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Tu intención no importa. Sólo importa el resultado.

Quizá este artículo te suene duro, poco empático o incluso algo cruel. Aun así, quería escribirlo porque es una reflexión que da vueltas en mi cabeza desde hace tiempo. Se trata de la contradicción o la distancia que existe entre nuestras intenciones y el resultado final de nuestras acciones. Y sobre todo ¿Qué es lo que verdaderamente importa? Porque estaremos de acuerdo que en muchas ocasiones en nuestra vida cotidiana existe una gran diferencia entre ambas. ¿Cual es la razón?

Vaya por delante que estoy convencido de que todos, en general, tenemos buenas intenciones cuando hacemos las cosas o cuando tomamos decisiones. Sólo en algunas ocasiones puntuales tratamos de hacer daño o el mal de manera consciente, pero no es lo normal. Quizá sea muy ingenuo, pero he comprobado muchas veces la grandeza del ser humano, y cómo todas las personas tenemos una bondad enorme e innata dentro de nosotros. Lo que sucede es que el miedo, la ignorancia, la inseguridad o la rabia nos nublan la conciencia y nos impiden ser lo que verdaderamente somos.

Insisto, por regla general todos tenemos buenas intenciones. No obstante, ¿Están a la altura los resultados que obtenemos respecto a esas buenas intenciones? Definitivamente, no. Por eso, tenemos tantos conflictos, problemas y tensiones en las relaciones con los demás y con nosotros mismos. Porque aunque tengamos la buena intención de dar un consejo a alguien o corregirle una conducta que consideramos incorrecta, quizá ese alguien no quiere nuestro consejo o comentario crítico, o lo percibe como una actitud soberbia o paternalista. Tal vez queremos proteger a nuestro hijo tratando de que no se equivoque pero eso probablemente impida que nuestro hijo madure y se haga cargo de sus propias decisiones vitales. Una gran distancia entre nuestra intención y el resultado final de nuestra acción.

Más ejemplos. Cuando tenemos adicción al móvil o comemos de manera poco saludable y queremos cambiar, pero no lo hacemos y seguimos igual. O cuando abordamos una conversación difícil con un compañero de trabajo o con nuestra pareja, y nuestra intención inicial es la de escuchar, ser empáticos, respetar el punto de vista del otro y decir lo que sentimos y pensamos sin palabras malsonantes, sin agresividad ni insultos, y sin tratar de imponer nuestra «verdad» al otro. Pero si la conversación deriva hacia algo inesperado, seguramente terminemos cometiendo todos los errores que queríamos evitar. Una vez más, nuestra intención era buena, pero el resultado fue nefasto. O el clásico ejemplo de buenos propósitos de inicio de año, como comenzar a hacer ejercicio regular o estar más tiempo con los hijos. Si esas buenas intenciones no se convierten en un resultado real, ¿De qué nos sirve tanto buen propósito? De nada. De hecho, nos estaremos haciendo mucho daño a nosotros mismos si no cumplimos con esas intenciones.

He escuchado muchas veces, como una manera de justificarnos, la frase: «Mi intención era ayudarte, protegerte, orientarte, etc…» Pero no importa la intención, da exactamente igual. Lo que importa es lo que la otra persona ha recibido realmente de nuestra conducta, de nuestras palabras o de nuestro silencio. Ese es el resultado, y muchas veces difiere radicalmente de nuestra buena intención. En esos casos, que son muy numerosos en nuestra vida, debemos mirarnos a nosotros mismos con espíritu autocrítico, porque tal vez estamos perdidos en el mundo de las intenciones, que no es lo mismo que el mundo de la realidad. Y debemos evitar caer en la fácil autojustificación de que nuestra intención era positiva o la maldita frase «Es que yo soy así y no puedo cambiar», porque la realidad es que no logramos un resultado positivo, y eso es lo que finalmente cuenta en nuestro balance vital. No cuentan en absoluto las buenas intenciones que tuvimos, sino las emociones e impacto real que provocamos en los demás a través de nuestras palabras, conductas, actitudes o decisiones.

Cuando hablo de un resultado positivo, me refiero a un resultado que fomente el respeto, la empatía, la comunicación, la confianza, el amor, la amistad. Me refiero a un resultado que cubra las necesidades y emociones de ambas partes (las tuyas y las de la otra persona o personas). Eso es un resultado positivo.

