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Resiliencia y mindfulness

El conocido neuropsiquiatra Boris Cyrulnik, que superó el trauma de los campos de concentración nazis, incluyendo la matanza de sus padres, define el concepto de resiliencia como la capacidad para superar situaciones o experiencias dolorosas y traumas, saliendo fortalecido de ellos.

Es interesante la diferencia que hace Cyrulnik entre el concepto de resistencia y el de resiliencia. Resistencia sería la capacidad de mantenerse firme y fuerte en el momento de sufrir la situación traumática o dolorosa. Sin embargo, el hecho de mantenerse fuerte en ese momento crítico no significa que lo superes en tu vida, no significa que ese hecho no deje secuelas y consecuencias emocionales posteriores que condicionen tu vida. Aquí entra el concepto de resiliencia, que tiene que ver más con el post-trauma, es decir, con la capacidad de superar esa situación dolorosa después de haberse producido y además salir fortalecido, y crecer gracias a la experiencia.

Un ejemplo fácil de entender es el de los soldados cuando luchan en una guerra. Hay soldados que son muy valientes y resistentes psicológicamente, pero que después del conflicto, cuando vuelven a su vida normal, se hunden a nivel emocional. El caso de los resilientes es el de un soldado que, independientemente de lo valiente y resistente que haya sido en el conflicto, cuando vuelve es capaz de rehacer su vida, de superar los traumas de la guerra y salir fortalecido psicológicamente. Por tanto, la resiliencia podría resumirse en dos palabras: Superarlo y Crecer, o Superarlo y Ganar.

En el mundo empresarial del siglo XXI, que se ha definido por los gurús como VUCA (volátil, incierto, complejo y ambigüo), la resiliencia es algo fundamental. Salvando las distancias con respecto a eventos extremos como los mencionados, en la vida o el trabajo las personas se enfrentan a situaciones difíciles o incluso traumáticas como la muerte de un familiar muy cercano, el despido de tu puesto de trabajo, una enfermedad grave que te diagnostican, o simplemente la presión de los objetivos en el trabajo mes a mes. Y en esas situaciones la persona resiliente es más capaz de superarlas y salir fortalecido de ellas.

Una de las claves para desarrollar la resiliencia es reconocer la realidad y aceptarla. La razón por la cual no superamos situaciones graves y dolorosas es porque las negamos y además las rechazamos como injustas, anclándonos en estados emocionales negativos como el resentimiento. En definitiva, no hemos pasado página. Otra de las claves de la resiliencia es ser capaces de “ver” más allá de una experiencia difícil y dolorosa, detectando las oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Esto sólo lo podemos lograr si abrimos nuestra mente, con una visión “out of the box”.

Pero ni la aceptación ni la apertura mental son algo fácil y rápido de conseguir, porque requieren un cambio en nuestro cerebro a nivel inconsciente y en gran parte emocional. ¿Y cómo se pueden desarrollar estas capacidades, relacionadas con la resiliencia, a nivel inconsciente? ¿Existe una herramienta para ello? Sí existe y se llama Mindfulness (atención plena), como se evidenció en una investigación en 2014 de la Universidad de California y la Escuela de Medicina de San Diego, en la cual un grupo de soldados marines estadounidenses incrementaron su resiliencia y su capacidad de recuperarse positivamente de experiencias estresantes relacionadas con su participación en la guerra, después de un entrenamiento basado en la metodología mindfulness.

El mindfulness es un entrenamiento mental a través del cual desarrollamos todo el potencial de nuestro cerebro. Para explicar de forma fácilmente recordable la esencia de dicho entrenamiento, he creado el modelo mnemotécnico de las 6 As (AAAAAA). Dirigir la Atención al Aquí y Ahora, con una actitud de Apertura, Aceptación y Amabilidad. A Continuación desarrollo las 6 As:

A: Atención. Aprendemos a través del entrenamiento mindfulness a dirigir y focalizar conscientemente nuestra atención, evitando que la mente se distraiga y divague.

A: Aquí. Focalizamos la atención en el lugar donde estamos en este instante, ya que no existe otro lugar que aquí.

A: Ahora. Focalizamos la atención en el momento presente, porque no hay otro momento que este (Carpe diem). Esto implica no engancharse a los pensamientos sobre el futuro y el pasado.

A: Apertura. Es una atención abierta, curiosa, en la cual evitamos juzgar las experiencias, y evitamos contaminarnos por ideas preconcebidas, prejuicios, etc. como si volviéramos a percibir las cosas con la mente de un niño.

A: Aceptación. Entrenamos la cualidad de aceptar lo que “es”, sin querer cambiar la experiencia, sin esperar un resultado determinado, aceptando también lo desagradable o incómodo que aparezca, y no rechazándolo.

A: Amabilidad. Desarrollamos la compasión y amabilidad con nosotros, combatiendo nuestra tendencia habitual a tratarnos dura y agresivamente, a juzgarnos y reprocharnos nuestros errores y decisiones.

A través del mindfulness, entrenamos al cerebro para que aprenda a relacionarse con todo tipo de experiencias de un modo más productivo, incluyendo las experiencias dolorosas. El mindfulness desarrolla la habilidad en el cerebro de aceptar toda experiencia como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Y dejamos de estar condicionados por nuestros hábitos mentales: juicios, expectativas, deseos, torturarse por hechos del pasado (que se llama rumiación), generarse ansiedad por acontecimientos del futuro que aún no han sucedido (llamado pre-ocupación). Todos estos hábitos de la mente nos generan, sin darnos cuenta, mucho sufrimiento, ansiedad y estrés.

En este sentido, es muy interesante el trabajo de investigación que lleva realizando desde hace más de 30 años el Center for Mindfulness de la Universidad de Massachusetts respecto a la efectividad del Mindfulness para aprender a manejar el estrés y la ansiedad, y el Centro de Mindfulness de la Universidad de Oxford relacionado con la eficacia del mindfulness para prevenir y superar la depresión. El mindfulness, cuando se practica con regularidad, cambia la fisiología del cerebro, activando el cortex prefrontal izquierdo, relacionado con un aumento de emociones positivas, y reduce la actividad de zonas cerebrales relacionadas con la depresión (el lóbulo temporal derecho), el miedo o la rabia (la amígdala).

