No somos muy conscientes del enorme impacto de juzgar a los demás. Pero es algo que hacemos constantemente, incluso múltiples veces a lo largo de un día. Cuando hablo de juzgar a los demás me refiero a emitir juicios morales sobre las personas, etiquetando un comportamiento, decisión o actitud como buena o mala, admirable o despreciable, positiva o negativa. Y aunque emitimos juicios favorables sobre los demás, en general solemos emitir más juicios desfavorables.
Cuando criticamos una decisión, actitud, opinión o conducta de un compañero de trabajo, un jefe, un amigo, un familiar, nuestra pareja o nuestros hijos, estamos juzgando moralmente a esa persona. Nos creemos con derecho a juzgar como si nosotros tuviéramos la verdad o el criterio justo y perfecto para evaluar moralmente a los demás. Pero no lo tenemos. Y por supuesto, nadie es un ejemplo perfecto de conducta moral, porque en esencia, los seres humanos somos imperfectos. Y esto, lejos de resultar vergonzoso, nos hace más humanos, y debería hacernos más humildes y empáticos hacia los errores o fragilidades de los demás.
Sin embargo, este es uno de los grandes y clásicos errores de las personas: vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, como dice el refrán.
En las redes sociales, tan crispadas y polarizadas en estos tiempos que vivimos, observamos esta tendencia hasta unos límites absolutamente demenciales y patológicos. Políticos, pseudo-periodistas, influencers y artistas famosos hacen gala de esta perversa tendencia de situarse en un pedestal de superioridad moral para desde ahí emitir sus juicios y sentencias condenatorias a los que no opinan o no actúan como ellos consideran que es lo correcto o adecuado. Por supuesto, siempre se arman de argumentos, habitualmente peregrinos, y de datos falsos y con poco rigor, para defender la verdad de sus juicios. Al recibir apoyo de sus seguidores, la tendencia se amplifica y expande, contribuyendo a una sociedad llena de cinismo, hipocresía, demagogia, odio y violencia.
Yo mismo, por supuesto, he emitido y sigo emitiendo juicios morales negativos hacia los demás, porque es casi imposible no hacerlo de vez en cuando. Sin embargo, en los últimos años he ido notando una tendencia a reducirlos progresivamente, y honestamente me siento mucho más tranquilo y alegre, y algunas relaciones importantes han mejorado drásticamente gracias a ello. Porque no cabe duda que este patrón genera consecuencias graves no sólo en la calidad de nuestras relaciones personales y profesionales, sino también en nuestro propio bienestar.
Cuando nos dejamos llevar demasiado por la crítica y la queja hacia los demás, es inevitable que vayamos generando una actitud victimista y frecuentemente llena de ira. Nos enfadamos mucho más a menudo con los demás, al no comprender ni empatizar con sus conductas o puntos de vista.
Esto hace que los demás nos perciban como personas rígidas, intolerantes, y radicales. Además, vamos potenciando un estado emocional crispado y amargado, que afecta seriamente a nuestro bienestar. Aumenta el estrés y la ansiedad, y normalmente no somos capaces de identificar la razón de dicho estado anímico. Así que continuamos con nuestros juicios morales y condenatorios hacia los demás, complicando más nuestras relaciones y nuestro bienestar.
En mi experiencia personal, he detectado varias herramientas que me han ayudado a reducir drásticamente mis críticas y juicios morales negativos hacia los demás. Hace unos años me certifiqué en la herramienta de diagnóstico de personalidad DISC, y recientemente también me he certificado en otra herramienta de personalidad denominada HOGAN, ambas muy utilizadas en el mundo corporativo para seleccionar y contratar a los mejores profesionales o como herramienta útil para comenzar un proceso de coaching individual. El hecho de profundizar en ambas herramientas me ha llevado a la conclusión de que no hay cualidades buenas o malas, positivas o negativas. Lo normal es que las personas juzguemos negativamente aspectos o comportamientos muy diferentes a los nuestros.