Como decía al inicio de mi artículo, puede que sea duro o cruel empezar así el año, pero cada día estoy obsesionado con ser una persona más auténtica, más sincera conmigo mismo. Cada día busco que mis comportamientos estén más acordes con mis palabras, que no es fácil. Es un aprendizaje y esfuerzo diario, y que no terminará jamás. Y en esa autenticidad quiero hablarme con total honestidad, sin engañarme con autojustificaciones sobre mis conductas, decisiones o palabras. Quiero centrarme en mis resultados, no en mis intenciones o deseos. Porque al final de nuestra vida, nadie nos juzgará o recordará por nuestras intenciones, sino por nuestros resultados y acciones.

Si fuimos una persona agresiva, irrespetuosa, que gritaba a los demás, que hacía sufrir a sus seres queridos o conocidos, será totalmente irrelevante que tuviéramos buenas intenciones. Y el problema es que muchas veces no somos conscientes del sufrimiento que generamos en nosotros y en los demás. Por eso, la clave, una vez más, es profundizar eternamente en nuestro autoconocimiento. Esa es la llave que abre todas las puertas, porque siempre, ineludiblemente, nos ayudará a conectar con la grandeza que todo ser humano alberga en su interior. No hay otra forma para conectar con nuestra mejor versión que conocernos cada día más, con humildad, con autocrítica y al mismo tiempo con amabilidad y compasión hacia nosotros.

Por tanto, está muy bien que te plantees, como es habitual en estas fechas, tus deseos e intenciones para este año. Pero lo verdaderamente importante es que esos deseos e intenciones los conviertas en verdaderos resultados, es decir, en comportamientos concretos, hábitos sostenibles, decisiones o palabras que contribuyan a un mundo mejor, un mundo más humano, respetuoso y compasivo.

¿Están tus acciones contribuyendo a que en tu pequeño mundo haya más confianza, amor y compasión, o estás fomentando el miedo, los prejuicios y la obsesión por imponer tu razón al otro? Te dejo con esta pregunta para reflexionar.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

5 estrategias para lograr nuestros objetivos

Ahora que llega el fin del año y el inicio del siguiente, por algún motivo extraño que se me escapa, los seres humanos nos replantearemos nuestra vida por enésima vez. Tomaremos más conciencia de nuestros hábitos tóxicos y recuperaremos los sueños que llevamos rumiando durante años. En definitiva, desearemos cambiar y nos propondremos esos propósitos positivos para el nuevo año.

¿Sabías que en una encuesta se preguntó a 3000 personas si habían logrado sus propósitos de inicio de año y el 88% respondieron que no? Supongo que te imaginabas un porcentaje similar o incluso mayor de fracaso colectivo. Y yo me pregunto: si sabemos que no los vamos a cumplir, ¿Por qué nos los proponemos año tras año? ¿Somos conscientes del coste emocional y de autoconfianza que supone el proponernos unos objetivos y no cumplirlos?

Lo normal es que nos sintamos frustrados, enfadados o decepcionados con nosotros mismos, y nos digamos una vez más que no tenemos fuerza de voluntad o disciplina, como si esto fuera algo genético.

En la encuesta que mencionaba anteriormente, el motivo principal que comentaron los encuestados fue que se habían marcado objetivos demasiado ambiciosos a corto plazo. Somos muy impacientes y cortoplacistas, y además nos cuesta mucho hacer el sacrificio necesario para lograr incorporar un hábito positivo (hacer deporte, comer más sano, escuchar más y hablar menos, etc).

Por mi experiencia como coach durante los últimos 14 años, hay varios errores que cometemos a la hora de proponernos nuevos propósitos. Enumero algunos de ellos a continuación:

  • Nos planteamos objetivos demasiado ambiciosos a corto plazo.
  • No nos marcamos una fecha en la que empezar, y tampoco una fecha límite para haberlos conseguido.
  • Nuestros objetivos no son realmente objetivos: son intenciones o deseos, que es muy distinto.
  • Nos cansamos o decepcionamos demasiado pronto y lo abandonamos.

