Desde que Daniel Goleman la denominara y etiquetara, hemos oido hablar de la inteligencia emocional hasta la saciedad. Ahora diferenciamos claramente entre nuestra inteligencia intelectual y nuestra inteligencia emocional, descubriendo numerosas personas muy inteligentes intelectualmente, pero nefastos a nivel de inteligencia emocional. Lo contrario, por supuesto, también existe.
¿Cuál es la clave para ser inteligente emocionalmente? No nos lo han enseñado en los colegios, ni en las universidades, ni tampoco en los «fantásticos» MBA.
¿Quién nos dice cómo gestionar nuestras emociones, comprenderlas, dirigirlas para que nos capaciten y nos dén poder?
AUTOCONCIENCIA
En primer lugar, la inteligencia emocional se desarrolla poniendo atención constante sobre nuestras emociones, sin juzgarlas. No hay nada más poderoso como tomar conciencia inmediata de una emoción que estamos sintiendo, sea positiva o negativa. Esto requiere entrenamiento, a veces duro entrenamiento. Porque no estamos acostumbrados a ello, vivimos de forma totalmente inconsciente, dejándonos llevar por las circunstancias, por el ritmo acelerado de nuestras vidas, por las preocupaciones sobre lo que pueda ocurrir en el futuro, o bien por las cosas que han ido mal en el pasado. Por eso, con paciencia, practicando, cualquier persona puede lograr estar presente realmente cuando sienta una emoción, tomando conciencia de que en ese momento está sintiendo algo, lo que sea.
LA CAUSA, NO EL SÍNTOMA
En ese momento, si pensamos en el origen de esa emoción, tendremos un poder adicional, saber la causa. Nuestra cultura frenética y cortoplacista hace que nos centremos siempre en sanar los síntomas y taparlos con soluciones no duraderas. Nos sentiremos temporalmente bien, pero si no hemos analizado la causa de la emoción, volverá. Una y otra vez. Y trataremos de taparlo con parches como la comida, el tabaco, comprando… Por supuesto, no estoy diciendo que comer o comprar productos sea negativo. Pueden ser actividades fantásticas si no se realizan desde el intento de escapar o tapar una emoción negativa. Porque se está actuando en el síntoma, no en la causa.

Las emociones son parte de nosotros, no podemos escapar de ellas, no podemos taparlas, ni considerarlas enemigas. Al contrario, incluso las emociones negativas (rechazo, frustración, depresión, soledad, etc.) debemos abrazarlas como amigas, porque nos están dando un mensaje, una señal para emprender la acción, o para cambiar nuestra actitud sobre un asunto difícil. Por tanto, nos están haciendo un servicio útil e imprescindible, nos hacen aprender, madurar y crecer. ¡Démosles la bienvenida! ¡Aprendamos de ellas! Pero no huyamos de ellas. Son nuestras emociones.
NO SOMOS NUESTRAS EMOCIONES
Sin embargo, y este es un punto crucial de la gestión de las emociones, no debemos identificarnos con nuestras emociones. Es decir, tenemos emociones, pero NO somos nuestras emociones, igual que no somos nuestro cuerpo, ni nuestra mente. La mente, el cuerpo, las emociones, son poderosísimos recursos que tenemos a nuestro alcance. Tan poderosos que si no los dominamos, nos dominan a nosotros mismos, convirtiéndonos en marionetas de las circunstancias externas y de los demás. Sólo tomando conciencia de esta verdad, sólo estando atento a nuestras emociones y aprendiendo del mensaje que nos están enviando, sólo contemplándolas como un recurso a nuestro alcance y no identificándonos con ellas, conseguiremos dominarlas y gestionarlas.


Y sólo entonces, empezaremos también a comprender las emociones de los demás, a empatizar con ellas, el siguiente y fundamental paso para completar el dominio de la inteligencia emocional.
Continuaré… JAVIER CARRIL. Coach personal y ejecutivo. Más info: fjcarril@telefonica.net