En el libro “El camino del Mindfulness”, John Teasdale, Mark Williams y Zindel Segal, investigadores y responsables del programa de mindfulness de Oxford, describen 7 cambios claves que se producen en las personas que integran el mindfulness como una práctica regular:

  1. De vivir con el “piloto automático” a vivir de manera consciente y atenta.
  2. De hurgar en el pasado (rumiar) y en el futuro (pre-ocuparse) a estar plenamente en el momento presente.
  3. De condicionar la experiencia a través de la mente (con juicios, recuerdos) a sentir la experiencia directamente.
  4. De intentar evitar y escapar de las experiencias poco agradables a acercarse a ellas con curiosidad.
  5. De querer que las cosas y las personas sean diferentes a aceptar las cosas tal y como son.
  6. De creerse todos los pensamientos como si fueran la verdad absoluta, a verlos como simples interpretaciones o fenómenos mentales pasajeros, que no tienen por qué corresponder con la realidad.
  7. De tratarse a uno mismo duramente a tratarse con amabilidad, compasión y aceptación.

Podemos intuir claramente que las personas resilientes han aprendido a desarrollar estos comportamientos y actitudes como hábitos, que son las que se logran a través del entrenamiento mindfulness. ¿Qué impacto tendría en nuestra vida si desarrolláramos estos 7 hábitos del mindfulness? ¿Seríamos más felices? ¿Nos iría mejor también en nuestra carrera profesional? A mí no me cabe la menor duda.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

La profundidad del mindfulness

La pasada semana he tenido el privilegio de participar en una formación intensiva de The Center for Mindfulness de la Universidad de Massachusetts para profesores del programa MBSR de mindfulness, el programa pionero creado por Jon Kabat Zin. Ha sido una mezcla entre curso de formación y retiro intensivo de práctica de meditación mindfulness, y los profesores han sido Florence Meyer y Saki Santorelli.

Estoy convencido de que los 120 participantes fuimos mucho más conscientes de la enorme profundidad e impacto social que está teniendo, y puede tener en el futuro, el mindfulness en el mundo. Sentirme partícipe de esta ola de personas comprometidas con el alivio del sufrimiento en el mundo, y con el desarrollo de la grandeza del ser humano, me emocionó intensamente. Estoy convencido de que lo que sucedió la pasada semana en ese lugar va a tener un gran impacto, no sólo en las vidas de cada uno de los que participamos, sino en las vidas de muchas personas con las que tenemos o tendremos contacto en el futuro. Sinceramente, estoy convencido de que el impacto se prolongará años, o incluso generaciones.

¿Y qué es lo que hicimos allí, en este curso llamado «MBSR en Medicina Cuerpo-Mente»? En primer lugar, mirar hacia dentro y hacia abajo, según palabras de Saki Santorelli. Según nos explicó maravillosamente, el único camino para vivir una vida plena es ir hacia dentro y hacia abajo, es decir, a nuestros sótanos oscuros (donde guardamos y ocultamos las heridas que arrastramos, las experiencias dolorosas, nuestras vulnerabilidades, inseguridades, miedos, creencias limitantes). Porque en la oscuridad más profunda es donde encontraremos la luz más brillante. O como dice Rumi en un poema: «Si quieres la luna, no huyas de la oscuridad. Si quieres una rosa, no te escondas de sus espinas…»

Para ello, hicimos un viaje a través de la práctica intensiva del mindfulness, en sus distintas vertientes (meditación sentada, meditación caminando, yoga), para contactar con todo aquello que no queremos mirar en nuestra vida porque nos resulta incómodo o doloroso, pero también para contactar con la enorme grandeza que tenemos como seres humanos. Y en este sentido, lo que viví durante todo el curso me hizo reconectar con la fe en el ser humano, con la confianza en su inmenso potencial.

Todos tenemos una responsabilidad fundamental en esta vida. La responsabilidad de ser mejores cada día a nivel individual, para aportar al mundo lo mejor de nosotros, y así generar una influencia positiva para que este mundo sea un mundo más humano, más consciente, más compasivo, y más responsable. Y sólo podemos conseguirlo si miramos dentro de nosotros con humildad, con honestidad y valentía. No conozco ninguna disciplina más poderosa que el mindfulness en este sentido.

En definitiva, ha sido para mí una experiencia muy transformadora, gracias en gran parte al inspirador Saki Santorelli, que en cada frase, en cada gesto, desplegaba una sabiduría y una presencia impresionantes. Tuve muchos momentos emotivos, de conexión y empatía profunda con las personas que se atrevían a coger el micrófono para compartir experiencias tremendamente íntimas de sí mismos. O instantes de conexión íntima conmigo, cuando me dejé impregnar por las preguntas, citas, poemas, imágenes, anécdotas, o investigaciones científicas que nos trasladaron, así como cuando practiqué durante horas la meditación mindfulness.

Quizá podría concluir este post con el final de un poema de Mary Oliver que nos leyeron en el curso, y que dice:

«Dime, ¿Qué tienes planeado hacer
con tu única, salvaje y preciosa vida?»

Te traslado esta pregunta para tu reflexión personal.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

La fuerza del silencio y de «no hacer»

A primeros de agosto hice un retiro de meditación mindfulness (atención plena) de 5 días. En el retiro practicamos la meditación sentada, en periodos de 30 a 45 minutos, y también la meditación caminando, de forma intensiva durante todo el día. Había momentos para descansar, y cada día la maestra nos daba una charla sobre temas fundamentales, como el origen del sufrimiento, la felicidad, o cómo gestionar nuestros pensamientos y emociones.

No es el primer retiro que he hecho, ni será el último. Porque siempre constituyen para mí experiencias muy profundas y que tienen efectos importantísimos en el largo plazo, aunque no sea siempre consciente. En un retiro de este tipo no se habla, es decir, se hace todo en silencio. Se come en silencio, se camina en silencio, se medita en silencio, se escucha las charlas de la maestra en silencio.

