El problema es cómo pensamos

El filósofo chino Lao Tsé dijo:

“Pon atención a tus pensamientos, porque se volverán tus palabras. 

Pon atención a tus palabras, porque serán tus actos. 

Pon atención a tus actos, porque se convertirán en tus costumbres. 

Pon atención a tus costumbres, porque forjarán tu carácter. 

Pon atención a tu carácter, porque definirá tu destino, y tu destino será tu vida… ” 

Asimismo, Pablo d’Ors en su libro «Biografía del silencio» advierte que «pensamos mucho la vida, pero la vivimos poco». Y algunos estudios científicos han establecido que nuestra mente fabrica unos 50.000 pensamientos diarios. Por supuesto, dedicar tiempo a pensar sobre nuestros desafíos, ilusiones, problemas y objetivos de nuestra vida y trabajo es totalmente necesario. La primera pregunta que nos podríamos hacer es si destinamos demasiado tiempo a pensar, desgastando nuestra energía y generándonos un estrés excesivo. La otra pregunta es si nuestra forma de pensar es adecuada, funcional y positiva para nuestro bienestar.

En mi experiencia personal y a través de mi trabajo estoy convencido de que dedicamos demasiado tiempo a pensar. En nuestra cultura racionalista donde la razón es la fuente de la sabiduría veneramos la reflexión y fomentamos los tiempos dedicados a pensar sobre las cosas, sobre nuestras decisiones, sobre nuestras vivencias.

Pensamos mucho sobre nuestro pasado: viajes realizados, errores cometidos, arrepentimientos por no habernos atrevido a cosas importantes, experiencias felices, o traumas de la infancia. También pensamos mucho sobre nuestro futuro: ¿Conseguiremos nuestros sueños? ¿Habrá una gran catástrofe que termine con la vida en la tierra? ¿Gobernará tal partido político? ¿Qué experiencias nos esperan? ¿Tendremos alguna enfermedad grave en los próximos años? Y así hasta el infinito. Esa forma de pensar automática de la mente hace que prácticamente nunca pensemos en la experiencia del aquí y ahora. Esto tiene un impacto emocional negativo enorme en nuestras vidas porque no vivimos el presente, lo cual nos hace perder contacto con la realidad, no disfrutar de las pequeñas cosas diarias y finalmente hacernos muy infelices.

De alguna forma nos entretenemos mucho con nuestros pensamientos sobre el futuro y el pasado, y desde luego en ocasiones son muy productivos porque comprendemos mejor sucesos o decisiones de nuestra vida, o podemos prepararnos mejor para lo que pueda venir en el futuro. Sin embargo, la mayoría de nuestros pensamientos son una pérdida total de tiempo y de energía, no sirven en absoluto para aprender y crecer, ni tampoco para sentirnos con más paz interior, sino todo lo contrario. En demasiadas ocasiones nuestros pensamientos nefastos logran que nos empequeñezcamos como seres humanos, que creamos que somos mucho peores de lo que somos, y para sentir más agitación, inquietud y angustia injustificadas.

Por eso, es fundamental que nos planteemos la forma en la que pensamos, es decir, qué historias nos contamos sobre nosotros, sobre nuestra vida, sobre el futuro y todo lo demás. En realidad nuestros pensamientos son sólo historias subjetivas. Esto es una de las cosas más importantes que deberíamos aprender. Nuestros pensamientos no son hechos objetivos, sino juicios subjetivos sobre la realidad. Es decir, no son la realidad, sino «nuestra» realidad particular, filtrada por todas nuestras vivencias, por nuestra educación y por lo que hemos aceptado como verdad o mentira, o como correcto e incorrecto.

El problema de que nos sintamos miserables, desesperados, depresivos y rabiosos con la vida es cómo pensamos las cosas. Así que debemos dar un paso atrás y convertirnos en espectadores de nuestra propia mente y por tanto de nuestros pensamientos. Como si fuéramos científicos que observan con interés un objeto externo con el fin de sacar conclusiones y aprendizajes. Si hacemos eso, lograremos darnos cuenta de la locura en la que convertimos nuestra vida, de lo compleja y difícil que la hacemos sin necesidad, de las historias de terror o de drama que nos contamos todos los días.

Una vez que seamos capaces de observar nuestros pensamientos (o historias) como un material externo y en constante cambio, el siguiente paso será cuestionarnos la verdad de dichas historias, y puesto que son un material totalmente subjetivo, analizar si esos relatos que nos contamos sobre cada experiencia de nuestra vida nos proporcionan más paz interior o todo lo contrario. Casi con toda seguridad descubriremos que nos amargamos la vida de manera absurda y estúpida con nuestra forma de pensar.

Cuestionar la verdad y la objetividad de nuestros pensamientos es una labor para toda la vida. Se necesita paciencia, incrementar el nivel de conciencia y de atención, y por supuesto, una gran dosis de amabilidad y autocompasión. Pero observar y cuestionarnos cómo pensamos es el camino más efectivo para la gestión de nuestras emociones, ya que así como pensemos, así sentiremos. Las emociones surgen siempre de un pensamiento, muchas veces rapidísimo e inconsciente y otras veces consciente y repetitivo, pero pensamientos al fin y al cabo con el que interpretamos la realidad. Por tanto, aprender a controlar nuestros pensamientos nos conducirá inevitablemente a gestionar nuestras emociones, lo cual nos llevará a tomar mejores decisiones y vivir una vida mucho más plena, productiva y feliz.

Volviendo a Lao Tsé, más nos vale poner atención a cómo pensamos, porque así será nuestra vida. Si pensamos de manera negativa y dramática, nuestra vida será miserable. Si pensamos de forma sabia y positiva, nuestra vida será plena y feliz.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.


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