Armamento emocional para derrotar al coronavirus

Llevamos 3 semanas confinados y como es normal, está siendo una situación muy difícil para todos. Lo desconocido nos genera miedo, la incertidumbre nos provoca ansiedad y los cambios negativos (como cuando nos comunican la prórroga del confinamiento 15 días más) producen estrés en nuestro cerebro, con la consiguiente activación de todos los procesos bioquímicos de nuestro organismo para defenderse de lo que considera una amenaza.

Todo comienza con la activación de la amígdala, la parte del cerebro donde el peligro es percibida. Esto hace segregar a las glándulas suprarrenales cortisol, la hormona del estrés, para tener más energía disponible en los músculos y el cerebro para fortalecer las capacidades mentales y físicas. También las glándulas suprarrenales producen adrenalina. Para liberar recursos internos, estas hormonas suprimen los sistemas digestivo, inmunológico y reproductivo, que no se necesitan para afrontar la crisis inmediata. La presión arterial, el azúcar en sangre y los niveles de colesterol suben para mejorar la capacidad de actuar. Los latidos del corazón y la respiración también se aceleran para añadir energía y tus pupilas se dilatan para ver mejor la amenaza o la forma de escapar.

El estrés es una reacción física y psicológica funcional de nuestro organismo para protegernos de los peligros reales y poder sobrevivir. Sin embargo, si no somos capaces de gestionar las emociones de miedo, ansiedad y preocupación, el estrés se puede convertir en un estado permanente, lo que se denomina estrés crónico, que es tremendamente perjudicial para el equilibrio de nuestro organismo, ya que como he dicho se suspenden de forma continuada las funciones esenciales, la presión arterial se mantiene elevada y la glucosa también. El sistema inmunológico se va debilitando y podemos enfermar de forma más probable, precisamente lo contrario de lo que necesitamos en estos momentos en que el coronavirus puede afectarnos.

Así que, paradójicamente, nuestra reacción instintiva de miedo ante la infección del virus y la incertidumbre económica, si no la sabemos manejar, puede debilitarnos y hacernos más vulnerables ante el virus. Más que nunca, necesitamos adquirir un armamento emocional potente no sólo para sufrir menos durante las próximas semanas o meses, sino para fortalecernos a nivel físico y salir indemnes de esta crisis sin precedentes. Así que desarrollar nuestra inteligencia emocional es un asunto urgente y prioritario.

Los psicólogos Peter Salowey y John Mayer definieron en 1990 la inteligencia emocional como la capacidad de ser consciente de nuestras emociones y las emociones de los demás, con el fin de utilizar la información que nos dan para guiar nuestra conducta y decisiones. Así que las emociones son información valiosa que debemos escuchar (y no tapar o evitar) con el fin de que nos guíen en nuestra vida hacia mejores decisiones y para aumentar nuestro bienestar. Esto es lo que se llama autoconciencia de nuestras emociones, que es la primera competencia de la inteligencia emocional, esencial si queremos gestionar eficazmente las emociones que sentimos estas semanas convulsas.

Está comprobado que cuando no sabemos autorregular nuestras emociones negativas (la segunda competencia emocional), caemos presos de lo que se llama el «secuestro emocional», es decir, la amígdala cerebral mencionada antes se convierte en el rey y señor de nuestro cuerpo. Mientras tanto, la corteza cerebral, la parte más evolucionada de nuestro cerebro, se queda en un segundo plano, sin poder realizar sus funciones de regulación emocional, análisis racional y toma de decisiones. Esto es lo que le está sucediendo a mucha gente. Por eso vemos estas semanas reacciones desmesuradas como la de comprar compulsivamente papel higiénico en los supermercados como si se acabara el mundo. Otras reacciones tóxicas y exageradas derivadas de este secuestro emocional son por ejemplo comer compulsivamente, beber demasiado alcohol, tomar muchos medicamentos para la ansiedad o consumir demasiadas noticias, empeorando nuestro estado emocional y nuestra resiliencia interior.

Necesitamos herramientas y habilidades de inteligencia emocional para cuidarnos de forma más eficaz y sana en estos momentos, y evitar males mayores en el futuro inmediato. A continuación, para clarificarte mejor el proceso de gestión emocional, te detallo las 4 fases de la gestión de emociones negativas:

  1. Ser consciente de la emoción que sientes, aceptándola y permitiéndote sentirla sin juzgarte, y evitando taparla con comida, alcohol, drogas, medicamentos o cualquier otra estrategia tóxica.
  2. Etiquetar tu emoción. Ponle un nombre a lo que sientes (miedo, ansiedad, tristeza, frustración…) y trata de identificar dónde sientes la emoción en tu cuerpo y con qué sensación corporal (dolor de cabeza, calor, opresión en el pecho…) sin juzgar la experiencia, sólo observándola.
  3. Indaga en el mensaje de la emoción y su relación con tus pensamientos: ¿Estás anticipándote con tus pensamientos sobre algo que no ha sucedido y quizá no suceda? ¿Estás dramatizando o exagerando demasiado la situación? ¿Qué es lo que necesitas: necesidad de seguridad, de control, de certidumbre, de ser escuchado/a? Si esta necesidad no la puedes cubrir, entonces trata de soltarla (soltar la necesidad de control, la necesidad de certidumbre) y si puedes cubrir la necesidad, pide ayuda (por ejemplo, si necesitas que te escuchen, pide a tu pareja o un amigo que te escuche).
  4. Utiliza una estrategia para frenar la intensidad de la emoción: Hay bastantes estrategias eficaces y sanas que te ayudan a tomar el control. Te doy algunos ejemplos: cuestionar la verdad de tus pensamientos dramáticos; cerrar los ojos y hacer varias respiraciones conscientes a través de la nariz; o también ocuparte en una actividad o tarea que te motive o que sea importante para ti, evitando así que tu mente genere pensamientos negativos anticipatorios sobre el futuro. Ya sabes, cuando te preocupes, ocúpate.

Practicando con estos 4 pasos, empezarás a sentirte más tranquilo/a, más equilibrado/a. Comenzarás a tomar el control de tu mente y de tus emociones, y empezarás a tomar decisiones más calmadas y más proporcionadas a la realidad. Pero aún hay mucho que mejorar ya que la inteligencia emocional es mucho más que esto. Además de aprender a aceptar las emociones y a etiquetarlas (1ª competencia), de regular nuestras emociones difíciles (2ª competencia), necesitamos aprender a potenciar las emociones positivas (automotivación, la 3ª competencia), necesitamos también desarrollar la empatía y la compasión hacia los demás (4ª competencia), y la habilidad social (5ª competencia), la capacidad de relacionarnos de forma efectiva y positiva con los demás, influyendo positivamente en ellos y generando vínculos productivos de colaboración.

Te deseo mucha fuerza, aguante y ánimos en las próximas semanas. Cuídate mucho a nivel físico y a nivel psicológico. ¡Saldremos de esta, y seremos mejores!

Y si quieres profundizar y desarrollar tus competencias emocionales y adquirir un auténtico arsenal emocional de técnicas y herramientas para defenderte del virus a nivel psicológico y físico, y ser una persona mucho más resiliente y fuerte, puedes inscribirte al próximo programa de inteligencia emocional que voy a impartir totalmente on line a mediados del mes de julio, pinchando en el siguiente link: Más información e inscripción

 

JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

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