Muchas personas dicen que les parece horroroso estar 5 días sin hablar, ¡¡y desconectado del móvil!!. Yo siempre creo que lo dicen porque no lo han experimentado nunca, ya que el silencio y la desconexión del móvil tiene unas enormes cualidades. Por ejemplo, te convierte en una persona más auténtica. ¿Por qué?

No nos damos cuenta de las máscaras que nos ponemos en nuestra vida para aparentar lo que no somos, para mostrar un personaje a la sociedad que cumpla con sus expectativas, y para complacer las normas y reglas sociales. Todo ello con el fin de sentirnos aceptados y queridos por los demás. En definitiva, sacrificamos la autenticidad por un «seudoamor» distorsionado y falso, en una especie de intercambio perverso que nos lleva a alejarnos cada vez más de nuestro ser.

Y eso lo hacemos, en gran medida, mediante la conversación social: contando nuestra vida, nuestros éxitos y experiencias, opinando, juzgando, comparando, etc. También proyectamos nuestro «personaje» cuando compartimos imágenes de nuestra vida «perfecta» en Facebook, Instagram o Twitter. O cuando hacemos algo sólo para complacer a los demás.

Por tanto, cuando estamos en silencio, no tenemos que hablar ni mostrar ninguna imagen «perfecta» de nosotros. No tenemos que cumplir con las convenciones sociales de tener que hablar, aunque no nos apetezca. Y es realmente liberador. Es muy liberador ser uno mismo, aunque también puede ser aterrador. Porque el silencio y las condiciones de un retiro intensivo de meditación provocan una conexión profunda con uno mismo. Y dicha conexión hace que veamos reflejadas también nuestras carencias emocionales, apegos, resistencias y miedos. Nuestra vulnerabilidad como seres frágiles que somos.

Después de experimentar varios retiros, estoy convencido de que nunca terminamos de conocernos. Siempre quedan cosas que descubrir, explorar, investigar y resolver. El autoconocimiento no tiene límites, y en mi caso, en este retiro he descubierto aspectos de mí que no me gustan, y otros que sí, he conectado con mis cualidades y también con mis debilidades. La clave aquí es permanecer abierto y compasivo con uno mismo y con todo lo que surja en el retiro.

Un retiro, por tanto, es como un viaje, tal y como nos dijo la maestra. Un viaje a nuestro interior, y en dicho viaje hay momentos dulces, y momentos amargos. Yo sentí paz interior, plenitud, felicidad, bienestar, y también miedo, preocupación, ansiedad, impaciencia. Como la vida misma. Sin embargo, al finalizar el retiro, y como siempre me sucede, me sentí eufórico, enérgico, con una enorme claridad mental y motivación para afrontar los desafíos de mi vida. Como decía antes, la experiencia es siempre transformadora. Y el silencio es un elemento esencial para que así sea.

¡No sabemos cuanto necesitamos silencio en nuestras vidas! Vivimos en medio de una sociedad frenética y ruidosa, y muchas veces generamos nosotros mismos ese ruido y ese movimiento sin sentido, porque nos incomoda el silencio y el hecho de parar y «no hacer». Pero es el único camino hacia la autenticidad y la felicidad verdadera y duradera. Debemos buscar momentos frecuentes y regulares de silencio y de «no hacer». Esto significa conectar con nuestro ser, al que se accede a través de la meditación mindfulness.

Quizá sea un buen propósito de inicio de curso el hecho de buscar un momento todos los días para «no hacer» nada, para estar en silencio con uno mismo, simplemente para ser. Y no me estoy refiriendo a un momento para sentarse y empezar a planificar, reflexionar, y hacer la lista de tareas. No, no tiene nada que ver con esto. Se trata de lo que promueve el mindfulness: estar presente de verdad con nuestra vida, de forma incondicional, con total aceptación, curiosidad y apertura.

Si ahora no tenemos esos momentos regulares de silencio y de «no hacer», probablemente nos estemos perdiendo lo más importante: nuestra vida.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

El estímulo y la respuesta

En las conferencias y cursos que imparto sobre Mindfulness hay un aspecto que siempre destaco: el estímulo y la respuesta.

En nuestra vida recibimos millones de estímulos a diario, a una velocidad vertiginosa. Estímulos externos o internos. Ejemplos de estímulos externos son un whatsapp, un correo electrónico, un atasco de tráfico repentino, un grito de un compañero o jefe en el trabajo, una crítica o elogio de alguien en una reunión. En cuanto a estímulos internos, me refiero a pensamientos (se dice que llegamos a producir unos 70.000 pensamientos al día), emociones y sensaciones físicas.

Así que junta todo eso y sale un cóctel difícil de digerir para nuestro cerebro. El comportamiento habitual del cerebro es reaccionar automáticamente ante estos estímulos, y en principio esta reacción no está mal. Es más, es un modo de supervivencia y ahorro de energía de nuestro cerebro.

Sin embargo, muchas veces esta reacción automática, sin pensar la respuesta, nos causa enormes problemas personales, estrés, ansiedad y sufrimiento innecesarios. También nos lleva a convertirnos en marionetas de la tecnología, como avisan numerosos expertos en comportamiento humano, ya que reaccionamos a los tentadores estímulos de nuestros dispositivos móviles sin ser conscientes, de forma compulsiva, y muchas veces en situaciones en las que no es apropiado. Por ejemplo, cuando estamos en una reunión de trabajo o en una comida con nuestra familia y recibimos un whatsapp o e-mail. Muchas veces lo leemos e incluso respondemos sin darnos cuenta de que estamos manifestando una falta de interés o de respeto hacia las personas con las que estamos compartiendo ese momento.

En estas situaciones, entre el estímulo y nuestra respuesta no hay un espacio para pensar dicha respuesta. Simplemente, nos dejamos llevar por nuestro inconsciente para responder de forma automática. Y la mayoría de las veces, dicha respuesta automática no es la mejor que podemos dar.

Cuando alguien nos critica o dice algo que nos duele, muchas veces nuestra respuesta automática es atacar y defendernos, generando más conflicto y por supuesto más estrés en nuestra vida. En lugar de parar unos segundos a procesar la crítica o el ataque y pensar la respuesta, nos dejamos llevar por nuestro instinto agresivo.

