La inteligencia emocional nos dice que las emociones son como palomas mensajeras que nos dan claros mensajes sobre nosotros. Estos mensajes tienen un gran valor, aunque casi nunca les prestamos atención. Quizá porque normalmente nos enseñan las partes más oscuras y feas de nosotros mismos, y no queremos verlas. Sin embargo, supone un enorme avance en nuestro crecimiento como seres humanos. Si no nos miramos al espejo con todas las consecuencias, es decir para reconocer y descubrir esas partes oscuras de nosotros, difícilmente conectaremos con la luz que hay en nuestro interior. Porque sí, todo ser humano tiene un brillo interior gigantesco que muchas veces tapamos sin darnos cuenta.
Por eso, la primera lección de la inteligencia emocional es aprender a convivir con las emociones difíciles, es decir, darles espacio y observarlas con aceptación, precisamente para recibir el mensaje que quiere darnos. Si tratamos de huir o escapar de una emoción negativa como la ira o el miedo, mirando a otro lado o buscando alguna actividad de escape, estamos matando al mensajero.
El «lugar» desde el que miramos el mundo
Una vez que logremos generar el hábito de aceptar nuestras emociones desagradables y no negarlas ni escapar de ellas, estaremos en disposición de analizar «el lugar» desde el que estamos actuando o abordando una situación concreta. Y esto nos ayudará a modificar el lugar o la perspectiva, y con ello iremos construyendo una relación mucho más plena con nosotros y con los demás.
Por ejemplo, si una persona hace algo o toma una decisión que nos causa malestar porque creemos que nos perjudica de alguna forma, es muy probable que sintamos la emoción de la rabia o el enfado. ¿Desde qué lugar actuaremos con la emoción del enfado? ¿Desde dónde estamos afrontando esta situación? Desde el ego. Y desde ahí, lo normal es que nos quejemos amargamente del comportamiento de esa persona, que nos hagamos la víctima, y que juzguemos muy duramente al otro. Por supuesto, desde el ego y con esos comportamientos no vamos a calmarnos ni ver la situación con perspectiva y equilibrio. Al contrario, vamos a calentarnos aún más, entrando en un ciclo tóxico de rabia y resentimiento cada vez mayor.
Pero ¿Existe alguna otra forma de actuar? Desde luego que sí, hay alternativas más saludables y más sabias. De hecho, si en la misma situación lo que sentimos es tristeza o incluso serenidad, entonces no estaremos enfrentando el conflicto desde el ego ofendido, sino desde la sabia empatía. Es lógico que sintamos tristeza sobre todo si la persona que se ha comportado de esa manera es alguien cercano por quien sentimos afecto (un amigo, nuestro hijo o nuestra pareja, por ejemplo). Pero la tristeza es una energía muy diferente a la energía de la rabia o el enfado. Y por supuesto, más aún la serenidad.
Si sentimos tristeza y no enfado, es muy probable que comuniquemos nuestra emoción sin resentimiento ni juicios ni ataques, y si además lo hacemos con serenidad, seguramente estaremos empatizando con el otro, lo que nos hace tomar la mejor actitud de cara a resolver el conflicto o el posible malentendido. Porque estamos empatizando, asumiendo que esta persona ha actuado así por alguna razón que se nos escapa, y asumiendo la responsabilidad de que nosotros mismos también nos equivocamos y actuamos de manera poco respetuosa a veces.
Cuando actuamos desde el ego, nos creemos el centro del universo, y entramos en una burbuja tóxica donde creemos que tenemos derecho a juzgar y a criticar a los demás, como si nos pusiéramos en un pedestal de superioridad moral. Esta actitud nos lleva después al victimismo, como si nosotros fuéramos víctimas de los errores y mala fe de los demás, y nosotros no cometiéramos ningún error. Sólo nos trae problemas en las relaciones, más conflictos, amargura y resentimiento. En definitiva, cuando el ego domina nuestros pensamientos, somos muy infelices.
La empatía en lugar del ego
Sin embargo, cuando aprendemos a mirar todo desde la empatía y la autoresponsabilidad, todo cambia. La empatía implica una profunda comprensión de las razones o intenciones de los demás, independientemente de que el resultado no sea positivo. Es posible que la persona que me ha hecho daño haya tenido un mal día, que le hayan diagnosticado una enfermedad grave, o esté pasando por una crisis personal. ¿Quién sabe? En cuanto a la autoresponsabilidad, significa hacernos responsables de cómo pensamos, y de cómo sentimos. Significa también que aceptamos que nosotros también hacemos daño a los demás, muchas veces inconscientemente. En definitiva, es bajarnos del pedestal de superioridad moral y reconocer que todos los seres humanos somos imperfectos. Automáticamente, desde esta visión nos sentimos serenos, con paz interior, y no alimentamos emociones tóxicas.
Pongamos otro ejemplo. Imaginemos que mi hija últimamente está poco comunicativa y me responde habitualmente de forma brusca e incluso agresiva. Desde el ego, lo más probable es que una vez más, sienta enfado y frustración. Eso me llevará a juzgar negativamente a mi hija y a reprocharla su falta de respeto y su agresividad, lo que desde luego no solucionará la situación sino al contrario. Sin embargo, si siento preocupación porque la conducta de mi hija puede deberse a que tenga algún problema, esta emoción me indica que estoy dejando de lado mi egocentrismo y me estoy centrando en ella con una clara intención de ayudarla. Es decir, estoy actuando desde la empatía.
Así pues, el proceso es el siguiente: el lugar desde el que miramos las cosas influye en cómo pensamos y en las historias que nos contamos. Nuestros pensamientos e historias nos generan emociones. Nuestras emociones nos llevan a tomar decisiones y comportamientos. Finalmente, nuestras decisiones y comportamientos determinan la calidad de nuestra vida y nuestro nivel de felicidad.
En un proceso de coaching tomas conciencia del lugar desde el que estás mirando el mundo, viviendo, actuando, relacionándote y tomando decisiones. ¿Cómo? Prestando atención a tus emociones más habituales en tu día a día. Si te enfadas, frustras o crispas a menudo, estás dominado por el ego. Si te quejas y criticas a los demás con frecuencia, estás dominado por el ego. Si te haces la víctima poniéndote como ejemplo moral, estás dominado por el ego.
El coaching te ayudará también a cambiar la perspectiva para empezar a mirar el mundo y a los demás desde la empatía y la responsabilidad. Y a contarte historias más constructivas que te lleven a sentirte más feliz y serena. Es un cambio enorme ¿No te parece?
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JAVIER CARRIL
Coach MCC y conferenciante
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