Si por ejemplo, somos personas introvertidas y nos gusta tener pocas relaciones pero muy cercanas, cuando conocemos a alguien muy extrovertido, que tiene muchas relaciones sociales y suele ser el protagonista del grupo, seguramente lo juzgaremos como una persona superficial y egocéntrica. Y esta persona es probable que nos juzgue a nosotros como aburridos y herméticos. Pero lo que nos enseñan DISC y HOGAN es que ambos tienen fortalezas y debilidades. Es decir, en sí mismo ningún perfil de personalidad tiene más aspectos positivos o negativos. Todo depende del contexto y de las necesidades del entorno donde se desenvuelva la persona.
Si una persona quiere dedicarse profesionalmente a ser conferenciante, el perfil introvertido seguramente tendrá menos probabilidades de tener éxito. Por el contrario, si un individuo quiere trabajar como terapeuta o coach profesionalmente, seguramente el perfil extrovertido y social tenga menos habilidades de comunicación de tú a tú. Con lo que todo depende de las necesidades y exigencias de las situaciones que vivimos o el tipo de profesión que tenemos. Y si nuestra personalidad no es la más adecuada para un tipo de trabajo, tendremos que trabajar duro para desarrollar esas fortalezas que no tenemos.
Otra herramienta que estoy seguro de que me ha ayudado a juzgar mucho menos a los demás es el mindfulness. A través de esta práctica meditativa, entrenamos nuestra mente para dejar de juzgar todo lo que experimentamos, sea agradable o desagradable. También nos entrenamos en suspender nuestros juicios condenatorios hacia los demás, con lo que la práctica regular del mindfulness va modificando poco a poco este hábito, y potenciando el efecto contrario, que es una mayor empatía hacia los demás. Como llevo 20 años practicando mindfulness diariamente, es indudable que esto ha impactado en mi forma de evaluar a los demás.
Si queremos construir una sociedad y un mundo más humano y empático, necesitamos controlar y reducir drásticamente nuestro hábito tóxico de juzgar y sentenciar a los demás como si nosotros tuviéramos la verdad o fuéramos perfectos.
Cada uno debe asumir su responsabilidad y centrarse en cambiar, antes de pretender que cambien los demás, lo que una vez más es una tendencia del ser humano: es más cómodo exigir que los demás cambien a tener que cambiar uno mismo. Pero uno de los aprendizajes más importantes que he adquirido a lo largo de mi vida, y especialmente en los últimos 20 años, es que cuando nos enfocamos con honestidad y autocrítica sana en cambiar y mejorar nosotros como personas y como profesionales, evitando caer en la tentación de criticar, juzgar o querer modificar a los demás, nuestra vida se transforma radicalmente. Nuestras relaciones mejoran, nuestra paz interior y felicidad aumentan, y estamos en mejor disposición de influenciar más efectivamente a los demás para que hagan lo mismo.
Dejemos de pontificar como si tuviéramos la verdad sobre todo, dejemos de juzgar moralmente y condenar a los demás por tomar decisiones diferentes a las que consideramos las correctas, dejemos de aplicar a los demás la detestable «cultura de la cancelación» por tener una opinión distinta sobre cualquier temática. Y el mundo nos parecerá un lugar mucho más amable y fácil para vivir. Porque de hecho, habremos contribuido personalmente a ello.
En caso de que quieras probar un proceso de coaching conmigo, sólo tienes que escribirme a través del formulario de la web y agendamos una entrevista previa. Te dejo el link.
¿Aún no has leído mi nuevo libro «Reconecta contigo»? Ahora puedes leer el primer capítulo del libro, en este link: Primer capítulo Reconecta contigo Y si quieres comprarlo, en este link: Libro «Reconecta contigo»

JAVIER CARRIL
Coach MCC y conferenciante
Follow @JavierCarril
Seguir en Instagram @coachcarril
Foto de Karola G: https://www.pexels.com/es






0 comentarios