El piloto automático también nos domina cuando aparecen cambios negativos en nuestro trabajo o vida personal. Aquí aparecen nuestras resistencias y miedos inconscientes, lo que genera una mala gestión de dicho cambio, ya que la mejor forma de manejar una situación de cambio o incertidumbre es abrirse a lo que pueda aportarnos dicha situación, en lugar de rechazarlo o resistirnos a él.

¿Cual es la alternativa? Aprender a generar una pausa o espacio entre los estímulos y mi respuesta, con el fin de pensar antes de actuar, con el objetivo de dar una respuesta más adecuada o positiva frente a ese estímulo. Cuando somos conscientes, somos mejores personas, más responsables, más inteligentes y empáticas. Por lo tanto, cuando generamos ese espacio de consciencia, respondemos desplegando todas nuestras capacidades y habilidades.

Viktor Frankl, famoso neurólogo y psiquiatra, fundador de la logoterapia, sobrevivió durante 3 años a los campos de concentración nazis Auschwitz y Dachau. Después de esta experiencia terrible, escribió numerosos libros en los que reflexionaba sobre el ser humano y el sentido de la vida. Su obra más conocida es «El hombre en busca de sentido», y en la cual escribe su famosísima reflexión: «Entre el estímulo y la respuesta siempre hay un espacio. En este espacio reside nuestra libertad y nuestra capacidad para elegir la respuesta. Y en esta respuesta reside nuestro crecimiento personal y nuestra felicidad. Siempre podemos elegir nuestra respuesta y nuestra actitud ante las situaciones de nuestra vida, da igual lo críticas o dolorosas que sean.»

Viktor Frankl

Nuestra vida sería mucho más plena y feliz si entrenáramos nuestra capacidad para generar ese espacio entre los estímulos y nuestra respuesta. También tomaríamos mejores decisiones, viviríamos con mucho menos estrés, y proyectaríamos hacia el exterior una imagen de autocontrol y equilibrio emocional. Mantendríamos una actitud más abierta ante los cambios y dificultades de la vida, y evitaríamos la actitud de ataque y defensa automáticos que tantos problemas y sufrimiento nos ocasiona. Y todo ello nos llevaría a una drástica mejora de nuestra autoestima y autoconfianza. Porque simplemente estaríamos dando lo mejor de nosotros, como personas y profesionales.

El mindfulness es una disciplina de entrenamiento mental para generar y aumentar el espacio entre el estímulo y la respuesta. Una forma práctica de lograrlo es con lo que yo llamo la pausa mindfulness. Por ejemplo, imagina que estás concentrado en una tarea importante en tu trabajo y notas cómo el móvil está recibiendo varios e-mails y whatsapps. La pausa mindfulness nos ayudaría a no dejarnos llevar por la tentación de interrumpirnos y consultar dichos mensajes, con el fin de continuar y terminar con la tarea importante.

Otro ejemplo de pausa mindfulness es hacer una parada de un minuto en la mitad de la mañana. Durante ese minuto primero ponemos consciencia en nuestra respiración, observándola, conectando conscientemente con ella. A continuación, ponemos el foco en cómo llevamos los objetivos del día, por si debemos reenfocar nuestra agenda y evitar dedicar nuestro valioso tiempo a las urgencias o temas poco importantes. O también podemos chequear si la tarea que estamos realizando es la más importante en ese instante.

Esta pausa mindfulness nos va a permitir ser más conscientes de la calidad de nuestro trabajo, con el fin de que poco a poco vayamos focalizándonos en lo verdaderamente importante.

Recuerda. En el espacio entre el estímulo y nuestra respuesta está la clave de nuestra libertad y nuestra felicidad. Y todos podemos aprender a generar dicho espacio en nuestra vida y en nuestro trabajo, mediante entrenamiento, compromiso y constancia.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

10º aniversario de mi blog

Hace 10 años que escribo en este blog.
10 años que han cambiado mi vida.
10 años que me han cambiado a mí mismo. 

En 2005 empecé de cero una nueva carrera profesional, después de dedicar 15 años de mi vida al mundo de la publicidad. Hice la transición de mi antiguo trabajo de publicista a una nueva profesión que estaba emergiendo en España en aquel momento. El coaching. Esta profesión conectó con el Javier de entonces, lleno de confusión y dudas, en plena crisis personal y profesional, pero también lleno de ilusión y con ganas de dedicar su vida a una profesión útil y valiosa, un trabajo que contribuyera a una sociedad más consciente y despierta, más responsable y menos victimista, y también más feliz.

Pronto me di cuenta de la importancia de crear un blog personal, donde compartiera cada mes mis reflexiones sobre todo tipo de temas relacionados con el crecimiento personal: el cambio, la incertidumbre, la zona de confort, las crisis, la felicidad y el sufrimiento, el desarrollo personal y profesional, la motivación, el liderazgo personal, la meditación, el mindfulness, la gestión del tiempo, la eficiencia y rendimiento, la inteligencia emocional, etc. En definitiva, un blog que sirviera de apoyo y ayuda a cientos o miles de personas que quisieran enfrentar su vida o su trabajo con coraje, responsabilidad e ilusión.

He recibido cientos de miles de visitas a mis post, y cientos de comentarios a mis reflexiones. Gracias. Sólo puedo sentirme agradecido por este apoyo constante, mes a mes, de tantas personas que me han seguido. Desde luego, esas personas me conocen muy bien. Porque uno de mis principales objetivos del blog ha sido mostrarme tal y como soy, con mis vulnerabilidades, mis miedos y mis grandezas, y si alguien se tomara el enorme trabajo de revisar con calma todos mis post de estos 10 años de forma cronológica, se daría cuenta de que he pasado por momentos muy duros, quizá los más duros de mi vida. Y eso se ha reflejado puntualmente en mis blogs, en el tono de mis reflexiones, en el contenido de mis artículos, de forma sutil y al mismo tiempo con bastante claridad.

