Un hombre viudo vivía en un pueblo en compañía de su único hijo. Poseía un caballo y cierto día comprobó que se había escapado. La noticia corrió por el pueblo y vinieron a verlo los vecinos para decirle:
– ¡Qué mala suerte has tenido! Sólo tenías un caballo y se ha marchado.
– Sí, sí, así es; se ha marchado -repuso el hombre.

Transcurrieron unos días y una mañana, cuando el hombre salía de su casa para dar un paseo, se encontró con que en la puerta no sólo estaba su caballo, sino que había traído a otro con él. Vinieron a verlo los vecinos y dijeron:
– ¡Qué buena suerte la tuya! No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora posees dos!
– Sí, sí, así es –repuso el hombre.

Al contar con dos caballos, padre e hijo salían a montar a menudo. Pero un día el hijo se cayó del caballo y se rompió una pierna. Cuando los vecinos vinieron a ver al hombre, comentaron:
– ¡Qué mala suerte! Si no hubiera venido ese otro caballo, tu hijo estaría bien.
– Sí, sí, así es –dijo el hombre sin inmutarse.

Pasaron dos semanas y estalló la guerra. Todos los jóvenes del pueblo fueron movilizados, menos el hijo, que tenía la pierna fracturada. Los vecinos acudieron a visitar al hombre y exclamaron:
– ¡Lo tuyo sí que es buena suerte! Tu hijo es el único que se ha librado de la guerra.
– Sí, sí, así es –repuso serenamente el hombre ecuánime.

Te aseguro que esta historia tiene un significado muy especial para mí. Las experiencias más amargas y horribles de mi vida, cuando las contemplo con la perspectiva del tiempo, han provocado en mí transformaciones y experiencias que posteriormente me han aportado un increíble aprendizaje y madurez. De hecho, si contemplamos con esta perspectiva los hechos, en el mismo momento en que nos están afectando y sangrando interiormente, seremos más capaces de gestionar el sufrimiento.

Toda experiencia dramática cierra puertas y abre otras nuevas. El problema es que tendemos a quedarnos mirando las puertas cerradas, y nos resulta casi imposible dejar de contemplarlas generándonos un increíble dolor. Yo creo que es lícito sentir dolor, mucho dolor. Es humano, es normal, es inevitable. Tenemos derecho a un periodo de duelo después de una experiencia dura o amarga. No debemos caer en culparnos a nosotros mismos por el hecho de sufrir y llorar.

Sin embargo, todo esto tiene un límite. En un momento dado debemos obligarnos a terminar con el periodo de sufrimiento. No podemos seguir revolviéndonos en el fango ni autocompadeciéndonos meses y años. No nos lo merecemos. Créeme que yo he pasado por este proceso varias veces. Y me ha sido de gran ayuda esta fábula. También me ha sido de una gran ayuda el hecho de observarme a mí mismo lo más objetivamente posible. Por un lado, sentía un dolor intenso y no podía frenar mi mente ni mis emociones. Pero por el otro lado, notaba una presencia, una especie de observador que estaba contemplando mi propio proceso. Esa presencia era también yo, o mejor dicho, una parte de mí. Y esa presencia me iba dando mensajes sin que me diera apenas cuenta. Mensajes como Lo que importa es el presente, no el pasado, o Lo que ha sucedido ya no existe, mira al futuro con esperanza. O Aprende de esto y actúa ahora mismo para que no vuelva a suceder nunca más.

Ese observador de mí mismo me ha ayudado decisivamente a actuar como quería y debía actuar en momentos delicadísimos de mi vida, en los que mi dignidad personal y mi valor como persona corrían serio peligro, momentos en que todos los pilares de mi vida se derrumbaron a la vez. Desde ese sentimiento de gratitud, te escribo. Para que tú también lo hagas. Obsérvate a ti mismo/a como si esa parte de ti fuera un investigador del comportamiento humano, observa tu sufrimiento en esos momentos duros, observa tus pensamientos esquizofrénicos sin juzgarlos y sin culparte a ti mismo/a. Observa qué sientes, y comparte esas emociones con quien sea necesario.

Y recuerda siempre esta fábula. Recuerda que no tienes la suficiente perspectiva para juzgar si una experiencia es positiva o negativa, maravillosa u horrible. Porque esa experiencia traerá consigo nuevas experiencias, que podrán contradecir tu opinión inicial. Nada es bueno ni malo. Simplemente…es.

JAVIER CARRIL. Coach. Visita mi web: http://www.zencoaching.es/ ¿Has comprado ya mi libro «Zen Coaching. Un nuevo método para potenciar tu vida profesional y personal», ed. Díaz de Santos, 2008?