La empatía es una de las 5 competencias de la inteligencia emocional, y desarrollarla es fundamental si queremos tener relaciones personales satisfactorias con los demás. Es una cualidad clave para comprender a los demás y poder ayudarles con sus problemas, para resolver conflictos, para generar mayor colaboración y para influenciar positivamente en los demás. Sin embargo, ¿Deberíamos empatizar siempre con los demás? La respuesta que nos da Marshall Rosenberg, creador del Modelo de Comunicación no violenta, es que no.
Muchas veces otras personas nos aconsejan que deberíamos empatizar con nuestro compañero de trabajo, con nuestro jefe, con nuestro padre o con nuestros hijos, con el fin de resolver nuestras diferencias. También nosotros nos decimos estas frases que empiezan por «debería». Sin embargo, no deberíamos hacer nada que no queramos o para lo que no estemos preparados emocionalmente, sólo porque las convenciones sociales lo digan. Dar empatía a otros no es una excepción.
La principal razón es que si no estás preparado para dar empatía, es mejor que ni lo intentes porque resultará artificial y mecánico. La otra persona se dará cuenta de que estás aplicando una fórmula o haciendo algo en lo que no crees, y no funcionará. Incluso puede percibir que estás intentando manipularla bajo un disfraz falso de empatía, y eso la enfurecerá aún más. Seguramente no se habrá resuelto la situación de conflicto y de hecho, probablemente empeore.
Normalmente, cuando estamos muy enfadados, dolidos o heridos por la conducta de una persona, no estamos preparados para empatizar con esa persona. Y por eso, lo recomendable según Rosenberg es mirar en nuestro interior y cuidar de nosotros, para resolver esa ira aún latente. Se trata de detectar qué es lo que necesitamos en la situación conflictiva, y de qué manera sentimos dicha necesidad amenazada. A continuación, el siguiente paso es buscar opciones de cómo cubrir esa necesidad sin la dependencia de esa persona. Y por último, cuando ya nuestra rabia sea mucho menos intensa y no nos nuble el juicio, debemos hacer el difícil ejercicio de tratar de conectar con lo que quizá necesite o sienta la otra persona. Esto es empatizar.
La empatía se da sobre las necesidades y emociones de las personas, pero no sobre las acciones o estrategias que adoptan, que pueden ser agresivas o violentas. Si una persona me grita delante de otras personas, no empatizo con su acción agresiva, pero sí puedo empatizar con la necesidad que pueda tener esa persona, y con la emoción que siente cuando me grita.
Otro mito erróneo es creer que la empatía es sentir las mismas emociones que la otra persona. Nada más lejos. La empatía no es sentir las mismas emociones que siente el otro, ni tener las mismas necesidades, sino conectar con ellas, comprenderlas y reconocerlas. Pero nos mantenemos conscientes de nosotros, con un cierto distanciamiento emocional. Daniel Goleman describió la empatía como la capacidad de reconocer las necesidades y emociones de los demás, y la disposición a cubrirlas. Sin embargo, es mucho más importante reconocer las necesidades de los demás que satisfacerlas, porque no siempre es posible hacerlo con las acciones o estrategias que los demás adoptan o proponen.
En el ejemplo anterior, imaginemos que la persona que me grita es mi jefe. Quizá su necesidad es la seguridad de que no haya errores en su Departamento, y como cree que su necesidad está amenazada, se siente tenso y estresado, lo que provoca que me grite cuando tiene la más mínima duda de que yo pueda haber cometido algún error. Si yo quiero dar empatía a mi jefe, en primer lugar debo resolver mi rabia hacia él, detectar mi necesidad amenazada (respeto, valoración) y reconocer la necesidad oculta de mi jefe. Después, puedo tener una conversación con él para validar mis hipótesis sobre sus necesidades y emociones, para a continuación decirle que su conducta de gritarme me hace sentir muy enfadado porque tengo una necesidad de valoración y respeto. Puedo preguntarle qué acciones se le ocurre que planifiquemos juntos para que se sienta seguro respecto a mi trabajo, y así evitar que vuelva a gritarme.
Cuando tenemos una conversación difícil de este tipo con una persona con la que tenemos un conflicto, la mejor manera de demostrar empatía es la presencia con la persona, estar presente con lo que está vivo dentro de ella aquí y ahora, evitando juicios sobre la persona o sus actos. La presencia es estar totalmente atento y conectado con la persona, escuchándola, observando su lenguaje verbal y no verbal, tratando de averiguar cuales son sus necesidades y emociones y validándolo siempre con él/ella.
Sin duda, las personas se relajan y sienten un gran alivio cuando comprueban que estamos empatizando realmente con ellas. Y como consecuencia, reconocen sus errores sin tener que señalarlo nosotros, muchas veces se disculpan y siempre abren su mente y su corazón a una solución conjunta. Pero insisto, sólo debemos abordar este tipo de conversación empática cuando estemos preparados emocionalmente, cuando hayamos hecho nuestro trabajo interno de descubrir qué nos pasa a nosotros, qué punto sensible ha tocado la conducta de la persona, qué necesitamos, qué sentimos. Y también hacer una hipótesis sobre la parte humana de la otra persona: sus necesidades y emociones.
Así que si no quieres empatizar con alguien en una situación conflictiva, no lo hagas. No tiene sentido. Olvida las ideas preconcebidas y la perorata de los libros superficiales de autoayuda que te dicen que debes empatizar siempre con los demás. Antes, cuida de ti, cura tus heridas, asume la responsabilidad de tus necesidades y emociones, conecta con la humanidad de la otra persona. Y entonces, seguramente, estarás preparado/a para dar y demostrar empatía.
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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.
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