Por lo tanto, ¿Cómo podemos asegurarnos de lograr nuestras metas y sueños? A continuación, comparto 5 estrategias que a mí me han funcionado siempre, en todos los objetivos que me he marcado en los últimos 14 años:

  1. Transforma tu deseo en un objetivo. Utiliza para ello una herramienta muy conocida, el modelo MARTE, que son las siglas de las características que debe cumplir un objetivo para que sea considerado como tal, en lugar de una mera intención o deseo. MARTE significa que un objetivo debe ser Medible, Alcanzable, Retador, Tiempo (fecha de inicio y fecha límite) y Específico. Es esencial que el objetivo sea muy concreto (nada de generalidades), y que sea alcanzable al mismo tiempo que retador (un difícil equilibrio pero posible).
  2. Divide el objetivo en micro-acciones. A partir de ese objetivo MARTE, márcate pequeñísimos pasos o acciones específicas con las que vayas avanzando hacia el objetivo de largo plazo. Las micro-acciones, ejecutadas de manera constante, son fundamentales para que el objetivo sea sostenible en el tiempo. Por ejemplo, cuando queremos adelgazar y empezamos una dieta muy estricta, adelgazamos de manera muy rápida los kilos que queremos, pero está comprobado que en la mayoría de los casos la persona vuelve, al cabo del tiempo, a ganar su peso inicial de nuevo, por no haber podido mantener esa dieta de forma sostenible. El motivo es que se utiliza la estrategia contraria a la que recomiendo: macro-acciones o grandes cambios que el cerebro no asimila bien y boicotea inconscientemente en el largo plazo.
  3. Supera los micro-fracasos. Si cumples el punto 2, sólo puedes tener micro-fracasos, no grandes fracasos. Los micro-fracasos son fáciles de superar porque tienen poca importancia. Quiero decir que si fallas un día, no se hunde el mundo. Incluso si fallas dos o tres, siempre que relativices su relevancia y continúes cumpliendo tu plan como si nada.
  4. Prémiate durante todo el camino. El cerebro, según numerosas investigaciones, funciona a base de recompensas. Si te vas dando pequeños premios durante el camino, cuando vayas logrando pequeños avances, tu cerebro va a liberar dopamina y tú te sentirás mucho más animado y motivado para continuar avanzando hacia tu sueño. Cuando hablo de pequeños premios, me refiero a algo sencillo, algo que te guste hacer y que no implique gastarte mucho dinero, y por supuesto, un premio sano, no algo que perjudique tu salud.
  5. Comprométete con alguien. Está demostrado también que si compartes con alguien importante (tu pareja, tu hijo, un amigo) tu firme propósito de lograr un objetivo (ya sea personal o profesional), es mucho más probable que lo consigas, ya que esa persona te irá preguntando y tú no quieres quedar mal con esta persona. ¿Verdad?

Al final, la clave es generar un hábito sostenible, en base a las micro-acciones, de modo que sea imposible retroceder. Tu autoestima aumentará de forma espectacular, y tu cerebro habrá aprendido de forma inconsciente cómo lograr objetivos de manera sostenible, lo que aplicará para las próximas metas que quieras conseguir, que te resultarán mucho más fáciles.

Así que deja de marcarte deseos, intenciones, expectativas…y aplica estas pautas para tener un verdadero objetivo que te motive y te lleve a crecer como persona. Y por cierto, no es necesario esperar a enero o septiembre para marcarte metas. Cualquier mes del año es perfecto para ello. Así que ¿Por qué no empezar a diseñar tu objetivo ahora mismo, en diciembre? ¿Te atreves a desafiarte y a utilizar unas estrategias distintas para lograr el éxito? Entonces, ¡Eres imparable!

Te deseo una Feliz Navidad y un año 2019 lleno de objetivos cumplidos.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y autor de 5 libros.

Propósitos de nuevo año: ¿Cuantos lo consiguen?

¿Te has preguntado qué porcentaje de personas no cumplen sus propósitos de nuevo año? Cada vez que hago esta pregunta en la parte final de los cursos de Mindfulness que imparto en numerosas empresas, todos los participantes responden, entre sonrisas irónicas, que entre un 90% y un 99% no cumplen sus propósitos de nuevo año…

En Reino Unido se realizó esta misma pregunta a 3000 personas, y un 88% reconocieron que no habían cumplido sus propósitos de inicio de año. Es abrumador y realmente triste que prácticamente el 90% de la población no consiga sus objetivos. Entonces, ¿Para qué nos marcamos, año tras año, nuevos objetivos? ¿Para fracasar y sentirnos mal con nosotros mismos? Porque esta es la consecuencia de fracasar. Nos frustramos y desmotivamos, y eso nos lleva a pensar que no tenemos fuerza de voluntad, que no somos capaces, y cosas por el estilo que poco a poco van hundiendo nuestra autoestima. Es decir, es más serio de lo que parece.

