El peor riesgo es no correr ningún riesgo.

Desde el momento en que nacemos, aprendemos muchas cosas a toda velocidad, como reir, caminar, comer. Y para aprender, cometemos muchos errores…Sin embargo, a los niños no les preocupa equivocarse, se arriesgan una y otra vez hasta que consiguen lo que quieren. Por este motivo, el ritmo de aprendizaje de esta etapa de la vida es más veloz que nunca. De hecho, jamás volvemos a aprender a este ritmo. ¿Por qué? Porque experimentamos, probamos, nos arriesgamos, nos equivocamos, aprendemos de los errores y volvemos a intentarlo con insistencia.
Cuando vamos creciendo, sin embargo, determinadas experiencias de la vida van cerrando nuestro entusiasmo por arriesgarnos y aprender. Quizá un injusto castigo de un profesor, tal vez un desengaño amoroso, o la traición de un amigo íntimo…son experiencias que nos han producido dolor, y que no queremos volver a repetir. De esas experiencias seguramente aprendimos que pagamos un alto precio por arriesgarnos, el precio del fracaso, el castigo, el dolor, la soledad… Es más que probable que los medios de comunicación colaboraron mostrándonos una imagen agresiva y hostil del mundo, y posiblemente algunas personas de nuestro entorno alimentaron insconscientemente ese miedo. Después, en nuestro trabajo y vida de adultos, nos arriesgamos poniendo en práctica nuevas ideas y chocamos contra la forma tradicional de hacer las cosas, y fracasamos…y somos castigados por ello (despido, marginación), lo cual nos lleva a cerrarnos todavía más al riesgo y al aprendizaje.

Como decía el escritor y prestigioso profesor de Standford John Gardner: “A la mitad de nuestra vida la mayoría llevamos en la cabeza un agobiante catálogo de cosas que no tenemos intención de volver a probar porque las hemos intentado una vez y hemos fracasado…o lo hemos hecho peor de lo que nuestra autoestima exigía.” Esto nos limita, nos reduce a un círculo muy pequeño de unos pocos amigos, de un núcleo familiar cada vez más reducido, de un trabajo estable en el que nos sentimos seguros. Nos hemos hecho cómodos, hemos creado nuestra zona de confort, nuestro pequeño refugio. Y este refugio nos impide aprender, crecer, arriesgarnos. Y lo peor es que, en muchas ocasiones, no nos damos cuenta de haber llegado a ese estado. Es más, proclamamos que estamos más o menos satisfechos con nuestra vida, nos resignamos a hacer el trabajo que no nos gusta hacer y nos excusamos con nosotros mismos echando la culpa a las circunstancias de la vida. Hemos perdido nuestra esencia, o como dijo Gardner: “Somos consumados fugitivos de nosotros mismos”.

Yo también era hace unos años un fugitivo de mí mismo en muchos aspectos. Y el coaching abrió mi perspectiva, encendió muchas luces dentro de mí, me ayudó a desaprender y a volver a aprender de nuevo, a experimentar, a probar, a arriesgarme. Y ahora, después de aplicar el coaching a mi vida personal y profesional, tengo la sensación de que he vuelto a mí. Y realmente merece la pena.
Por eso, desafío siempre a mis clientes para que se arriesguen y pierdan el miedo al fracaso y a los errores, ese miedo que tantas veces nos paraliza, porque el peor riesgo que se puede correr es precisamente no correr ningún riesgo, quedarse petrificado y conformarse.

Todos podemos hacerlo, todos podemos saltar los obstáculos y vencer los miedos que nos bloquean, todos somos capaces de abrir nuestro campo de visión, descubrir nuestro verdadero potencial, mirar nuestros errores y fracasos del pasado con una nueva perspectiva de aprendizaje. Todos podemos ser la persona que queremos ser, y hacer lo que deseamos hacer. Y todos podemos cambiar lo que no nos satisface de nuestra vida. De hecho, sólo nosotros podemos cambiarlo. No podemos culpar a nada ni a nadie de ello. Nosotros somos los únicos responsables de nuestra felicidad o infelicidad. Sé que es duro escuchar esta afirmación. Sin embargo, es el primer paso para la felicidad y el éxito: reconocer y asumir nuestra responsabilidad para diseñar nuestra vida. JAVIER CARRIL.

5 Comentarios

  1. Curro Avalos

    Como siempre perfecto.
    Te mando un abrazo fuerte.
    Curro Avalos.

    Responder
  2. t2dcris@gmail.com

    Hola Javier,

    Me ha entusiasmado la idea del catálogo de cosas que no tenemos intención de hacer y que nos limita.

