En muchas ocasiones me preguntan qué es el coaching, porque aún las personas lo confunden con un psicoterapeuta o con un entrenador personal, al estilo de los gimnasios. No es ni una cosa ni la otra. Cuando me estaba formando como coach profesional, la metáfora de la bellota y el roble se me quedó grabada, y creo que es una buena manera de explicar el coaching.
Si pensamos en una bellota, seguramente no le demos mucha importancia. Nos las encontramos en el campo cuando vamos paseando. Son pequeñas, casi insignificantes, es posible que las pisemos sin darnos cuenta. Ni siquiera son bellas. Las personas, en demasiadas ocasiones, nos vemos como bellotas, es decir creemos que somos bellotas: pequeñas, insignificantes, de poco valor, incluso sentimos que la gente nos pisotea metafóricamente, al creer también que somos personas mediocres.
Sin embargo, ahí donde la vemos, una bellota tiene el potencial de convertirse en un majestuoso y enorme roble o encina. Si recibe el adecuado alimento, luz y agua puede convertirse en algo valioso, hermoso, grande y espectacular. Eso es lo que sucede a las personas cuando trabajan con un buen coach. Progresivamente van alimentando a esa bellota que son (o que creen que son) con las condiciones adecuadas, hasta que de pronto empiezan a crecer como seres humanos, y llegan a ser y sentirse como auténticos robles.
¿Qué es lo que ha sucedido en el proceso de coaching? ¿Acaso los coaches somos magos?
Los buenos coaches que producen este espectacular cambio en las personas con las que trabajan, en primer lugar, han tenido que pasar ellos mismos por este proceso de autodescubrimiento. Es decir, sentirse y creerse bellotas, y poco a poco ir conectando con su auténtico potencial hasta sentirse y creerse robles. Si no lo han vivido y experimentando dentro de ellos, es imposible que puedan ayudar a otras personas a descubrir su roble interior. Por tanto, a la hora de contratar un coach es fundamental indagar y preguntar por qué se han dedicado al coaching, qué les ha aportado a ellos mismos.
Por tanto, un coach ayuda a la persona a autodescubrirse. En mi experiencia, no se trata de cambiar a la persona, sino ayudarla a darse cuenta de que sentirse una bellota es algo ficticio, una creencia limitante, y no la verdad. Y en paralelo, el coach genera el espacio seguro para que la persona realice ese viaje de autoconocimiento y autodescubrimiento, al mismo tiempo que desafía a poner acción, no sólo reflexión. Es decir, el coach genera un equilibrio paradójico entre proporcionar un entorno seguro de escucha sin juicio, junto con desafiar al cliente a salir de su zona de confort, tanto mental como emocional. Todo ello contribuye a que la persona comience a conectar con aquello que siempre estuvo en su interior: su enorme potencial, o dicho de otra manera, su roble interior.
Cuando una persona conecta con su potencial, todo cambia en su vida. Comienza a confiar en sí misma, en sus propias respuestas, en su propia sabiduría. ¿Por qué? Porque el coach ha hecho esto mismo desde el principio. Confiar incondicionalmente en la sabiduría y la grandeza de la persona. Es posible que sea la primera vez en la vida de una persona que sienta ese apoyo y confianza tan auténticos y tan incondicionales por parte de una persona externa, y por eso se convierte en una experiencia totalmente transformadora.
Varios clientes me han comentado esto cuando hemos terminado un proceso de coaching. Hablan de sentirse muy respetados y no juzgados por mí en las sesiones, digan lo que digan y compartan lo que compartan de sus ideas, vidas o relaciones. Y por otro lado, me han dicho que dentro de ese espacio de respeto sienten que no les dejo que se autocompadezcan o se victimicen, que de alguna manera a través de mis preguntas sienten que les desafío a cambiar y a avanzar.
Como he dicho, el primer punto es que el coach crea en el potencial del cliente, vea lo que vea y escuche lo que escuche. Las personas hablan como si fueran bellotas porque tienen bloqueos emocionales, resistencias al cambio, ideas o creencias negativas o actitudes victimistas que impiden su desarrollo como seres humanos. Y el coach a través de sus preguntas y feedback va ayudando a la persona a que tome conciencia de todo esto. Porque sólo podemos cambiar aquello de lo que somos conscientes. Aquello de lo que no somos conscientes nos está dominando y controlando como marionetas en nuestra vida.
En segundo lugar, el coach desafía al cliente para que cuestione sus creencias limitantes o actitudes victimistas, con el fin de superar todos los obstáculos internos que están impidiendo conectar con su roble interior y lograr la vida que se merece. Es decir, hacemos de Pepito Grillo incomodando al cliente para que salga de su burbuja victimista o resistente. Al mismo tiempo, el coach se focaliza en las fortalezas internas del cliente como una palanca para el cambio. Todo esto no sólo mediante preguntas y feedback, sino mediante herramientas o ejercicios prácticos que propone al cliente.
En lo que no emplea apenas tiempo ni foco es en dar vueltas y remover el pasado, como se suele hacer en terapia. No digo que sea negativo reflexionar sobre nuestras experiencias pasadas negativas o traumáticas, pero demasiadas veces provoca que las personas se anclen y atasquen ahí, y eso empeora su autoestima y su capacidad para conectar con su potencial. El coaching es muy claro sobre el pasado. Es algo que ya no se puede cambiar, sólo aprender sobre ello para no repetir los errores. Por lo tanto, no debemos emplear mucho tiempo rememorando el pasado, sino explorando el presente y construyendo el futuro que deseamos.
En ese sentido, para la construcción del futuro deseado, un buen coach impulsa al cliente a la acción. Sin acción, el coaching no existe ni tiene sentido. Las personas deben dejar de darle vueltas y vueltas a las cosas, y movilizarse a actuar. Ocuparse de su vida en lugar de preocuparse por algo ficticio. La acción lleva al cliente a confiar en su poder para cambiar las cosas, y además es una fuente enorme de aprendizaje y crecimiento. Por eso, toda sesión de coaching termina con los compromisos de acción del cliente para las siguientes semanas. Acciones que estarán alineadas con los objetivos, los valores y el propósito vital del cliente, por supuesto.
Por tanto, a través de los 3 pilares que se trabajan en cada sesión de coaching (la conciencia, la responsabilidad y la acción) se pone el foco predominante en aprender lo necesario del pasado sin enredarse, explorar la realidad del presente y construir el futuro deseado. Todo ello contribuye a que la persona vaya convirtiéndose de bellota en majestuoso roble, o mejor dicho, abandonando su creencia de que es una bellota, y abrazando su grandeza y sabiduría interior de roble.
Una de las características diferenciales y únicas del coaching es que el coach cede el protagonismo y las respuestas al cliente, es decir no se pone como experto ni como el salvador del cliente, como en otro tipo de actividades como la consultoría o la terapia. El coach sólo es un medio, un canal, para que el cliente descubra su potencial. De ahí en realidad viene la palabra coach, de carro o coche, que te transporta desde un lugar a otro, desde donde estás hasta donde quieres llegar.
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JAVIER CARRIL
Coach MCC y conferenciante
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