Pero ¿Cual es la razón principal que declararon ese 88% del estudio? El motivo fundamental es que nos marcamos hitos demasiado ambiciosos a corto plazo. O dicho de otro modo, somos demasiado impacientes y poco realistas. Así que ¿Por qué no adoptamos la estrategia contraria? Es decir, marcarnos objetivos muy pequeños y poco ambiciosos al principio, y cuando los tengamos consolidados, continuamos avanzando y aumentando la dificultad de los mismos.

Lo más normal es que, si adoptamos esta estrategia de «pasitos pequeños constantes», vayamos logrando pequeños éxitos, lo cual nos va a proporcionar motivación y autoconfianza, lo que desembocará en pensamientos positivos sobre nosotros (justo el proceso contrario al que describíamos anteriormente, tan destructivo e inútil). Es decir, se trata de jugar con una red de seguridad, de garantizarnos la imposibilidad de fracasar, y de ir aumentando nuestra autoestima poco a poco, pero de forma sólida.

El gurú del crecimiento personal Anthony Robbins dijo: «Nos subestimamos respecto a lo que podemos lograr en el largo plazo, y nos sobreestimamos respecto a lo que podemos conseguir a corto plazo». Totalmente de acuerdo. Si no queremos formar parte de la legión de personas que se sienten fracasadas por no lograr, año tras año, sus propósitos de inicio de año, probemos por una vez la estrategia contraria a la habitual. Empecemos dando un pasito, y convirtámoslo en un hábito sólido antes de dar el siguiente pasito, y así sucesivamente.

Es mucho más fácil generar un hábito realizando avances pequeños y fáciles. Es la filosofía del Kaizen, metodología de origen japonés de hace 500 años, que luego se exportó a Occidente y al mundo empresarial con notable éxito (en la segunda guerra mundial, en la cadena de montaje de las fábricas de Toyota, en los procesos de calidad empresariales mediante la mejora continua…).

Además del kaizen (mejora continua a través de pequeñas mejoras o pasitos), es importante tener en cuenta que el cerebro funciona por repetición. Es decir, cuando queremos incorporar una acción o conducta como un hábito, debemos repetir dicha acción una y otra vez, hasta que nuestro cerebro ha generado las suficientes conexiones neuronales como para automatizarlo y pasarlo al inconsciente. Relacionado con esto, tenemos la teoría, validada por diversos estudios, de los 21 días consecutivos de media. Es decir, que para generar un hábito, debes repetir la misma acción unos 21 días consecutivos. Fue William James, el padre de la psicología moderna, quien defendió por primera vez esta teoría.

Si mezclamos el kaizen con la repetición de la conducta, es evidente que es mucho más fácil repetir 21 días consecutivos una acción sencilla y pequeña que una ambiciosa y compleja. Muchas personas empiezan con mucha fuerza con sus propósitos, pero luego se van deshinchando por el camino hasta que, pocos meses después, han vuelto al inicio. La razón es que es muy complicado repetir 21 días consecutivos un cambio demasiado grande. Sencillamente, al cerebro le cuesta enormemente sostener todo ese tiempo un gran cambio.

Conclusión. No tengas prisa ni impaciencia. Empieza poquito a poquito, márcate hitos totalmente alcanzables, incluso ridículamente sencillos y fáciles de conseguir. Y cuando notes que están consolidados, subes el siguiente escalón para consolidarlo de nuevo a través de la repetición. Aunque te parezca un proceso lento, te aseguro que no lo es. En poco tiempo te encontrarás inmerso en una nueva realidad, que te dará una gran confianza y motivación, que se extenderán a todas las facetas de tu vida y de tu trabajo. Y ya pertenecerás al selecto 20% de personas que sí logran sus propósitos de inicio de año.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Los 5 propósitos para un Gran Año

Es muy probable que los últimos días del 2013 hayamos dedicado algún momento a pensar en cómo ha sido el año que termina, nuestros éxitos y fracasos, nuestros deseos cumplidos y nuestras frustraciones. Además, es casi inevitable comenzar a pensar en cómo queremos que sea el nuevo año que nos viene, en los futuros retos que tendremos que abordar, en los objetivos que quisiéramos lograr, o los propósitos que desearíamos alcanzar.