    Abrir perspectivas, diferentes puntos de miras… nos lleva al éxito. Eso que dicho, así, en palabras, es tan fácil y al final es tan difícil como queramos que sea… ;P

    Gracias por compartir este texto conmigo.

    Saludos,

    Responder
  3. Margarida

    ¡Qué grandes maestros son los niños! Y qué vulnerable es el sentido común de los mayores! Si los niños aprenden a fuerza de intentos, errores y riesgos ¿Por qué, cuando crecemos, abandonamos estos hábitos que ha todos nos han dado tan buenos resultados?… Tal vez lo que acostumbramos a llamar «aprender» no necesariamente significa que aprehendemos y somos capaces de pensar por nosotros mismos acerca de los que nos sucede, sino más bien que copiamos, aceptamos, seguimos, acatamos,… Y no rechistamos.

    Puede que si nunca llegáramos a oir «eso es un fracaso», ése mismo hecho lo tomáramos como un ensayo, un intento o una posibilidad, porque en ningún sitio está escrito que sólo podamos probar una vez ¿…? Cuando asociamos la palabra «fracaso» a burlas, castigos, mofas o dolor, estandarizamos ese significado y de ahí en adelante pensamos en él antes de hacer algo ¿Por qué se nos enseña entonces que tiene más reconocimiento el valor que los demás dan a lo que hacemos, que el que nosotros mismos podemos darle? Nadie mejor que cada uno sabemos cuánto nos ha costado hacer y conseguir algo. Nosotros sí podemos valorarlo. Los demás sólo pueden opinar. Y deberíamos ser capaces de conceder a cada punto de vista la atención que efectivamente se merece, en lugar de seguir quedándonos a salvo de… ¿Los demás? ¿Nosotros mismos? Y poder «culpar» así a los otros de lo que nosotros no hacemos. ¡Cuánto nos ayudaría ese pequeño giro en nuestra atención!

    Elisabeth Kübler-Ross recoge en su libro «La Rueda de la Vida» su experiencia con enfermos terminales y explica cómo, en general, los lamentos de éstos no se dirigían a aquellas cosas que no habían salido bien en el transcurso de sus vidas, ni siquiera a aquellas que hicieron mal, muy al contrario, su arrepentimiento era por todo aquello que ni habían hecho, ni habían intentado hacer. Si las estadísticas no fallan, debo andar rondando la mitad de mi vida y ya hay demasiadas cosas que lamento no haber hecho cuando debía haberlas hecho, así que un buen día decidí tomar el camino que me lleva de nuevo a mi esencia, la cual no había llegado a perder, pero el miedo que paraliza (no el que sirve de alerta y otorga prudencia, que siempre es bienvenido) me había hecho enterrarla tan hondo que llegué a olvidarla por completo, hasta el punto de creer que nunca había existido. Es un alivio y todo un descubrimiento saber que se puede recuperar en cuanto nos hacemos cargo y aceptamos la responsabilidad de ser y hacer lo que de verdad deseamos de corazón.

    Sí 😉 ¡Merece la pena arriesgarse a vivir!

    Responder
  4. Carlos

    Libro 36 ESTRATEGIAS CHINAS. Puede bajarlo desde
    http://www.personal.able.es/cm.perez/36_estrategias_chinas.pdf

    Describe estratagemas como «moverse sin ser visto en el mar a plena luz del día», «matar con una espada prestada» o «crear algo a partir de la nada». Cuando usted domine estas 36 estrategias, estará preparado para encontrar soluciones a cualquier tipo de problema y será capaz de adaptarse a toda clase de circunstancias.

    Para mas información:
    http://www.personal.able.es/cm.perez/

    Responder
  5. Tetsuo

    Coincido plenamente en lo que mencionas sobre los medios de comunicación. Creo que cada vez nos toman más el pelo y nos moldean mejor. Lo triste es que consiguen realmente su objetivo de asustarnos. Todo esto les viene muy bien a unos cuantos. Si todos tenemos miedo somos muy fáciles de manejar ya que estamos controlados.

    Al margen de todo, hay que reconocer que el hecho de arriesgarse es sin duda peligroso según la sociedad en que vivimos y las circunstancias que pesan sobre cada uno de nosotros. Pero si al hacerlo, el resultado final es satisfactorio, debe ser realmente gratificante.

    Enhorabuena, sigue escribiendo y haciéndonos reflexionar.

    Responder

Dejar una respuesta a Margarida Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Descarga Gratis

Descárgate gratis 2 cuentos de mi libro
«El hombre que se atrevió a soñar»

Mis Libros

Reconecta Contigo

7 Hábitos del Mindfulness para el éxito personal y profesional

El hombre que se atrevió a soñar

zen coaching

DesESTRÉSate