implica no responsabilizarnos de nuestros errores. A veces nos quejamos de la mala suerte que tenemos, y otras veces nos quejamos de los demás. Lo que es duro, y por eso no lo hacemos, es reconocer que siempre estamos contribuyendo de alguna manera a lo que nos sucede, y por tanto los primeros que tenemos que cambiar somos nosotros, no los demás.
- Hacerse cargo de nuestras decisiones y emociones, y no culpar a los demás. Una vez que hemos trabajado el punto 2, estaremos progresando en hacernos cargo de nosotros y dejar de culpar a los demás de nuestros problemas o emociones. Nuestra vida es un espejo de nuestras decisiones, conductas, actitudes y forma de pensar, así que si queremos merecer la felicidad, más vale que nos miremos al espejo y asumamos esta verdad incuestionable de que nosotros estamos diseñando nuestra vida en todo momento, sea para bien o para mal.
- Plantearse objetivos alcanzables y cumplirlos. Es esencial querer mejorar nuestra vida y el mundo en general, aunque suene utópico, y para ello es necesario marcarse metas tanto personales como profesionales. Pero deben ser metas que nos ilusionen, que nos aporten un sentido, que nos hagan crecer como seres humanos, y aún mejor, que aporten un bien común a la sociedad. Mi consejo es que nos marquemos metas alcanzables, para poder cumplirlas una tras otra, y así aumentar nuestra autoconfianza y poder cada día.
- Dedicar tiempo y autenticidad a las relaciones sociales (amigos, familia…). Lo reconozcamos o no, todos necesitamos a los demás para una vida plena, pero las relaciones hay que trabajarlas, como todo lo que merece la pena, y para ello no sólo hay que dedicar tiempo, sino también desarrollar la empatía, la paciencia, la flexibilidad y la valentía, entre otras cualidades y valores. Las relaciones no son fáciles, pero si trabajamos en ellas con autenticidad y amor, nos harán merecedores de una gran fuente de felicidad.
- Meditar de forma regular. Una forma práctica de mirar en nuestro interior y de conocernos de manera muy profunda es la meditación, además de cubrir la necesidad que todos tenemos de espiritualidad y conexión. Parar cada día para observar cómo está nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón es algo totalmente imprescindible en un mundo caótico, confuso y estresante.
- Cuidarse haciendo deporte regular, comiendo sano y descansando lo necesario. Es algo obvio, pero la mayoría de la gente no cumple con esta clave, porque está demasiado ocupada en actividades y aspectos triviales y materialistas, que tienen que ver con el ego, el individualismo, el éxito, la avaricia y la envidia.
- Limpiarse de resentimiento, perdonando a los demás. No podemos merecer la plenitud si no hemos limpiado nuestra mente de odio y rencor, es imposible vivir con auténtica felicidad si no hemos hecho el ejercicio de perdonar de verdad a las personas que nos han hecho daño en la vida.
- Dar las gracias cada día por las pequeñas cosas que tenemos y que nos da la vida. Somos muy desagradecidos, vamos quejándonos de todo y por todo, mientras disfrutamos de salud, y de un nivel de vida más que satisfactorio. Cuando empezamos a darnos cuenta de que cada día vivido es un enorme regalo y damos las gracias por las pequeñas cosas (un paseo agradable sintiendo el sol en la piel, una conversación cotidiana con nuestra hija, tener salud), estamos en disposición para que llegue a nosotros la ansiada felicidad.
- Centrarse en vivir más en el presente y dejar de estar anclados en el pasado o el futuro. Está ampliamente demostrado que vivir en el aquí y ahora incrementa notablemente la posibilidad de sentirse feliz, porque eso implica evitar estar constantemente enredados en experiencias del pasado o anticipándonos a un futuro que aún no existe, con los típicos «Y si…» catastróficos.
Evidentemente, podría haber más acciones, comportamientos y actitudes que contribuyen a que nos merezcamos disfrutar de una vida plena y feliz, pero estoy convencido, por propia experiencia, que si dedicamos trabajo, tiempo y compromiso de forma regular a estos 10 puntos, la felicidad irá invadiendo lenta pero firmemente nuestra vida y nuestro interior. Fíjate que no he incluido cosas que hace la mayor parte de la gente creyendo erróneamente que les va a generar más felicidad, como ir a muchas fiestas, salir a tomar copas con los amigos, viajar mucho, comprarse un gran coche, salir fuera todos los fines de semana, o llenar la agenda con múltiples actividades, entre otras cosas. Todo eso en realidad son actividades de escape, para no tener que pensar y para no tener que afrontar nuestros miedos y nuestros problemas de frente. Pero nadie puede huir de su vida, tarde o temprano la realidad se impone.
Te animo a que empieces a trabajar en uno de los 10 puntos, sólo en uno de ellos. Cuando notes que has progresado, céntrate en otro punto del decálogo, y así poco a poco para ir trabajando las 10 recomendaciones. Pero te soy sincero, el viaje no va a ser sencillo, y toda ayuda es poca. Por eso, tener la ayuda de un coach con el que te comprometas a acciones alcanzables relacionadas con las 10 estrategias, que haga seguimiento de tus obstáculos y progresos, y te proporcione herramientas para superar dichos obstáculos, es algo inapreciable porque los resultados llegarán mucho antes. Quizá ganes años de tu vida.
Y por fin, sabrás lo que es saborear la felicidad auténtica. Porque te habrás hecho merecedor de ella.
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JAVIER CARRIL
Coach MCC y conferenciante
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