¿Qué ocurriría si a partir de ahora te plantearas todos los acontecimientos de tu vida bajo la perspectiva de que siempre había una razón perfecta para que sucedieran? Incluso las experiencias más trágicas o dolorosas de tu vida. ¿Qué pasaría si pensaras que hay una razón perfecta que explica dichas experiencias? Una razón perfecta, muchas veces oculta, que no somos capaces de ver o reconocer en ese instante, pero que está ahí, para que la descubramos cualquier día, en un momento de lucidez o claridad especial.

Ésta es, sin duda, una nueva forma de ver la vida, de contemplarnos a nosotros mismos, de evaluar lo que nos sucede. Porque si pensamos que detrás de todo acontecimiento hay una razón perfecta para que haya sucedido, entonces somos más capaces de aceptar la realidad tal y como es. También seremos más capaces de buscar la lección que nos ha dejado esa experiencia concreta, y aplicar ese aprendizaje en nuestra vida futura.

Yo he pasado por experiencias dolorosas en el pasado, como un despido laboral o un ataque epiléptico provocado por el estrés, lo que supuso una etapa de incertidumbre y fragilidad tanto en lo profesional como en lo personal. Pero cuatro años después he descubierto la razón perfecta que no encontré en su momento. He descubierto que aquellas experiencias eran la semilla del enorme cambio personal y profesional que me ha llevado adonde estoy hoy, con una claridad y serenidad que jamás en mi vida había tenido. Ahora, cuatro años después, incluso bendigo esas experiencias, porque me han permitido convertirme en una persona más fuerte, más segura, más valiente. Me han permitido cambiar radicalmente de profesión, para dedicarme a lo que me apasiona, el coaching. Me han permitido descubrir el zen para profundizar en mi autoconocimiento y en el sentido de mi vida. Me han permitido disfrutar más intensamente del momento presente. Y muchas cosas más.

El principal obstáculo que tenemos para adoptar la visión de la razón perfecta es que estamos cerrados al sufrimiento. Queremos apartarlo de nuestra vida, enterrarlo, olvidarlo, ocultarlo. Y esa cerrazón es precisamente lo que más nos hace sufrir. Porque el dolor y el sufrimiento forman parte de nuestra vida, no podemos evitarlo. Y cerrándonos a él no lograremos más que incrementarlo. Si te resistes, persiste.

Cuando nos abrimos a la verdadera esencia de nuestra existencia, entonces podemos comprender que nuestra vida cambia cada instante, y que es imposible aferrarse a nada sólido. Disfrutamos de un éxito, y a la vuelta de la esquina nos espera un revés o una experiencia desagradable, y a continuación nos encontraremos de nuevo con otro éxito o fracaso, y así hasta el final.

Cuando aceptamos este curso natural de nuestra experiencia, y tratamos de confiar en esa razón perfecta, toda nuestra visión cambia radicalmente. Hace poco, una clienta con la que estoy trabajando se sintió conmovida en una sesión de coaching al interiorizar esta frase: Todo lo que ha sucedido en mi vida ha tenido un por qué y un para qué…todo ha tenido un sentido positivo, incluso las experiencias más duras de mi vida. Esta nueva visión nos ayuda a vernos a nosotros mismos con una renovada perspectiva y hace que eliminemos el resentimiento que pudiéramos tener dentro de nosotros hacia alguna persona o experiencia, así como el sentimiento de culpa que podamos sentir al repasar nuestras decisiones.

Y esta limpieza nos proporcionará una energía nueva y cambiará toda nuestra vida. Porque cuando cambiamos la percepción que tenemos de las cosas, estamos cambiando todo. Esta es la llave principal de nuestro sufrimiento o de nuestra felicidad.

Y ahora te propongo que pienses en los acontecimientos más dolorosos de tu vida, que los traigas al presente y pienses cual ha sido la razón perfecta para que sucedieran. ¿Qué consecuencias positivas han tenido? ¿Qué te han aportado a ti y a tu vida?
Y no te preocupes si no lo encuentras aún. Si permaneces abierto a lo que “es”, tarde o temprano lo encontrarás dentro de ti.

JAVIER CARRIL. Coach. Visita mi web: http://www.zencoaching.es/
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