Aunque también mis seguidores habrán podido detectar mis momentos eufóricos, de plenitud, de felicidad y de autoconfianza máxima. Habrán sentido mi pasión por la meditación, que descubrí hace 11 años y que me transformó como persona. Habrán conocido al devorador de libros o de películas que soy. Los libros (ver post los 10 libros que cambiaron mi vida) y el cine han sido imprescindibles para aprender, para disfrutar, y para formarme como persona y como profesional. Porque soy de la firme convicción de que nunca dejamos de aprender, de que siempre hay posibilidades para mejorar y para servir de forma más profunda a la sociedad y al mundo.

Después de un año trabajando como coach independiente, me asocié con dos estupendos compañeros de viaje, para crear la consultora Execoach, especializada en el desarrollo del talento y la motivación de las personas en la empresa. Y ahí seguimos, desde el 2007 funcionando, apoyando a miles de directivos, profesionales y emprendedores a mejorar su vida, su rendimiento y su motivación, a través del coaching y de la formación en habilidades como el mindfulness, la comunicación o el liderazgo.

Otro de los acontecimientos más importantes durante estos 10 años ha sido la publicación de mis 3 libros: Zen Coaching (2008) Desestrésate (2010) y El hombre que se atrevió a soñar (2014), este último Finalista al Premio al Mejor libro de Empresa en España en 2014. Me siento tremendamente orgulloso de esta aportación, que quedará para siempre cuando yo haya desaparecido de este mundo. Nunca imaginé que llegara a publicar ningún libro y ya he publicado tres. Sin embargo, es curioso, el otro día, en casa, abrí por casualidad un viejo ejemplar del libro «Cien años de soledad» de García Márquez y me encontré sorprendido con la siguiente dedicatoria escrita por mi padre: «Con el deseo de que en el cumpleaños de los demás les regalen libros tuyos en los próximos años. Te felicita toda tu familia. Madrid. 1982.» firmado por mis padres y hermanos. Sólo tenía 15 años.

En estos 10 años también he visto crecer a mis tres hijas, que son el mayor tesoro que he recibido jamás, mi fuente de felicidad y motivación constante. Y, con las dificultades y momentos complicados que ha habido, tengo una familia maravillosa con mi mujer a la cabeza, que me ha apoyado tanto en esos momentos duros y me ha impulsado e inspirado tantas veces con su fuerza.

Como decía, estos 10 años han sido los más complejos, y también los más apasionantes de mi vida. Y ni un sólo mes he fallado con mi artículo en el blog (exceptuando el mes de agosto, que para mí las vacaciones son sagradas!!).

Sirva este post para agradecer a todos los que me han seguido, de forma permanente o intermitente, o incluso si han leído tan sólo un artículo. Y sirva además para realizar un repaso sereno, y al mismo tiempo, feliz, de mis últimos 10 años. Espero que dentro de otros 10 años siga teniendo la energía y la ilusión para seguir escribiendo en este blog. Y que tú sigas aquí, acompañándome. Mientras tanto, disfrutemos del momento presente, aquí y ahora.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Los efectos cerebrales del mindfulness

Una de las cosas que digo siempre a los participantes de mis cursos de Mindfulness es que además de practicar todos los días como mínimo 10 minutos, lean mucho al respecto. Yo he leído muchísimos libros relacionados con el mindfulness, la meditación zen y la meditación vipassana. Y me han ayudado a entender lo que he ido experimentando con la práctica diaria y también en los retiros intensivos de práctica que he realizado.

Muchas veces en los libros encuentras también recomendaciones para salvar dificultades en la práctica, o para resolver dudas que van surgiendo de manera regular. En definitiva, el complemento de la lectura me parece esencial a la hora de profundizar en los enormes beneficios que tiene el mindfulness para nuestra vida y para nuestro trabajo.

En estos momentos estoy leyendo el libro «Cerebro y mindfulness», de Daniel J. Siegel. El autor es doctor en Medicina por la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard e investigador sobre el mindfulness y el cerebro en la Universidad de California.

Uno de los aspectos más interesantes que destaca en el libro es que cuando practicamos mindfulness activamos, además de otras zonas del cerebro, el sistema de neuronas espejo. Este sistema de neuronas interviene en la capacidad del ser humano de entender a los demás, de empatizar con ellos, incluso de imitar sus actitudes y comportamientos. Es una especie de capacidad para sintonizar con los demás, con sus estados de ánimo e intenciones. Es sorprendente que el mindfulness active este sistema de neuronas espejo cuando practicamos en soledad. El autor señala que, según este hallazgo, a través del entrenamiento mindfulness estaríamos potenciando la sintonía intrapersonal (sintonizar con uno mismo) además de la sintonía interpersonal (con los demás).

Todos los expertos en inteligencia emocional llevan diciendo años que para desarrollar la empatía con los demás (tomar conciencia de sus emociones), es necesario desarrollar la autoconciencia emocional (tomar conciencia de nuestras emociones). Ahora ya sabemos que la respuesta está en el sistema de neuronas espejo, que activamos primero para conectar y ser conscientes de nuestras propias emociones, para luego conectar con las de los demás.

En otras palabras, con la práctica del mindfulness conectamos con nuestro ser en una relación amable, de sintonía y empatía. Esta sintonía se va desarrollando con este entrenamiento mental, porque todos sabemos que al principio tenemos relaciones muy tormentosas con nosotros mismos: nos juzgamos duramente, nos castigamos y reprochamos errores o conductas que no consideramos correctas, y nos autogeneramos un enorme sufrimiento por nuestra excesiva autoexigencia.

Es lógico pensar, desde esta perspectiva científica que nos da Siegel en su libro, por qué el mindfulness nos ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos, y por ende, con los demás. Estamos desarrollando nuestro cerebro en distintas zonas relacionadas con las emociones positivas (cortex prefrontal izquierdo), así como de la activación del sistema de neuronas espejo. Además, reducimos la actividad en la amígdala, órgano situado en el sistema límbico cerebral que dispara neuronalmente las emociones básicas negativas como el miedo o la ira.