Estas reflexiones y cavilaciones son muy positivas, porque nos hacen parar, aunque sean sólo unos minutos, nos permiten hacer un alto en el camino para después seguir adelante, quizá con nuevos aprendizajes, nuevas energías, y probablemente con nuevos sueños e ilusiones.

Existen 5 grandes propósitos globales que todos deberíamos plantearnos en estas fechas para disfrutar de un Gran Año 2014. Estos son:

1. Propósito Financiero. ¿Cómo están tus cuentas? ¿Números rojos? ¿Gastas más que ingresas? ¿Están tus ahorros dándote la rentabilidad que deseas? Es importante que afrontemos este tema de una vez, y que nos asesoremos por expertos financieros e inversores. Es muy probable que si tenemos algún dinero ahorrado, no estemos sacándole una buena rentabilidad. Debemos decidir qué es lo que queremos hacer con nuestro dinero, y si tenemos dificultades de liquidez o falta de ahorros, entonces tenemos que hacer cambios en nuestro estilo de vida para reducir gastos o aumentar nuestros ingresos.

2. Propósito Laboral. ¿Estás realmente contento y motivado con tu trabajo actual? ¿Te motiva ir a trabajar cada día o resulta una pesada carga? Pasamos la mitad de nuestra vida en el trabajo, así que si no nos apasiona lo que hacemos, debemos hacer un cambio urgente, porque las consecuencias a largo plazo pueden ser nefastas. Muévete con todos tus contactos, sé proactivo/a y dedica un espacio de cada día a la búsqueda de un nuevo trabajo que te motive. Y si no lo encuentras, móntatelo por tu cuenta. Hay millones de personas que ya lo han hecho. ¿Por qué no vas a poder tú?

3. Propósito Emocional. Revisa tus relaciones personales, sobre todo con las personas más cercanas, familiares, amigos y compañeros de trabajo. Todos tenemos conversaciones pendientes, quizá necesitamos pedir perdón o manifestar nuestros sentimientos o necesidades a alguien, puede que sea bueno dar las gracias a una persona que nos haya ayudado últimamente, o tal vez queramos pedir un cambio de comportamiento. Es imprescindible que abordemos este propósito de manera global, porque notaremos una maravillosa sensación de alivio y libertad.

4. Propósito Interior. Así como necesitamos revisar nuestras relaciones interpersonales, es esencial que analicemos la relación con uno mismo. Debemos dedicarnos tiempo a nosotros mismos, para potenciar nuestro autoconocimiento, para evaluar los juicios, creencias y emociones con que nos autolimitamos y debilitamos, así como para aumentar todo lo que nos potencia y da energía. En este sentido, yo siempre recomendaré practicar meditación de forma regular. Los beneficios son espectaculares y están demostrados científicamente en miles de estudios: claridad mental, equilibrio emocional, foco en lo importante.

5. Propósito Físico. Debemos cuidar mejor de nuestro cuerpo. Nos lo han dicho cientos de veces y sabemos de sobra que es necesario para la salud, pero nos cuesta muchísimo tener un hábito de hacer ejercicio físico regular. Empieza por un objetivo muy pequeño, tal vez salir a correr una vez cada quince días, o simplemente apúntate al gimnasio, a baile, o a aprender algún deporte nuevo. Cumplir esta acción tan fácil te dará ánimos y confianza, armas que podrás usar en los siguientes pasos. Así hasta que consigas incorporar el ejercicio físico a tu vida. Y no olvidemos la otra parte de este propósito: la alimentación. Piensa si todo lo que comes es porque te apetece o es porque necesitas calmar tu ansiedad. Y a partir de ahí, siendo más consciente, toma pequeñas decisiones para cambiar malos hábitos que tengas.

¿Cuál de estos propósitos quieres afrontar primero? ¿Cuál de ellos has descuidado en los últimos años? Te aconsejo que te marques un pequeño objetivo, con una fecha concreta, en uno de los 5 propósitos. Concentra tu energía en ese pequeño objetivo y ejecútalo cuanto antes. Ese puede ser el principio de un Gran Año para ti, un año en el que tomes las riendas de todas las áreas de tu vida.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor. http://www.javiercarril.com