Como decía al principio, leer estos hallazgos en un libro científico me ayuda a entender mejor la sensación de integración, armonía, y sintonía conmigo y con el mundo en general, cuando practico mindfulness. Cuando me siento cada mañana con la mente fresca, simplemente para estar quieto, en silencio, viviendo el aquí y ahora, el momento presente, y escucho los pájaros, el tráfico lejano de algún coche, el sonido de mi propia respiración, mis pensamientos y emociones instante tras instante, con aceptación y curiosidad, me siento en paz conmigo y el mundo. Es la aceptación de lo que «es». Y esta sensación tiene un impacto enorme en mi día a día, en mi forma de afrontar los problemas personales y profesionales.

El entrenamiento mental mindfulness cambia totalmente nuestra relación con nosotros mismos, con los demás, y con la vida. Y entender a nivel racional y científico lo que experimentamos física y emocionalmente en la práctica nos motivará a seguir practicando y experimentando las sensaciones de sintonía e integración, para seguir avanzando y profundizando en dichas sensaciones. Esto incrementará nuestra capacidad para disfrutar más de las cosas, aliviará drásticamente el estrés, seremos más felices y también más productivos en nuestra profesión.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

La importancia de las pequeñas cosas

Como siempre que empieza un nuevo año, es un buen momento para replantearnos cómo estamos viviendo nuestra vida, a qué actividades y relaciones estamos dedicando nuestro valioso tiempo, y si nos hace felices nuestro trabajo, al que dedicamos la mitad de nuestra vida.

El cine me apasiona desde que era un niño. No voy al cine sólo para pasar un buen rato o para entretenerme, como tantas millones de personas. No. El cine para mí es mucho más que eso. Me ha ayudado a conocerme mejor, a entender mejor el mundo, el ser humano, las relaciones, y desde luego, comprender un poquito más el misterio de la vida.

Hablando del misterio de la vida y de cine, hace unas semanas vi la película «Mi vida sin mí», de Isabel Coixet. Es una película del año 2003, que llevaba tiempo queriendo ver. Y me pareció un filme maravilloso y emocionante sobre el sentido de la vida. Aborda el tema de la muerte y qué es lo que nos sucede cuando la vemos cerca, muy cerca.
Cartel pelicula Mividasinmi

Esto me recuerda lo que decía Steve Jobs en su famoso discurso en la Universidad de Stanford: «La muerte es el mejor invento de la vida». Jobs argumentaba que gracias a sentirla cerca, empezó a apreciar la vida como nunca. Estoy completamente de acuerdo. Hace 10 años la vislumbré a lo lejos después de un problema grave de salud que tuve, y esa experiencia me cambió la perspectiva completamente.

Desde entonces decidí empezar a apreciar y valorar de verdad todo lo que tenía en mi vida, y por otro lado, decidí cambiar todo aquello que no me gustaba o motivaba, entre otras cosas mi trabajo de publicista. Desde entonces me dedico a ayudar a los demás a alcanzar sus objetivos personales y profesionales (coaching), y también a ayudarles a aprender a disfrutar más de la vida y a aliviar el sufrimiento y el estrés (mindfulness). Me siento cada día con más energía y motivación, y sigo recordando frecuentemente que la vida es muy corta, que se termina en un abrir y cerrar de ojos, y por tanto, debemos aprovecharla al máximo.

Volviendo a la película, empieza con una secuencia preciosa que refleja el cambio de perspectiva que tenemos cuando «despertamos» y conectamos con la auténtica vida, y cómo empezamos a focalizarnos en las pequeñas cosas de cada día, en disfrutar de la belleza de un amanecer, de la luna, de la sensación de la lluvia, de un momento de risas con nuestros hijos, en definitiva del momento presente, del aquí y ahora. Ahí está la auténtica felicidad, en las pequeñas y cotidianas experiencias que vivimos momento tras momento, no en las grandes metas y logros.

Con esto no quiero decir que no nos debamos marcar objetivos ni sueños, por supuesto. Soy el primer defensor de que tenemos que salir de nuestra zona de confort y atrevernos a desafiar nuestros límites, saliendo a luchar por nuestros sueños. Pero no debemos nunca olvidarnos del presente e hipotecarlo a lograr esas metas, porque si lo hacemos, entonces esos sueños y objetivos comienzan a esclavizarnos y a generar infelicidad, y entonces no merecen la pena.

La importancia de las pequeñas cosas. Esta es una de las lecciones clave que he aprendido gracias a mis experiencias personales, pero también gracias a la práctica desde hace 10 años de la meditación mindfulness. El Mindfulness es un tipo de meditación para focalizarnos en el momento presente, aquí y ahora, sin juicios y con una actitud de apertura, curiosidad y aceptación. Y la práctica regular nos hace mucho más felices y más sabios.

El mindfulness nos ayuda a ser más conscientes de la importancia de vivir y disfrutar con plenitud cada momento presente, porque realmente es lo único que existe. El pasado ya pasó, y el futuro aún no ha llegado, por lo tanto no existen. Y el presente siempre es perfecto, porque nos está enseñando siempre la lección que necesitamos. Pero si no estamos en el presente con toda nuestra conciencia, pasamos la vida dormidos, anestesiados, con el piloto automático, con la mente llena de preocupaciones, fantasías y reflexiones inútiles.

Reconozco que soy de esa clase de personas a las que se refiere la protagonista de la película «Mi vida sin mí», que les gusta mirar a la luna, que son capaces de estar contemplando el mar durante horas o una puesta de sol, que disfrutan simplemente del frescor del aire en la cara mientras caminan. Y mi intención es seguir avanzando y disfrutando cada vez más de todas esas pequeñas joyas que tenemos delante de nuestras narices cada día…

¿Y tú? ¿Cuanta importancia le das a las pequeñas cosas de la vida? ¿Disfrutas del presente o estás demasiado tiempo preocupándote de cosas del futuro o del pasado? Quizá estas preguntas te ayuden a afrontar de forma distinta el nuevo año que acaba de empezar. Empieza ahora mismo, estés donde estés. Este es el único momento y el único lugar…para ser feliz.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Mindfulness para vivir una vida plena

Acabo de volver de un curso/retiro intensivo de 9 días para instructores de Mindfulness, que ha realizado el Center for Mindfulness de la Universidad de Massachussets, centro pionero en el campo del mindfulness. La experiencia ha sido inolvidable, profunda y poderosa.

Asistimos unos 150 participantes de todo el mundo (España, Canadá, India, Brasil, Rumanía, Chile, Argentina, Francia…) que hemos conectado con nosotros y entre nosotros, pero esencialmente hemos reconectado con nuestra vida.

Hemos practicado muchas horas de meditación, pero también hemos trabajado en grupos, parejas, individualmente…en numerosas dinámicas y ejercicios de reflexión en las que profundizamos en los fundamentos del mindfulness, y en las competencias que debe tener un instructor de mindfulness.

Hemos sentido muchas emociones, a veces contradictorias. También hemos desarrollado mucho nuestro autoconocimiento, clave del crecimiento personal. Autoconocimiento de nuestro potencial, pero también de nuestros hábitos limitantes (juicios, pensamientos negativos, patrones de conducta, creencias….)

¿Y cómo conectamos con nosotros y con nuestra vida a través del mindfulness? Aprendiendo a practicar actitudes como la apertura a la experiencia tal y como es, aceptándola completamente (lo bueno y lo malo, lo alegre y lo triste), y no huyendo o rechazando lo que no nos gusta de nuestra vida. Dicho así puede parecer sencillo, pero es una de las actitudes más complicadas para el ser humano, empeñado siempre en querer que las cosas sean diferentes a cómo son, fuente principal de nuestro sufrimiento. Es una actitud que no se logra de forma intelectual o teórica, sólo es posible desarrollarla mediante la práctica constante del mindfulness durante años. Diría que es un aprendizaje durante toda la vida.

Cuando practicamos intensamente mindfulness, nos encontraremos aspectos de nosotros mismos que no nos gustan. En este caso también es esencial abrirse a los descubrimientos que realicemos, y no esconder nuestros aspectos oscuros o emociones como el miedo, la rabia o la tristeza. La apertura es crucial para «estar» con lo que haya surgido: por ejemplo, darnos cuenta de cómo estamos constantemente juzgando a los demás como si fueramos superiores. O quizá conectar con el miedo a enfrentarnos a relaciones difíciles que tenemos en el trabajo o en la vida personal, o tal vez tomemos más conciencia de nuestra insatisfacción o infelicidad con nuestro trabajo.

No hay otro camino para una vida plena: conectarnos con nosotros mismos abrazando todas las partes que habitan dentro de nosotros, y abrazando también todos los aspectos de nuestra vida, los positivos y los negativos. Y el mindfulness es una preciosa oportunidad que tenemos para lograrlo. El mindfulness nos hace despertar, porque lo habitual es vivir desconectados de nosotros, estresados y ansiosos, haciendo muchas cosas que no queremos hacer. Y sólo tenemos una vida. Merece la pena aprovecharla y disfrutarla al máximo.

Si te interesa el Mindfulness, apúntate a mi próximo taller de 1 día, el próximo 5 de noviembre de 10 a 19 h. Pincha en el siguiente link si quieres más información. Ver información Curso Mindfulness 

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Cómo tomar mejores decisiones

Este verano he leído el libro «Decídete o no» de los hermanos Dan y Chip Heath. Es un magnífico libro que pone nombre a muchas estrategias positivas y efectivas que todos hemos usado de forma intuitiva cuando tomamos decisiones importantes. Pero también nos abre la mente sobre los muchos errores que cometemos cuando nos planteamos una decisión. Esto, sin duda, me parece lo más valioso del libro.

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Los hermanos Heath nos hablan, por ejemplo, de la visión estrecha, uno de los principales enemigos de una buena decisión. La visión estrecha es la que proviene de nuestros patrones y creencias inconscientes, de nuestros juicios automáticos, de los recuerdos o experiencias que hemos tenido en nuestra vida pasada. Todo ello nos influye sin darnos cuenta a la hora de tomar una decisión, y en la mayoría de los casos nos condiciona gravemente. La visión estrecha nos limita porque impide una visión más panorámica y global.

Los autores lo explican muy bien de forma metafórica: es como cuando estamos en el teatro y un gran foco ilumina sólo al actor que está actuando. El resto es negro y oscuro para nosotros. No lo vemos. Pero eso no significa que no exista nada en ese espacio oscuro. La visión estrecha es creer que sólo existe lo que está siendo iluminado por el foco. Ampliar esa visión significa mover nuestro foco, para ver las zonas oscuras del escenario. O ampliar el foco para iluminar todo el escenario completo. Quizá descubramos que hay otros actores ahí esperando su momento de entrar a escena, quizá haya técnicos que están preparando en la oscuridad algún decorado.

Es interesante destacar que la visión estrecha es la que aparece cuando estamos en piloto automático, es decir, cuando hacemos las cosas sin conciencia, sin atención. Por tanto, el mindfulness, al potenciar nuestra conciencia y atención sobre nuestra conducta, pensamientos y emociones, es una herramienta poderosísima para combatir la visión estrecha, y por tanto, tomar mejores decisiones.

Un error clásico relacionado con la visión estrecha, y que todos cometemos cuando tomamos una decisión, es el plantearnos nuestras decisiones como dilemas entre A o B. Por ejemplo, ¿Debo aceptar esta oferta de trabajo o no? ¿Estudio un MBA o me apunto a clases de inglés? ¿Le digo a mi jefe que estoy enfadado con su comportamiento o no? El libro muestra estudios concienzudos donde se demuestra que la mayoría de las personas (incluso altos directivos empresariales) nos planteamos sólo 2 alternativas a la hora de tomar una decisión («sí o no», «A o B»…), cuando en realidad hay siempre más opciones que nos ayudarían a tomar la mejor decisión. Esta tendencia es la visión estrecha.

Las decisiones donde nos preguntamos «sí o no», «A o B» (es decir, sólo dos alternativas) suelen fracasar más a menudo. La clave es que no abrimos la mente para ver el bosque, además de los árboles. Una de las herramientas que proponen los autores es la de plantearnos estos dilemas con «y» en lugar de «o».

Por ejemplo, imagina que llevas trabajando en una empresa como empleado desde hace varios años, pero estás desmotivado y quieres dejar el trabajo para crear tu propio proyecto empresarial en una actividad muy distinta. Te gustaría hacerlo pero necesitas el dinero de tu trabajo actual. La pregunta clásica que nos haríamos sería: «¿Sigo trabajando aquí porque necesito el dinero o creo mi propio proyecto empresarial, que es lo que me motiva?». Fíjate que en esta pregunta te estarías planteando sólo dos opciones, que además son imposibles de compatibilizar. Hay dos necesidades esenciales (estabilidad económica y motivación) que se excluyen una a la otra, bajo el prisma de esta pregunta.

Pero ¿Y si nos planteamos la pregunta así: «¿Podría seguir trabajando en la empresa para seguir ahorrando, y al mismo tiempo ir creando mi proyecto empresarial?» Evidentemente, con esta segunda pregunta te darás cuenta de que hay más opciones que A o B, y además podrás cubrir dos necesidades esenciales al mismo tiempo, algo que te parecía imposible con el anterior planteamiento. De esta forma, saldrás del bloqueo y tomarás una decisión más fácilmente. Esta decisión, además, tendrá muchas más posibilidades de ser acertada que si nos la hubiéramos planteado con la disyuntiva del «o».

Así que cuando vayas a tomar una decisión importante, párate un momento (desconecta el piloto automático, que tiene muchísimo que ver con la visión estrecha) y plantéate dicha decisión en términos de «y» en lugar de «o». Amplía tus opciones y habrás dado un paso decisivo para que la decisión sea mucho más acertada.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.

Para ser feliz hay que PARAR

Todo el mundo habla de Mindfulness: en las empresas, en los medios de comunicación, en la educación e incluso en el deporte. ¿Es una moda o ha venido para quedarse? Yo no tengo ninguna duda de que el mindfulness será una de las revoluciones humanistas del siglo XXI, imprescindible para compensar la robotización del ser humano provocada por el desarrollo tecnológico, el uso masivo y permanente del móvil, y el aumento constante de estímulos que bombardean nuestra capacidad para conectarnos con nosotros mismos y con los demás. A estímulos me refiero a mensajes de Twitter, Facebook, Whatsapp, e-mail, cientos de canales de TV, Internet, etc.

Pero ¿Qué es el mindfulness? En este post quiero compartir un modelo nemotécnico que he creado, y que nos puede ayudar a entender de forma sencilla qué es y para qué nos sirve el mindfulness en nuestra vida, y al mismo tiempo a recordar rápidamente las claves para poder aplicarlo en cualquier momento de nuestro trabajo o de nuestra vida.

Me gusta el nombre de este modelo: PARADA,  ya que está totalmente relacionado con el espíritu del mindfulness. Porque para conectar con el modo mental de Atención plena (mindfulness) es necesario parar. Y todos sabemos lo tremendamente difícil que nos resulta dejar de correr y correr a todas partes, haciendo miles de tareas, la mayor parte de las veces sin un rumbo previamente definido, y sin ningún sentido. Como el Conejo de Alicia en el País de las Maravillas, que al preguntarle adonde tenía que ir, simplemConejo_Blancoente contestaba: «Llego muy tarde, tengo mucha prisa». Así estamos nosotros cuando el piloto automático se apodera de todas las facetas de nuestra vida.

Echemos un vistazo al modelo PARADA.

PARAR. Como he dicho, es necesario que paremos, para conectar con nosotros, con la acción o tarea que estamos realizando en este momento. Si no paramos, no podremos avanzar ni disfrutar de nada en la vida.
ATENDER. Paramos para poner atención plena a lo que está sucediendo aquí y ahora, en el momento presente, que es lo único real, lo único que existe. En lugar de estar preocupados por el pasado o el futuro, atendemos a lo que este momento demanda de nosotros. Esta es la clave de la concentración y el alto rendimiento.
REGISTRAR. Cuando paramos para atender, dirigimos nuestra atención con el fin de poder registrar la experiencia con la máxima ecuanimidad y serenidad. Se trata de registrar nuestros pensamientos, emociones, conductas, reacciones automáticas, y también de registrar cómo se encuentran los demás (empatía) y el entorno (visión sistémica). Para ello, debemos registrar todo con la mente de un científico, con total apertura y evitando juicios, expectativas o etiquetas que contaminan nuestra visión (esto es correcto, esto es incorrecto, esto es malo, esto es bueno, me gustaría que…, debería ser…).
ACEPTAR. Todo lo que registramos en el momento presente, tanto dentro de mí como fuera de mí, lo hacemos con aceptación, no resistiéndonos a las cosas tal y como son, no luchando contra ellas ni contra nosotros mismos. La aceptación es una actitud clave para poder ir más allá de nuestros actuales límites mentales.
DESCUBRIR. Cuando cubrimos las anteriores fases del modelo, empezamos a ver las cosas con mucha más claridad y serenidad, y eso hace que empecemos a descubrir lo que es la auténtica realidad. Por tanto, el mindfulness supone un auténtico despertar a la vida, aumentando nuestra comprensión y visión de nosotros y de los demás, ayudándonos a actuar de forma más adecuada en todo momento, potenciando nuestra felicidad y rendimiento en el trabajo.
ASOMBRARSE. Puede parecer cursi, pero cuando conectamos con la auténtica verdad de las cosas, aceptándola totalmente, con una mente curiosa y dispuesta a experimentar, empezamos a darnos cuenta del milagro de la vida, de las maravillas que nos rodean a cada instante (y que no valoramos en absoluto normalmente). Abrir el grifo de la ducha y que salga agua caliente, el sabor intenso del café de por la mañana, la brisa que nos acaricia cuando caminamos por la calle a primera hora, la intensa luz del sol cuando ha amanecido, ver a nuestros hijos cada día, etc. Aprendemos a disfrutar del momento, con más intensidad y plenitud.

Recuerda. Si quieres vivir una vida con mayúsculas, aplica el modelo PARADA con frecuencia, en cualquier momento de tu trabajo o tu vida. Cuando lo hayas aplicado durante varios meses, te sentirás más feliz, con menos estrés, tendrás más claridad mental y serás más eficiente en tu trabajo. En definitiva, todo en tu vida habrá cambiado para siempre.

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JAVIER CARRIL. Conferenciante, Coach y escritor.